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Luis García Montero: “En la Junta de Andalucía va a entrar gente que no cree en la democracia”

El poeta, ensayista y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, fotografiado en su despacho

Elena Cabrera

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El director del Instituto Cervantes pasea por el edificio como lo haría un antiguo sereno por las calles de un barrio que conoce bien después de varios años de servicio: abre y cierra puertas, saluda a todo el mundo por su nombre, revela los secretos del que fuera antiguo Banco Español del Río de la Plata. Desde la cámara acorazada del sótano, hoy Caja de las Letras, hasta la escondida e impresionante cúpula del piso superior, que solo admiran los convocados a la enorme sala de juntas, donde de vez en cuando se reúnen directores del Cervantes de todo el mundo. Pocas veces la palabra se impone a la moneda, pero en el imponente edificio de Antonio Palacios sucede así, al menos metafóricamente, y donde ayer hubo dinero, hoy se guardan manuscritos literarios

Luis García Montero (Granada, 1958) dirige el Instituto Cervantes desde el año 2018, desde el verano en el que Pedro Sánchez llegó a la Moncloa. En estos cuatro años, al poeta le han pasado muchas cosas, demasiadas. Primero, la gestión de una red de centros paralizados por la pandemia. Después, la muerte de su compañera, Almudena Grandes. Y poco después, la de su padre. Además, se ha mantenido entero, en un momento personal tan complicado, a pesar de la cuestionada gestión política que ha hecho el Ayuntamiento de Madrid del homenaje a la escritora. García Montero tiene un libro de poesía en el horno para después del verano y acaba de publicar Prometeo (Alfaguara), una obra teatral acompañada de varios ensayos sobre la libertad, la justicia y la solidaridad.

“Siento que estamos viviendo una situación de crisis profunda en el interior de las ilusiones sociales”, escribe usted en el prólogo de su nuevo libro. ¿A qué ilusiones sociales se refiere?

Es una reflexión sobre la crisis de valores que se ha producido en la democracia. Estamos viendo cómo irrumpen discursos muy reaccionarios que tienen que ver con la extrema derecha que no solo ponen en duda la socialdemocracia o el socialismo sino la democracia misma. Se está degradando el crédito en la política y también en la información. La información está siendo sustituida por políticas de comunicación que tienen que ver con las mentiras, los bulos y la manipulación de los hechos, no solo en las redes sociales, sino también en algunas cabeceras de periódico. Hay que pedir responsabilidad a los grandes grupos y también hacerlo cuando tres personas que se reúnen deciden formar una cosa que llaman periódico, que se hacen llamar periodistas y que son simples sinvergüenzas.

¿Y el descrédito político, a qué se debe?

Me preocupa mucho la frase “todos son iguales” o “da lo mismo que gobiernen unos o que gobiernen otros”. Y eso es mentira. Sin embargo, se repite porque ha habido un desplazamiento entre el mal político —el corrupto, el mentiroso, el miserable— y la política, y ahora parece que la política está inevitablemente unida a la corrupción, a la mentira y a la manipulación. El pensamiento reaccionario y el neoliberal han estado muy interesados en convertir cada caso de corrupción en algo que afecta a la política en general. Eso deja las manos libres al poderoso y convierte la libertad en la ley del más fuerte.

Esta crisis de crédito político de la que me habla me resuena al año 2010. En 2011 se activa la ciudadanía y se confrontan esos argumentos con los políticos. ¿Qué ha pasado para que estemos de nuevo en ese mismo punto?

Por una parte, las conquistas de la democracia no son conquistas aseguradas, pueden perderse. Y, por otra, hay que asumir responsabilidades y pensar por qué las ilusiones en un proyecto político pueden desvanecerse. Hace falta reconocer tanto los propios errores como el poder del adversario para generar un discurso.

Yo en 2011 estaba en Izquierda Unida, un partido que ayudé a fundar y en el que he militado 30 años. Para conseguir un minuto en alguna televisión privada, había que hacer un gran esfuerzo. De pronto, vivimos un momento donde hubo personajes de izquierdas, identificados con un proyecto que no era el de Izquierda Unida sino el que después fue Podemos, que empezaron a tener horas y horas y horas y horas de televisión, hasta convertirlos en referentes mediáticos. Bueno, pues hay que ser lo suficientemente sincero con uno mismo para decir que fuimos construidos por los poderes mediáticos. Eso te ayuda a comprender que cuando los poderes mediáticos empiezan a mentir sobre ti, a calumniarte y a destruirte, hay que recordar que no te convertiste en referente mediático por tus propios méritos sino por los intereses de ese poder.

En ese mundo vivimos. Me hace gracia cómo el discurso dominante sobre el Gobierno de coalición habla de inestabilidad, crisis, situación insostenible, ruptura inmediata o 'se avecina la catástrofe'. Pero en el Partido Popular ha habido una crisis y han echado a un presidente para poner a otro. En Castilla y León y en Andalucía han provocado elecciones anticipadas antes de tiempo. ¿No es un poco ridículo hablar de la inestabilidad del Gobierno cuando lo único que está permaneciendo es la inestabilidad del Gobierno?

¿Cómo se pasa de ayudar a fundar Izquierda Unida, de ser candidato a la Comunidad de Madrid en 2015, de tantos años de militancia, a hacer un vídeo de respaldo al candidato del Partido Socialista, Juan Espadas, para las elecciones andaluzas?

Yo soy una persona de izquierdas, un rojo. Yo no engaño a nadie porque todo el mundo lo sabe. A mí me nombró un Gobierno de izquierdas y estoy trabajando para un Gobierno de coalición, pero mi mandato es mantener la institución pública al servicio de todos y todas. Y después está mi compromiso personal con la izquierda. Y en ese sentido, estoy preocupado con Andalucía, porque me parece que se han creado unas condiciones en las que no es que vaya a gobernar el Partido Popular en la cara moderada de Juan Manuel Moreno Bonilla, sino que va a gobernar el Partido Popular con Vox. Es decir, que en la Junta de Andalucía va a entrar gente que no cree en la democracia. Con la extrema derecha se interrumpe la discusión, que sí puedo tener con un neoliberal, y aparece un discurso que justifica el machismo, el racismo, el supremacismo y el recorte de los marcos democráticos. 

Ahora mismo la izquierda de Andalucía tiene dos líderes, que conozco y que son dialogantes, honestos y un buen referente para la izquierda. Por una parte está el candidato del PSOE, Juan Espadas, y por otra parte la candidata de Por Andalucía que he conocido en mi militancia de Izquierda Unida, Inmaculada Nieto. Yo animo a que la gente de izquierda tome conciencia más allá del desánimo. Me pareció que una manera de devolverle la ilusión de la política a la gente era apoyar a Juan Espadas.

A mí me interesaba decir que no todos son iguales. Que los 30 años de la gestión del Partido Socialista no han sido perfectos, pero han servido para muchas cosas. Entre la Gürtel, el robo a mano armada que ha hecho el Partido Popular en España y las acusaciones de corrupción en torno a Manuel Chaves y a José Antonio Griñán. Porque ni Chaves ni Griñán se han llevado un duro. Se les puede acusar de que se pudieron equivocar en alguna firma o en algún procedimiento, pero sin llevarse un duro ni a una cuenta de Suiza ni a su casa. Y esas cosas hay que aclararlas. Y a un rojo, sin ser militante del Partido Socialista, le puede apetecer colaborar en que la derecha no manipule la memoria socialista como una memoria de ineficacia y de corrupción. Porque en Andalucía se hicieron muchas cosas. Creo que el mejor momento de la Junta de Andalucía, donde mejores decisiones se tomaron, fue cuando gobernó Izquierda Unida y el Partido Socialista en coalición y a mí me gustaría que eso fuese posible.

¿No teme los reproches por parte de la izquierda que está más a la izquierda del PSOE por no apoyar a Inmaculada Nieto?

A mí Nieto, que es muy amiga mía, no me ha pedido el apoyo, me lo pidió Juan Espadas. Creo que hay que apoyar un Gobierno de coalición de Inma Nieto y el Partido Socialista. Tengo muy buena relación con Juan Espadas y creo en su honestidad y en su capacidad de diálogo.

Sobre los reproches, estoy acostumbrado a que me insulten. Tanto cuando Vox se mete conmigo como los puristas de izquierdas, cuando desde Izquierda Unida decía que había que pactar con el Partido Socialista.

Yo viví un momento muy fuerte cuando el partido más votado en Málaga fue Izquierda Unida. Y por el purismo de no pactar con el PSOE, no se llegó a un acuerdo para que gobernase nuestro candidato de Izquierda Unida y quien acabó entrando fue Celia Villalobos. Y luego te encuentras en el PSOE con mucha gente para los que pactar con Izquierda Unida era el terror, porque les caía más simpático un pacto con el Partido Popular o un pacto con la derecha neoliberal. Y había sectores de Izquierda Unida donde pactar con el PSOE era el peligro, porque lo mejor era ser puros y no complicarse en situaciones de gobierno. En este sentido, a mí la vida me ha ido enseñando a crear espacios de confluencia en la izquierda y eso es lo que hace que apoye a un pensamiento de izquierda general y que me encuentre cómodo apoyando a personas como Juan Espadas, o que me encuentre cómodo declarando mi simpatía y mi respeto a Inmaculada Nieto, porque es una persona que ha demostrado que tiene un talante político y una honestidad fuera de toda duda.

En esta campaña se ha hablado mucho de andalucismo y del “andalucismo útil”. ¿Puede explicarle a una madrileña que es este andalucismo de hoy?

El respeto a las identidades está muy bien, la diversidad es una riqueza, pero es una riqueza para el bien común. La diversidad se convierte en un peligro para la democracia cuando una identidad se cree con derecho a estar mejor tratada o ser superior que otra identidad que forma parte de la misma comunidad. A mí me interesa que el andalucismo sirva para articular la convivencia en igualdad de derechos de la sociedad española y no fragmentar identidades que generen odio y que se crean con capacidad para insultar o para ser tratadas mejor que a otras identidades. El 'andalucismo útil' podría significar un andalucismo que sirva para crear igualdad frente a la reivindicación de identidades que generan odios y supremacismo y que es el andalucismo que está intentando imponer Vox en sus discursos. 

¿Quién ha legitimado en Andalucía la irrupción de Vox? No es el racismo tradicional de las migraciones, sino el odio al catalanismo. Esto debería hacer meditar a los independentistas catalanes sobre las repercusiones que su política genera en el resto del Estado. El andalucismo basado en el odio a lo catalán, nuestra cultura frente al odio a lo catalán para lo único que sirve es para un andalucismo superficial de tablao y de copla, que fue el mismo andalucismo barato del folclore franquista, que para lo único que servía era para encubrir a la población la explotación económica de Andalucía en nombre de los señoritos.

Desde mi postura de rojo, estoy dispuesto a volver a comprarle a Teresa Rodríguez la idea de un andalucismo útil, porque ese ha sido la idea del andalucismo de izquierdas de siempre. Sin embargo, lo que no puedo comprarle es el error de volver a romper la unidad de la izquierda creyendo que es la verdadera izquierda, la única útil, sin comprender que la fragmentación de la izquierda está al servicio de la derecha. Yo eso ya lo viví cuando los anticapitalistas decían que Izquierda Unida estaba vendida al capitalismo y que, por tanto, ellos eran una opción distinta. Pero eso servía para que no hubiese opciones de izquierda capaces de llegar a las instituciones y al poder. Para que la izquierda sea útil tiene que tomar decisiones y para tomar decisiones tiene que estar en el poder.

¿Qué ha aprendido de las instituciones políticas culturales después de estos años al frente del Instituto Cervantes?

La desigualdad que la cultura tiene en España con respecto a nuestro entorno. Seguimos marcados por el golpe que supuso la Guerra Civil, por la identificación que la República tuvo con la cultura en un momento donde los escritores, los actores y los músicos se identificaron claramente con el proyecto republicano. El desarrollo de la educación se cortó con la Guerra Civil y el franquismo pensó que la educación y la cultura eran una cosa de rojos, porque formaba la conciencia crítica de la gente. Y a la gente había que domesticarla, no había que formarla. Y han sido 40 años en esa tesitura. Se va avanzando poco a poco, pero cada vez que gobierna la derecha se recorta en cultura. En la crisis anterior, durante el Gobierno de la derecha, al presupuesto humilde del Instituto Cervantes se le recortó el 40%.

Enseguida la derecha genera un discurso de pesebrismo sobre la cultura. Lo primero es que el enemigo no tenga razón y por tanto las instituciones no deben confundir la inversión en cultura con el clientelismo. En el Instituto Cervantes tengo la obligación de difundir y homenajear la buena poesía. Y si homenajeo a José Agustín Goytisolo porque era un gran poeta que se identificó con la lucha antifranquista, tengo que reconocer la calidad poética, también, de Luis Rosales, que fue un poeta que se identificó con el franquismo. Las instituciones son de todos. Un alcalde de Madrid no es un alcalde del Partido Popular, es un alcalde de todos los madrileños y las madrileñas.

Con más dinero, ¿qué haría con esta casa? ¿Abriría más sedes? 

A mí lo que me encantaría es que los presupuestos permitieran dignificar el salario de los trabajadores y las trabajadoras del Instituto Cervantes. Los sueldos de la administración son modestos y no pueden competir con los salarios de una empresa privada. El presidente del Gobierno de España gana mucho menos que el director de un banco o de una gran empresa. Me gustaría que hubiese una fiscalidad que le cobrase buenos impuestos de manera justa a los más ricos, para después poder invertir en la dignificación de los espacios públicos. El Instituto Cervantes tiene 94 centros en el extranjero y mucho prestigio por su trabajo en la difusión de la cultura española y de la lengua española, pero es muy frecuente que nuestros profesores o administradores pidan la baja y se vayan porque les pagan mucho mejor en otra empresa. Es un problema institucional porque te quedas sin plantilla. Eso genera un desprestigio.

Con más presupuesto, potenciaría la acción cultural española en el exterior, porque creo que la mejor manera de defender la verdadera sociedad española es divulgar su cultura. En Estados Unidos, Trump quitó la página de español de la web de la Casa Blanca y bajo el lema 'solo inglés' intentó caricaturizar al español como una lengua de pobres peligrosos. Una amenaza de inmigrantes frente al supremacismo norteamericano. Por ello, nosotros hemos utilizado el presupuesto que hemos podido subir en 2022 para abrir el centro de Los Ángeles. ¿Por qué allí? Porque en Los Ángeles está Hollywood y poder difundir el prestigio del cine hispano mexicano, argentino o español es muy importante porque están las tecnológicas. En California hay 12 millones de hablantes de español nativo pero que después, por las dinámicas de intento de ridiculización del español, se pierde el español de una generación a otra y hay riesgo de que una segunda o tercera generación diga 'soy hispano pero no me hace falta hablar español'. Me hace gracia tener que oír los ataques de Vox diciendo que Los Ángeles es solo un chiringuito, porque allí hay muchos hispanos que hablan español. No es un chiringuito, es un intento de ir al sitio preciso para defender la dignidad y la cultura hispánica en general, no como una lengua de pobres o como una lengua llamada a la desaparición, sino como una lengua llena de prestigio en nuestro cine, pero también en el poder que hoy tiene el español en las tecnológicas.

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