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El Museo Arqueológico Nacional conserva más de un millar de objetos robados por el franquismo

Museo Arqueológico

Peio H. Riaño

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En la vitrina es una cerámica más del grupo, un ejemplo extraordinario de la producción ibera del siglo III al I a.C. Al alejarse unos pasos del cristal que protege el grupo de 14 piezas expuestas, se distingue por su forma de “sombrero de copa”, troncocónica y con un gran borde horizontal plano. Parece un dedal gigante, de casi 30 centímetros de altura. No puede confundirse con ninguna otra. De hecho, no hay parecidos entre ellas. Esa es la intención del montaje del Museo Arqueológico Nacional (MAN): presentar la variedad tipológica de las cerámicas que producían los pueblos prerromanos de la Península Ibérica, a partir del siglo VI a.C.

El recipiente que nos interesa también destaca sobre el resto por ese contraste entre el dorado y el negro que usaron para decorarla. Tiene dibujos de dientes de lobo que recorren el borde, y un ave con las alas abiertas, en el centro del cuerpo. Su nombre técnico es kálathos o cálatos y se usaban para el almacenamiento y transporte de alimentos e incluso como urnas funerarias. No hay muchos datos sobre el lugar en el que fue hallado, pero se supone que proviene de la necrópolis del Cabezo del Tío Pío, en Archena (Murcia).

La cartela que acompaña a esta arcilla apenas ofrece la datación básica. Se exhibe como el resto de objetos, convertidos en hitos ilustrativos de la historia de España. Son fetiches cuya función es desvelar al público el pasado de la comunidad. Estas cerámicas están ubicadas en las salas dedicadas a la “Protohistoria”, en el recorrido que desemboca frente al icono del MAN, la Dama de Elche. Estas salas no han sufrido cierres por la falta de personal que afronta el museo estatal y que mantiene clausurada una amplia parte desde hace año y medio.

El público descubre que es un kálathos, que posiblemente proceda de Murcia y que es distinto al resto de cerámicas iberas, pero la historia del objeto ha desaparecido. No hay mención a la procedencia de esta joya, ¿por qué no importa cómo ha llegado al museo?

Una colección extraordinaria

Este recipiente forma parte de uno de los casos más crueles del expolio franquista sucedido durante la posguerra. Pertenecía a la exquisita colección de Carlos Walter Heiss, de quien apenas se sabe nada. Quizá fuera Carlos Heiss Riederich, un teniente farmacéutico en el Hospital Militar número 20 del ejército republicano. En el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca se conserva un informe de la sección Político Social franquista que alude a él. Pero la primera información que hemos encontrado sobre Heiss se conserva en el archivo del Museo Arqueológico Nacional: una carta del 4 de abril de 1934, en la que propone la venta de su colección de cerámica ibera al Estado, que valora en 150.000 pesetas.

Cuenta en esa correspondencia, que escribe al director General de Bellas Artes del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, que tiene domicilio en la calle Poniente, número 20, en la colonia próxima a la estación de Chamartín, en Madrid; y que desde hace más de 20 años es propietario de la colección que quiere vender. “De extraordinario interés científico por no existir en el Museo Arqueológico Nacional, ni en el Museo Municipal de Barcelona, ni en ningún otro del extranjero, un lote tan completo, importante y numeroso, integrado por piezas únicas en el mundo”, dice de su propio conjunto. Lo argumenta con la opinión de varios especialistas.

El coleccionista aclara que su interés nunca ha sido vender, pero sus “circunstancias económicas” han variado y tiene ofertas sobre la mesa. Cree que su deber es “concederle al Estado la preferencia”. Porque “debe ser patrimonio del Estado” para que se utilice con fines de enseñanza e investigación de la cultura española, argumenta el coleccionista y vendedor. Las 150.000 pesetas que pide son la tasación base del seguro contra incendios que tiene contratado.

La Dirección General de Bellas Artes pide a la Academia de Bellas Artes de San Fernando un informe sobre el conjunto de 81 piezas, para confirmar su excepcionalidad. “Nuestra impresión es favorable a su adquisición por el Estado”, responden el 12 de junio de 1934. Indican que el lugar apropiado es el Museo Arqueológico Nacional. Sin embargo, los académicos se escabullen de la tasación, con una vaga respuesta: “En cuanto al precio, es difícil de precisar, ya que el valor de toda obra artística y arqueológica depende de factores siempre variables”.

El 21 de agosto, el director del Museo Arqueológico Nacional ofrece su opinión sobre la colección y el precio: procede la adquisición por el Estado, pero en un valor que estima en un 10% de lo que pide Heiss, 15.000 pesetas. De toda la colección, las piezas que más interesan al director son el grupo de 26 ibéricas. Y, sobre todo, llama la atención sobre una pieza “excepcional” por su tamaño y decoración, que ha desaparecido del museo.

Los documentos desaparecen. Entendemos que Heiss, apurado en sus finanzas, debió rechazar la contraoferta, que tanto menguaba sus pretensiones.

Robar, mejor que pagar

El siguiente testimonio de la colección tiene fecha del 7 de mayo de 1941, siete años después del ofrecimiento y con la Guerra Civil de por medio. La Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico de la República había llevado la colección de Heiss al almacén de salvación, ubicado en el propio Museo Arqueológico. Una vez allí, en 1939, el preciado conjunto de cerámicas iberas, púnicas y romanas pasó a manos del Servicio de Recuperación del Patrimonio Artístico Nacional del franquismo.

La cerámica con forma de sombrero de copa que se expone hoy en el MAN, sin referencias a su procedencia y su apropiación ilícita, figura en el inventario de objetos que se queda el museo a petición de su entonces director, Blas Taracena Aguirre. Un reputado arqueólogo soriano que dirigió las excavaciones de Numancia fue director del Museo Numantino con 19 años y se mostró como hombre afín al partido de Izquierda Republicana, durante la Segunda República. Sin embargo, también se le señaló como “derechista con la monarquía”.

En diciembre de 1936 se unió al ejército sublevado, en Burgos, pero debió de pasar un proceso de depuración, que le mandó lejos de Soria con un traslado forzoso a dirigir el Museo Arqueológico de Córdoba. Fue miembro del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN) como inspector general de Museos Arqueológicos y, una vez declarada su “más fervorosa adhesión a la obra y persona del Caudillo”, fue nombrado en 1939 director del MAN, puesto en el que se mantuvo hasta su muerte, el 1 de febrero de 1951. Desde Soria escribieron al director general de Bellas Artes, el marqués de Lozoya, contra el nombramiento de Taracena por considerarle un “izquierdista solapado”, como ha recordado su biógrafo Juan A. Gómez Barrera.

Se desconoce qué fue de Carlos Walter Heiss aquel 7 de mayo de 1941, cuando Blas Taracena y Joaquín de Navascués, subcomisario general del SDPAN, sentados a la misma mesa, firmaron la apropiación de los bienes de Heiss. Navascués y Taracena eran muy conscientes de lo que estaban haciendo, de hecho a la muerte de Taracena, Navascués se convirtió en su sucesor en el cargo al frente del MAN. Ambos conocían el origen de la colección y la extraordinaria reputación de la misma. No en vano, Taracena tuvo especial empeño en el montaje provisional de las salas de colonizaciones, Arte Ibérico y el Patio Romano.

“El director del museo se hace cargo de los 83 objetos numerados y de los 39 sin numerar”, explica el acta. Y los recibe en calidad de “depósito”, la fórmula para legitimar el robo. Ni 15.000 ni 150.000 pesetas, Carlos Walter Heiss fue expoliado de sus bienes en favor del MAN, que desde hace 76 años expone como propios.

Reforzar el museo con obra ajena

Este “depósito” no sería el único que llevaría a cabo Taracena. A finales de febrero de ese año ya se había apropiado en nombre del MAN de 33 lotes, compuestos por 115 bienes entre los que había 30 espadas, platos de cerámica, mucha porcelana y ensaladeras, fuentes, floreros, botellas o un porrón de cristal. Todos ellos estaban expuestos en el mismo museo arqueológico, a la espera de que sus dueños pasaran a recuperarlos. Pero ya hemos visto a lo largo de esta investigación que las familias represaliadas por el franquismo no se atrevían a recuperar lo que les pertenecía y que el SDPAN tampoco hizo por buscar a sus legítimos propietarios, entregando los bienes a terceros, ya fueran particulares o instituciones públicas.

Taracena mantuvo sus purgas hasta 1944, cuando, reunidos en el despacho del director General de Bellas Artes, el marqués de Lozoya entregó al director del MAN dos importantes medallas de bronce sobredorado. Luego, la apropiación se mantuvo varios años con Navascués. Taracena se apropió en mayo de 1941 de una figura de oro sobre base de mármol, que en el inventario se indica que procede de la colección de Lázaro Galdiano. También se lleva una diadema de oro. Ambos bienes pertenecieron a Lázaro Galdiano y le fueron devueltos en 1946, cinco años más tarde. El 30 de septiembre de 1941 se queda con los restos del sepulcro del Cardenal Cisneros (mediados del siglo XVI), procedentes del Colegio Mayor de San Ildefonso, en Alcalá de Henares. Hay piedras de forma rectangular, águilas decorativas, relieves y esculturas, repartidas en un total de 16 lotes. Pero también se lleva los fragmentos de la reja, como barrotes, escudos y remates.

El 1 de agosto del mismo año se queda para las colecciones del MAN con un crucifijo de madera policromada del siglo XIII y un relieve sin fondo representando la coronación de la virgen sobre madera, del siglo XVI. El 26 de noviembre de 1942, les toca a varias partes de un retablo de altar que mide casi cuatro metros de altura. El 7 de diciembre de 1942, Taracena acude a la Comisaría General del SDPAN y se lleva nueve bienes de liturgia católica, que habían formado parte de la exposición de artes decorativas dos años antes. Hay casullas de los siglos XVI y XVII, decoradas con materiales ricos. Y una semana después llega para llevarse 311 medallas y monedas de diversas épocas, siete piezas de puntas de lanza y hachas, una tablilla escrita en caracteres orientales o una caja que contiene diversas figuras y objetos ibéricos y romanos.

Viene mayo de 1943 y el Ministerio de Educación Nacional le vuelve a permitir quedarse con más fondos huérfanos: 185 monedas de oro (desde 1704 a 1885) y tres monedas de plata sobredorada. En julio de 1943 serán 33 lotes que no pertenecen al museo, compuestos por 71 bienes como una virgen de talla gótica, ocho sortijas de oro, decenas de camafeos o una cabeza de dama de barro cocido.

El MAN sigue haciéndose con bienes en agosto de 1951, ya con Navascués al frente: 100 medallas conmemorativas, 35 medallones de metal, 17 reproducciones de escayola de medallas y un lote de 85 condecoraciones nacionales y extranjeras. Una de sus últimas apropiaciones fue un astrolabio árabe de bronce, que también se le entrega en agosto de 1951. A principios de marzo de 1959 se queda con cinco pinturas románicas, recuperadas por el SDPAN en Toledo. En 1953 se propuso al Obispado de Cuenca la cesión de una pila y un sepulcro procedentes de la iglesia de Belmonte y que habían entrado en el MAN cuando el museo funcionaba como depósito de la Junta de Incautación durante la Guerra Civil.

En total, una decena de expediciones y de expedientes de ingreso por depósito solo relacionados con la Comisaría General del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional. Podría haber otro tipo de ingresos de obra de procedencia sospechosa, que vendrían a confirmar que durante la posguerra el Museo Arqueológico Nacional enriqueció sus colecciones con este tipo de bienes. Las obras relacionadas con esta forma ilícita de adscripción llegadas desde la Comisaría General suman más de un millar, pero el MAN reconoce que carece de un inventario concreto de las piezas que entraron por esta vía.

“Al contrario que en un museo de carácter artístico, con cuadros, esculturas u obras que se caracterizan por su singularidad creativa, los museos arqueológicos conservan objetos no solo fruto de la creatividad, sino del quehacer cotidiano y es muy común que haya pieza similares. Muchos son ingresos antiguos que carecen de documentación gráfica, por lo que el estudio historiográfico de estos fondos es labor que lleva bastante tiempo, más teniendo en cuenta que en este tipo de centros se conservan enorme volumen de piezas. Los estudios, realizados por especialistas, se han realizado por la adscripción cultural y tipología de objetos, pero no tanto por colecciones”, indican desde el museo a este periódico.

Sin embargo, la dirección del MAN ha preferido no responder a las cuestiones que atañen a las piezas que mantienen expuestas de la colección Carlos Walter Heiss. No hay ninguna mención a su auténtico propietario en las salas, el pasado de las cerámicas ha sido ignorado y silenciado. Tampoco responden desde la dirección cuál es la política de exposición y comunicación que ha mantenido el MAN hasta el momento sobre este expolio. Por su parte, el Ministerio de Cultura tampoco ha dado la orden a ninguno de los 16 museos estatales que dependen de la cartera de Miquel Iceta de realizar un inventario exhaustivo de bienes robados durante el franquismo que se conservan en estas instituciones y que podrían superar las 10.000 piezas.

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