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Fotografías para contar el cáncer sin el “lenguaje tóxico” de los medios

El fotógrafo Pepe Guinea documenta su propio paso por el hospital para la extirpación de un tumor en la cabeza

Javier Zurro

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“Falleció después de una larga batalla contra el cáncer”, “Venció a la enfermedad”, “No pudo derrotarla…”. El lenguaje bélico se ha instaurado en todo, también cuando los medios hablan del cáncer. Se divide entre vencedores y vencidos. Se asume el tratamiento médico como si fuera una guerra que enfrenta al enfermo contra su enfermedad. En la búsqueda de eufemismos para no afrontar la realidad se han encontrado términos que acaban siendo perjudiciales. Superar una enfermedad no es una cuestión de valentía, ni de estrategia bélica.

Contra ese “lenguaje tóxico” de los medios, surgen con fuerza las fotografías de Pepe Guinea, que ha retratado su viaje desde que le diagnosticaron un tumor cerebral maligno. Las jornadas de quimioterapia y radioterapia, su estancia internado o su operación quedan registradas a través de objetos cotidianos que veía desde su cama en el hospital. Un pastillero que invita al optimismo, una cicatriz, unos pies que no se pueden levantar, la monda de una naranja que es el alimento del día… Un recorrido fotográfico que se puede ver en su exposición La distancia justa, que se exhibe en la sala Fujifilm de EFTI (Madrid) hasta el 1 de mayo y que ha ganado la Beca DKV de Albarracín, dirigida por el prestigioso fotoperiodista Gervasio Sánchez.

Cuenta Pepe Guinea que, cuando le comunicaron que tenía cáncer, entró corriendo en internet a buscar “algún testimonio de una persona que hubiera superado con éxito” la enfermedad. No había ninguno. Fue un choque contra la realidad más cruel. Hasta aquellos que habían escrito sobre ello habían fallecido años después. “Fue muy duro, y me hizo aceptar la situación de personas como yo, que tenemos tumores que no se pueden extirpar del todo y que pueden volver a tener actividad en algún momento. Lo que tenemos es tiempo de supervivencia, que es lo que nos dicen cuando vamos a consulta”, apunta el fotógrafo.

De una forma inconsciente, empezó a fotografiar lo que estaba a su alrededor. “Entonces, no tenía ningún propósito ni conciencia de que la enfermedad fuera algo que iba a combatir con la fotografía. Según me iba encontrando más limitado, lo que me quedó fue la posibilidad de fotografiar mi mundo, y es a lo que pude dedicar más tiempo. Más que fotografiar la enfermedad, creo que mis fotografías hablan más de mi proceso con la enfermedad, de mi viaje al encontrarme con esta situación de tener un tumor cerebral”, añade Pepe Guinea.

A través de estas fotografías asépticas, sin un ápice de sensacionalismo ni dramatismo, se elimina por completo ese lenguaje lleno de eufemismos bélicos. Guinea confiesa que, muchas veces, cuando lee un artículo no le gusta “que se trate a los enfermos como guerreros que luchan contra una enfermedad terrible”. “Todos somos personas que padecemos una enfermedad que nadie quiere tener, y lo que queremos es que haya recursos a nuestro alcance para que cada vez sea más fácil atravesarla”, dice con contundencia y apunta a esos términos que describe como “un lenguaje muy tóxico”. “Son procesos que nos toca vivir, y la muerte está presente para todos y en algún momento llega, y es una putada que una persona que ha estado viviendo un año, o seis meses, o cinco años, ganando ese tiempo a la enfermedad, se le considere un perdedor, me parece muy feo”, expresa.

La idea de plasmar su realidad a través de los objetos cotidianos que le rodeaban nace de una imposición física, y es que su vida quedó reducida a un espacio muy pequeño. Tenía dificultad para moverse, ansiedad, debilidad… En ese momento las cosas de su entorno adquirieron otra dimensión. “Eran mi paisaje, y para mí fue importante sacar la belleza de situaciones que no suelen ser tan bellas. Son momentos muy duros, y me ayudaba a atravesarlos el descubrir la belleza que puede haber en situaciones sencillas que para mí adquirían una importancia que antes no tenían”, dice.

Me daba pudor sentirme tan frágil, y hubo un momento que para poder ganar ligereza me resultó positivo darle visibilidad, compartirlo, mostrar cómo mi cuerpo iba cambiando

Pepe Guinea Fotógrafo

A pesar de la austeridad de las imágenes, es posible sentir el estado de ánimo de Pepe Guinea en cada una de ellas. El optimismo del pastillero con su tratamiento contrasta con la frialdad de su habitación. Sus fotografías atrapan su propio momento vital: “Esos objetos son una forma de retratarme, así que sí, mi estado anímico está muy presente. La frialdad de algunas imágenes tiene que ver con la frialdad a la que yo me tuve que enfrentar para sostener esa situación. Era como una desconexión, ver las cosas desde una cierta distancia, intentando separarme de lo emocional para que no me cubriera. Necesitaba enfriarme para sobrellevar esa situación”.

No solo hay objetos en esta exposición: el propio fotógrafo se expone y muestra su cicatriz, su rostro cansado en una cama. Tuvo claro que había que hacerlo. “El pudor entró en la ecuación para desaparecer. Ya me daba pudor sentirme tan frágil, y hubo un momento que para poder ganar ligereza me resultó positivo darle visibilidad, compartirlo con los demás, mostrar cómo mi cuerpo iba cambiando, y eso me hacía sentir menos avergonzado y menos castigado por lo que me estaba pasando. Me liberó, pude sentirlo como una liberación. Me liberé también de mi timidez. Para mí ha sido un camino muy terapéutico el que he hecho con la fotografía en ese tiempo”, relata. Las imágenes hablan también de la soledad que estaba viviendo. De un sentimiento de “indefensión e incertidumbre donde siempre estaba presente la soledad”. “No dejaba de sentirla aunque hubiera gente, y en la selección que hice para la exposición tuve en cuenta eso, me apetecía transmitir eso”, dice.

Decía Jean-Luc Godard que un travelling era una cuestión moral. La elección de un movimiento de cámara esconde mucho más que una decisión estética. Se nota en las fotografías de Guinea, que reconoce que ha pensado sobre este asunto: “Mi planteamiento ético era no dramatizar a través de mi fotografía. No quise victimizarme a través de las imágenes. No quería decir que estoy sufriendo mucho. Era importante coger esa distancia que ya he mencionado y que está hasta en el título de la exposición. Mostrar lo que estaba viviendo de una forma carente de victimismo y sin dramatismo”.

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