Su talento como ilustrador aflora en el centenario de José Luis López Vázquez
Pocos actores españoles han gozado más del aplauso del público y del reconocimiento de la crítica que José Luis López Vázquez (Madrid, 1922-2009). Rodó alrededor de 200 películas, participó en cerca de un centenar de obras de teatro y series de televisión y su apariencia del españolito corriente se paseó tanto por los filmes de la comedia conservadora y populachera como por los largometrajes de prestigiosos directores de culto (Luis García-Berlanga, Carlos Saura, Pedro Olea…) que lo convirtieron en su intérprete fetiche. Pero hasta ahora, el público desconocía una interesante faceta de López Vázquez como ilustrador y escenógrafo que se podrá ver en una exposición que la Filmoteca Española abrirá en marzo con motivo del centenario del nacimiento del artista. Por otra parte, su hijo mayor, el también cineasta José Luis López Magerus, prepara un documental biográfico sobre la larga y variada trayectoria profesional de su padre.
“Estamos ultimando preparativos del centenario”, comenta el hijo, “pero un poco cabreados y empantanados por la falta de colaboración de las instituciones madrileñas que se han mostrado muy reticentes a la hora de impulsar actos relacionados con el centenario de mi padre. El Ayuntamiento solo ofrece una inmensa nave en el centro de Madrid, pero que necesitaría de una cuantiosa inversión para acondicionarla para una exposición. Por su lado, la Comunidad parece más dispuesta a organizar eventos, pero siempre y cuando no participe el Ayuntamiento. Da la impresión de que se trata de un guion de Rafael Azcona, pero la situación de bloqueo permanece todavía para un centenario a celebrar en 2022”. Esta actitud de indiferencia no deja de resultar sangrante y llamativa en el caso de uno de los actores más populares de la historia del cine español, madrileño por los cuatro costados y que desarrolló la mayor parte de su vida y su carrera en la capital. Ahora bien, enlaza con un desdén histórico hacia su figura porque, aunque parezca extraño, ninguna calle ni plaza ni centro cultural de Madrid lleva el nombre de José Luis López Vázquez. Tampoco Telemadrid ha mostrado interés por financiar el documental que prepara su hijo, que se halla ahora en negociaciones con TVE.
Quienes se han interesado por el centenario han sido los responsables de la Filmoteca Española, que dedicarán en su sede una exposición a la desconocida faceta de ilustrador, figurinista y escenógrafo de López Vázquez. De hecho, este autodidacta que no llegó a terminar el bachillerato, hijo de un funcionario y una modista, se ganó la vida en su juventud con ese oficio durante los años cincuenta y sesenta del pasado siglo en multitud de obras teatrales hasta que dio el salto a la interpretación. Además, su tarea de dibujante no se limitó solo al ámbito teatral, sino que diseñó por ejemplo carteles para la Feria del Libro de Madrid y otras citas culturales. Una vez inmerso en su carrera como actor, López Vázquez siguió ejerciendo durante unos años más como ilustrador. Formado en el teatro, en las compañías de actores importantes como Conchita Montes y Alberto Closas, fue derivando López Vázquez hacia el cine a partir de papeles cómicos donde fue creando un estereotipo de español bajito, calvo, mediocre y machista a las órdenes de directores muy prolíficos durante la dictadura como Pedro Lazaga o Mariano Ozores, entre otros.
No obstante, desde los años sesenta y los setenta, algunos de los realizadores más brillantes del cine español comenzaron a utilizar a López Vázquez para interpretar a personajes dramáticos y complejos donde el actor alcanzó la cumbre de su trayectoria. Así intervino en películas de Berlanga (Plácido, El verdugo, La escopeta nacional…), de Saura (La prima Angélica, El jardín de las delicias…), de Olea (El bosque del lobo) o de Armiñán (Mi querida señorita), donde en un alarde interpretativo encarnó a una mujer que se transforma en un hombre. Fueron tiempos de esplendor coronados con su magnífica actuación en La cabina, un filme de Antonio Mercero para TVE, que llegó a ganar un premio Emmy en 1973 y está considerado una obra maestra del género televisivo de terror.
Hilo conductor de la historia del cine español
Pedro Olea, que dirigió a López Vázquez en cuatro películas, resalta el talento innato del intérprete y su enorme capacidad de trabajo. Implicado también en los preparativos del centenario, Olea señala: “Fue un auténtico camaleón, un actor capaz de pasar de la comedia más ligera al drama más profundo hasta el punto que podríamos decir que fue el Jack Lemmon español. Era muy riguroso, metódico y currante y para componer un personaje, se encerraba en su casa en silencio y leía una y otra vez los guiones tomando muchas notas”. A juicio de este veterano realizador, “López Vázquez es un hilo conductor de la historia del cine español y para mí sus papeles en comedias populares no empañan su currículo”. Pedro Olea también lamenta el olvido oficial en el que ha caído la memoria de José Luis López Vázquez en contraste con su gran popularidad entre los espectadores de varias generaciones. “Este país está marcado por la desmemoria”, afirma Olea, “y mientras en Francia honran con un funeral de Estado a Jean Paul Belmondo, aquí nuestros grandes actores no tienen ni una calle”.
José Luis López Vázquez fue el Jack Lemmon español
El hijo del intérprete ofrece una explicación de la asombrosa versatilidad de su padre que apunta a un profesional compulsivo. “Mi padre estaba obsesionado”, comenta, “con quedarse sin trabajo, con la precariedad que sufren tantos actores de cine y de teatro. Por ello nunca decía que no a ninguna oferta. De ahí que rodara alrededor de 200 películas y que algunos años llegara a participar en 10 filmes. No era tacaño, pero sí muy ahorrador y cuidadoso con el dinero”. José Luis López Magerus recuerda que fue el guionista y escritor Rafael Azcona quien impulsó la carrera de su padre y ejerció además de puente para que interviniera en varias películas clave de la historia del cine español. “Cuando rodó, por ejemplo, con Carlos Saura en aquellos filmes tan crípticos y profundos de la Transición mi padre tenía miedo de que los espectadores no lo tomaran en serio. Pero en lo único que transformó su aspecto fue en quitarse el bigote. Ese cambio bastaba para pasar de la comedia al drama”. “Un camaleón genial”, remacha Pedro Olea.
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