Ibeyi, la tradición musical afroamericana y el soul del siglo XXI
Ibeyi
Ibeyi
Ash
XL / Popstock!
TRIP HOP
★8/10
Hace cosa de un año Lisa-Kaindé Diaz y Naomi Diaz hicieron una aparición estelar en la vídeo-película de Beyoncé para su disco Lemonade. En él, las dos hermanas se dejaban ver en una granja que se presentaba como uno de los pocos lugares seguros en el mundo para las mujeres de color. De alguna forma aquella aparición anticipaba algunos de los temas presentes en el segundo disco del dúo franco-cubano.
Hay ocasiones en que las formas dicen mucho sobre el fondo del asunto. También las amistades. Es el caso de Ibeyi, que vuelven a repetir en lo esencial las líneas maestras de su debut de hace un par de años. Esto es, canciones sedosas cantadas en inglés, francés, castellano y yoruba -la lengua de sus ancestros africanos-, compuestas e interpretadas con protagonismo absoluto de instrumentos vinculados a los orígenes de las hermanas Diaz: el piano, el cajón, el batá... Las armonías vocales y una percusión de estructuras cercanas al hip-hop a la par que tribales, sitúan su apuesta musical muy cerca del trip hop. Aún partiendo de fuentes diferentes, los grupos clásicos de Bristol e Ibeyi han llegado a conclusiones similares: un mestizaje sentido y elegante que reivindica la tradición musical afroamericana y que bien podría pasar por soul del siglo XXI.
Decía antes que las amistades hablan también de los territorios a conquistar por Ibeyi. Mala Rodríguez, Kamai Washington, Meshell Ndegeocello y Chilli Gonzales completan una alineación de lujo y sitúan las coordenadas en las que se mueve el dúo. Al contrario de lo que sucede en otros casos en que las voces invitadas se convierten en meras atracciones promocionales, parte del acierto de Ash radica en el acierto a la hora de elegir colaboradores que terminan de convertir canciones como Me voy (canción de despedida del terruño junto a la Mala) o la hermosa Transmission/Michaelion (con la Ndegeocello y palabras extraídas del diario de Frida Kahlo) en dos de los momentos álgidos del álbum.
En definitiva, otro gran disco de los muchos que recientemente se están registrando con la mujer y su posición en diferentes comunidades del mundo como tema central.
Ben Frost
Ben Frost
The centre cannot hold
Mute / [PIAS]
NOISE
8/10
Lejos de amansarlo, la sorprendente “popularidad” de la que goza Ben Frost -que le ha llevado a confirmar un bolo en La Riviera, con capacidad para 1500 personas, el 8 de octubre- parece dar rienda suelta a su faceta más arisca. The centre cannot hold es su primer disco propiamente dicho para el influyente sello Mute (antes hubo una banda sonora para la ficción televisiva Fortitude), lo que podría hacernos pensar en un intento de atemperar el ruido industrial de discos como el reverenciado By the throat (2009). Nada más lejos.
Que The centre cannot hold haya sido grabado con Steve Albini a los mandos da una idea bastante aproximada de las intenciones del músico australiano. Desde un punto de vista técnico el disco ha sido dotado con esa crudeza abrasiva que caracterizaba los discos de Big Black, si bien Frost se mueve por territorios muy distintos al rock desquiciado de aquellos. Manipulación digital y el error más o menos provocado, más o menos aleatorio, convertidos en razón de ser de unos temas que, a diferencia de sus lanzamientos anteriores, apenas ven la luz al final del túnel. Había en discos como el citado By the throat o Aurora una suerte de búsqueda de belleza en el caos de la que carece un trabajo con títulos tan definitorios como A singles hellfire missile costs $100,000.
Jon Hassell
Jon Hassell
Dream theory in Malaya
Tak:til
EXPERIMENTAL
★7/10
La bisagra que sirve de enganche entre la década de los setenta y los ochenta es un periodo fascinante en el terreno de la música popular, que por entonces comenzaba a vislumbrar las posibilidades del planeta global. Más o menos es en aquel momento cuando comienza a popularizarse la gran biblioteca sonora de las músicas étnicas. Además, un mercado discográfico que todavía no había sido explotado comercialmente hasta la extenuación era favorable a aventuras tan arriesgadas como los discos de Brian Eno para el sello Virgin. Eno en cierto modo se convierte en nexo de unión y cruce de caminos de buena parte de la música más excitante que se practica durante los setenta: del avantgarde a Bowie, Iggy Pop y la no wave.
Eno fue también padrino de una serie de artistas entre los que se encuentra el estadounidense Jon Hassell. Tras estudiar trompeta en el conservatorio de su Memphis natal, Hassell continuó su formación junto a gigantes del calibre de Stockhausen, Terry Riley o Pandit Pran Nath para terminar codeándose con la élite del art-rock neoyorquino de finales de los setenta. Más o menos en aquel momento, Hassell empezó a barruntar la composición de Fourth world, a la postre dos volúmenes (este es el segundo) que planteaban una excursión sonora por un imaginario “cuarto mundo” que se situaba más allá de esa world music que acaparaba la atención de los melómanos de la época.
Tras un primer volumen firmado de la mano de Brian Eno y titulado Possible musics, Hassel lanza en 1981 este Dream theory in Malaya, con la colaboración de Eno limitándose en esta ocasión a la mezcla final. El resultado es un disco de aires “selváticos” y melodías torcidas, una apuesta por la refundación de la música tal y como se había conocido hasta entonces, en el que estaba tan presente su formación en la escuela minimalista como los influjos de la música étnica, especialmente de ascendencia hindú.
Ahora el subsello de Glitterbeat Tak:til reedita el disco, que originalmente fue publicado por EG (el mismo de la serie Ambient), con un bonus track inédito.
Kamasi Washington
Kamasi Washington
Harmony of difference
Young Turks / Popstock!
JAZZ
8/10
Con el reverenciado The epic (2015), Kamasi Washington apuntó a uno de esos fenómenos que rara vez se dan en el mundo del jazz contemporáneo, pasando de la noche a la mañana de ignoto músico de sesión que se autoeditaba sus discos a estrella global cuya trascendencia va más allá del propio círculo jazzístico. A la espera de un nuevo disco que llegará en 2018, el saxofonista californiano se desmarca con este trabajo para un subsello de XL (Radiohead, The XX, Adele...), un EP que de corta duración tiene más bien poco.
Lo componen seis piezas que, en conjunto, se alargan hasta un poco más de los treinta minutos y que tienen como pieza estelar aquella maravilla bautizada Truth que Washington ya presentó en sociedad hace unos meses con motivo de la Biennal del Whitney Museum of American Art. Apoyado por un coro de nueve voces, toda una orquesta y su amigo Thundercat, el tema arranca con una sencilla melodía que sirve de patrón para una montaña rusa de sensaciones: rítmica desatada, una elegancia que remite a tiempos pretéritos (Kamasi saca a pasear el glamour del Los Angeles clásico), y momentos de caos controlado en la línea de un Sun Ra terrenal. Las otras cinco piezas del EP remiten y cristalizan en Truth, componiendo un puzle que alcanza todo su sentido en esos trece minutos finales.
Protomartyr
Protomartyr
Relatives in descent
Domino / Music As Usual
ROCK
★8/10
Los británicos Wire se propusieron, en su histórico primer disco Pink flag, un más difícil todavía convirtiendo el punk primitivo de tres acordes patentado por The Ramones en una exploración de las posibilidades de la repetición, a partir de canciones compuestas desde un solo. Menos es más. Aquel disco es una de las piedras fundacionales de un sonido, el post-punk, que apostó por dotar de curiosidad a la fiereza de la que hacían gala Sex Pistols y compañía.
Desde Detroit, Michigan, Protomartyr son claros herederos de esa filosofía. Más allá de los tonos oscuros que caracterizan a sus canciones y del evidente parecido vocal entre Joe Casey y Nick Cave (aunque en ocasiones su dicción remite a la palabrería chulesca de Mark E. Smith), la principal línea que conecta a Protomartyr con grupos como Wire, The Fall o Boys Next Door es su vocación exploradora y moderadamente experimental. No la abandonan en su cuarto álbum y el primero para el sello Domino, que es también una magnífica oportunidad para llegar a audiencias mayores. Para ello confían en Sonny DiPerri (Animal Collective, Dirty Projectors) que lima asperezas y dota a la banda de un sonido en “alta fidelidad” sobre el que Casey desparrama su poesía atormentada entre citas a Heráclito y referencias a la cultura con mayúsculas.