Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Sumar espera una respuesta firme del PSOE pese a su 'no' a una crisis de Gobierno
Burnet & Brown, la empresa del novio de Ayuso que remite a su identidad falsa
Opinión - 'El estigma de la corrupción española', por Rosa María Artal
RUIDO Y SILENCIO

¡Hola, mamoncete!

El líder de la banda española 'Los Ilegales', Jorge Martínez, en una imagen de archivo. EFE/ Mario Guzmán
12 de diciembre de 2025 21:33 h

1

El transistor siempre se encendía temprano. Era lo primero que hacía mi madre cuando se levantaba. Luego, venía la cafetera, el ruido de los platos y de las tazas del desayuno, el trajín de todas las mañanas; pero lo primero de todo era el transistor con las noticias. 

Recuerdo aquel día en especial, pues el transistor estuvo repitiendo la canción una y otra vez, como un mal presagio. La había sacado un par de meses antes, y yo la escuchaba desde la cama. Cuando llegó la hora de levantarse, mi madre vino con la noticia: John Lennon había sido asesinado. La década de los ochenta empezó aquel día, o la noche antes en Manhattan, en el mismo momento en que un miserable se acercó a Lennon con un revólver. Fueron cinco los disparos, cinco detonaciones que dieron la señal de salida; una carrera sin fondo que anticipó todo lo que se nos iba a venir encima. 

Porque, a partir de ese momento, a partir de aquel instante en el que Lennon cayó en el portal del edificio Dakota, las cosas se empezaron a poner duras. Fueron tiempos nuevos, tiempos salvajes los que recorrieron occidente con Ronald Reagan y Margaret Thatcher favoreciendo la mano invisible que regula el mercado, tiempos oscuros en los que Juan Pablo II bendecía los acuerdos conyugales de la pareja de mandatarios. Fueron tiempos de derrota. Sin llegar más lejos, en España no tardaría la reconversión industrial; por decreto ley una montonera de familias se quedarían sin pan, a la espera de la caridad de un gobierno que empezaba a jugar sucio desde el primer día. 

El transistor, sobre la nevera, seguía dando las noticias y el olor a pólvora que desprendían se mezclaba con el café del desayuno. Tiempos nuevos, tiempos salvajes, cantaba un grupo asturiano cuyo primer disco traía en la portada a un hombre con una pistola en la sien, un retrato coloreado que firmaba Ouka Leele. El grupo se hacía llamar Ilegales y, con ese nombre, se dieron a conocer por todo un país que luchaba contra sus propios monstruos; un bestiario heredado del franquismo cuya banda sonora venía plagada de referencias y tributos a tan subyugante régimen. Alaska y los Pegamoides se dejaban fotografiar en el cementerio de la Almudena junto a la tumba de varios aviadores de la Legión Cóndor, como si tal cosa. Gabinete Caligari salieron a escena, en el Rock-Ola, anunciándose a sí mismos como fascistas. Los Motorhead llegaron a Madrid con su avión y sus esvásticas nazis, y el grupo asturiano de la portada de Ouka Leele cantaba Heil Hitler!

El flirteo con el fascismo era evidente, y aquí no vale decir que era provocación o que era no sé qué o no sé cuántos de esvásticas como símbolo hindú. Porque, cuando algo pasa a formar parte del museo de los horrores, sacarlo de ahí no deja de ser un horror. No nos engañemos a estas alturas de la noche. Por favor. La herencia genética del fascismo se manifestaba en la pobreza de la expresión cultural de la época.

Con todo, si había algo que diferenciaba a Ilegales de los demás grupos, ese algo era su sonido, afinado y limpio, con un toque de guitarra nada previsible en sus punteos. Eran diferentes. Una banda de rock que no tenía nada que envidiar a cualquiera de las bandas extranjeras que se subían al escenario del Rock-Ola para ser bañadas en gargajos. 

Eran tiempos salvajes, como cantaba Jorge Martínez; un tipo que entregó su vida al rock a sabiendas de que todo tiene un precio, a sabiendas de que, aquí, no es gratis ni la muerte que le ha costado la vida. 

Etiquetas
stats