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La progresiva “muerte del Estado de derecho” en Hong Kong

Activistas hongkoneses boicotean un símbolo pro chino a días de la visita de Xi Jinping. La escultura de la flor de la bauhinia fue un regalo del Gobierno de Pekín a Hong Kong en 1997, con motivo del retorno de la ciudad a la soberanía china.

Zigor Aldama

Shanghái (China) —

“Hay razones de sobra para estar preocupados por el futuro de Hong Kong”. Nicholas Bequelin, director de Amnistía Internacional en Extremo Oriente, no tiene dudas al respecto. El próximo 1 de julio se cumplirán 20 años desde que la ciudad fue devuelta a China por parte del Reino Unido, y es evidente la erosión de la particular fórmula adoptada por ambos países para preservar la identidad de esta ciudad de siete millones de habitantes.

El lema 'un país, dos sistemas', acuñado para integrar el modelo capitalista de Hong Kong en un país comunista como China, protege libertades como la de prensa o la de manifestación y otorga una amplia autonomía a este centro financiero mundial. Pero varios acontecimientos de los últimos años hacen pensar que Hong Kong cada vez se parecerá más a China y no al revés, como vaticinaron los más pesimistas en 1997.

“El más importante ha sido la detención ilegal en Hong Kong de varios libreros y de un empresario”, apunta Bequelin. No en vano, la Declaración Conjunta firmada por Reino Unido y China contempla que las fuerzas de seguridad del gigante asiático no tienen jurisdicción en Hong Kong, que cuenta con sus propios cuerpos policiales, no así militares. “Se trata de una violación de ese acuerdo y así lo ha reconocido también, por primera vez en la historia, el Parlamento británico, que realiza un informe semestral para analizar el desarrollo de Hong Kong”, apunta el activista.

En total, en 2015 desaparecieron misteriosamente cinco editores y libreros especializados en publicaciones críticas con el Partido Comunista. Casi todos fueron detenidos en Hong Kong sin el conocimiento ni permiso de las autoridades de la Región Administrativa Especial, pero también hubo un caso en Tailandia.

Reaparecieron después, tras haber sido trasladados a China para su interrogatorio. Uno de ellos, Gui Minhai, de nacionalidad sueca, incluso fue obligado a reconocer un viejo delito –un accidente de tráfico– en una confesión televisada. Aún sigue en prisión.

“Mi padre está encarcelado sin acceso a un abogado”

Su hija, Angela Gui, criticó hace unos días en un artículo publicado por The Guardian el continuo ataque que sufren las libertades en Hong Kong. “Pronto mi padre habrá pasado dos años encarcelado sin acceso a un abogado o a los servicios consulares suecos, y sin tener contacto con su familia”, detalla Gui. Es un caso que refleja “la muerte del Estado de derecho en Hong Kong”, afirma la joven.

Gui también recuerda que seis candidatos en las pasadas elecciones al consejo autonómico –el Ejecutivo local– fueron vetados por Pekín, y que los dos 'localistas' del partido Youngspiration que sí lograron un escaño fueron finalmente privados de él por no leer correctamente el texto de la jura del cargo.

“La Declaración Conjunta se redactó para garantizar que ningún hongkonés tuviese que temer una llamada a la puerta a medianoche. Pero la realidad es que lo que ha sucedido a mi padre le puede pasar a cualquiera que las autoridades chinas quieran silenciar o llevar frente a su sistema de justicia”, sentencia Gui.

No es la única que teme por el futuro de Hong Kong. La multitudinaria Revolución de los Paraguas de 2014, liderada por grupos estudiantiles y partidos 'localistas' que luchan por defender la idiosincrasia de la ciudad, demostró durante los casi tres meses que duró la ocupación de varias calles del centro que el descontento va en aumento y es mayoritario entre la juventud.

Solo un 3% de los jóvenes se siente chino

La encuesta anual sobre identidad nacional de la Universidad de Hong Kong lo confirmó: solo un 3,1% de quienes tienen entre 18 y 29 años se sienten chinos, el porcentaje más bajo desde 1997. La cifra aumenta hasta el 21% si se incluye a toda la población de la ciudad, pero también los más mayores recelan cada vez más del gobierno central.

Mientras en 2008 un 53,1% de los hongkoneses confiaba en Pekín, en 2015 la tortilla había dado la vuelta y el 40% recelaba del gobierno que dirige el presidente Xi Jinping. Ahora cuenta solo con la confianza de un 35,2% de la población hongkonesa. Y Bequelin avanza que “la tensión con el gobierno central va a continuar creciendo rápidamente”.

El director de Amnistía Internacional en Extremo Oriente justifica su pesimismo con la frustración que provoca el incumplimiento de la promesa de unas elecciones democráticas libres y justas. “Es algo que está recogido en la Ley Básica (equivalente a la Constitución de Hong Kong), pero que no se ha materializado por completo. El Gobierno esperaba contar con una mayoría favorable a sus políticas y que eso asegurase un jefe del Ejecutivo proPekín. Como no ha sido así, han modificado las normas para introducir un filtro por el que pasen solo los candidatos que sean aceptables para el Partido Comunista. Eso no es democracia”, sentencia.

Bequelin continúa con una larga lista de agravios hacia Hong Kong: “La libertad de expresión está amenazada. Pekín tilda de separatistas opciones políticas razonables, y confunde la lealtad al país con la lealtad al Partido Comunista. Con la idea del patriotismo, el Gobierno lo que exige es lealtad política. Así, cada vez vemos una mayor politización de la Administración local, que antes era neutral. Es un clima que propicia la radicalización de las ideas políticas de quienes se sienten oprimidos, y nosotros constatamos que se está llevando a cabo una brutal persecución de activistas que luchan por ideales legítimos”.

La visión de China

Desde Pekín las cosas se ven de forma muy diferente. En vísperas de la conmemoración del 20º aniversario de la devolución a China, la prensa oficial y oficialista alaba la trayectoria que ha seguido la excolonia británica. Y utiliza para ello datos económicos. Una de las razones que más se esgrimen en China para afirmar que Hong Kong se ha beneficiado de su vuelta a la patria es el hecho de que eso le permitió capear el temporal que provocó la crisis financiera de Asia en 1997 y la crisis económica global iniciada en Estados Unidos hace una década.

“El principio 'un país, dos sistemas' ha sido un éxito total”, afirmó a la agencia de noticias Xinhua el director de la Oficina de Enlace del gobierno central en Hong Kong, Zhang Xiaoming. “El papel del gobierno central en la Región Administrativa Especial se está desarrollando de forma fluida. La soberanía se ha completado y la seguridad nacional se ha preservado. La integración de Hong Kong en China ha sido beneficiosa para ambos”, añadió. “Además, la población disfruta de un grado de libertad sin precedente”.

Por su parte, el diario Global Times, controlado por el Partido Comunista, ha publicado un artículo en el que incide en el aumento del comercio de Hong Kong con China. El hecho de pertenecer a la segunda potencia mundial, que hace 20 años ni siquiera pertenecía al grupo de los diez países más poderosos del mundo, se interpreta como algo positivo.

Sin embargo, ese poder recién adquirido es precisamente lo que Angela Gui considera un peligro. Sobre todo en lo que se refiere a la presión que puede ejercer la comunidad internacional para preservar las libertades de Hong Kong. “Theresa May a menudo enfatiza la importancia de los valores británicos en sus discursos. Pero el silencio de Gran Bretaña en relación con Hong Kong demuestra la facilidad con la que se olvidan esos valores. Me preocupan las implicaciones globales que tiene el que se permita a China saltarse un tratado tan importante. Y temo que en el futuro veamos muchos más secuestros como el de mi padre, porque el Reino Unido ahora solo habla de comercio”, sentencia.

Bequelin también considera que el ascenso de China es un arma de doble filo. “Se ha visto con el turismo, por ejemplo. Por un lado, supone la llegada de mucho dinero. Pero, por otro lado, que 60 millones de chinos del continente visiten Hong Kong cada año crea graves fricciones con la población local –una campaña contra ellos los equiparaba a una plaga de langostas–. Por otro lado, los establecimientos dirigidos a la población nativa mueren y el sector inmobiliario se ha convertido en una locura. Hong Kong es la ciudad más cara del mundo en el ámbito de la vivienda.

Además, la ciudad está perdiendo competitividad en asuntos vitales como la innovación o los puertos, y “los jóvenes se ven privados de oportunidades laborales, con sueldos bajos que impiden su emancipación”. Eso último explica que un 60% de los menores de 30 años tenga entre sus planes emigrar.

Por si fuese poco, Bequelin también considera que existe una estrategia del gobierno de Pekín “para sustituir a las elites económicas de Hong Kong por otras de la China continental”. Las estadísticas también demuestran que Hong Kong es cada vez menos relevante para el Gran Dragón. En 1997 suponía un 19% del PIB de toda China, pero ahora aporta solo el 2% y su peso continúa cayendo. Por todo ello, el representante de Amnistía Internacional resume su visión del futuro de Hong Kong haciendo un símil con un fenómeno meteorológico muy común en la excolonia: “Se avecina un tifón”.

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