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Tailandia vela la muerte de su rey bajo mordaza

Un hombre reza ante una fotografía del rey Bhumibol Adulyadej en un templo de Bangkok, el 18 de octubre. EFE

Laura Villadiego

Bangkok —

“Nuestra vida va a cambiar mucho. (Bhumibol Adulyadej) fue un gran rey. Sin embargo, ahora...”. Lek baja la mirada y se muerde los labios. No se atreve a seguir hablando. El profesor de música, cuyo nombre ha sido cambiado para preservar su identidad, había acudido el pasado jueves 13 de octubre al hospital Siriraj de Bangkok a llorar la muerte del que había sido su monarca durante siete décadas. Lek tenía, sin embargo, miedo a expresar sus dudas sobre el futuro de su país ahora que el venerado rey les ha dejado.

Los temores de Lek no son infundados. Tailandia tiene una de las leyes de lesa majestad más duras del planeta, que contempla penas de prisión acumulativas de entre tres y 15 años a cualquiera que “difame, insulte o amenace al rey, la reina, el heredero o el regente”, según dicta el artículo 112 del Código Penal del país.

La muerte del también conocido como Rama IX ha llenado las calles de Bangkok de almas vestidas de negro y blanco, los colores del luto en el país, pero también ha multiplicado las alarmas por la frágil libertad de expresión en un Estado gobernado por los militares desde el golpe de Estado de mayo de 2014.

“Avisamos al primer ministro Prayut Chan-ocha de que no utilice los cargos de lesa majestad para silenciar a periodistas o miembros del público, que son los más afectados por la muerte del rey”, aseguró Benjamin Ismaïl, director del departamento Asia-Pacífico de Reporteros Sin Fronteras, en un comunicado publicado justo después de la muerte del monarca.

La advertencia parece haber caído en saco roto. Tan sólo en la primera semana tras la muerte del Bhumibol, al menos 12 personas fueron puestas bajo investigación policial por lesa majestad, según datos proporcionados por la policía. El Gobierno ha sacado un comunicado en el que regaña a los periodistas extranjeros por su cobertura 'manipulada'. “Mientras que se ha informado de que miles de tailandeses se han reunido para llorar la pérdida del rey Bhumibol Adulyadej, el número real es mucho mayor del que se ha informado. Millones de tailandeses en todo el país se han reunido para llorar la pérdida del venerado rey”, asegura el escrito, que llamaba a esas informaciones “de naturaleza manipuladora y provocadora”.

El medio digital Khao Sod publicó que el Gobierno ha contratado a censores para controlar las emisiones de Al Jazeera y BBC, y que esta última ha sido bloqueada en ocasiones concretas por su cobertura de la muerte del monarca. Los censores identificaron durante los primeros días tras el fallecimiento del rey 60 medios cuyas informaciones consideraron “distorsionadas”, y bloquearon un 35% de ellos, según el viceprimer ministro Prajin Juntong.

Justicieros de la probidad ciudadana

Bhumibol era una figura clave para la sociedad tailandesa. La mayoría de los ciudadanos llamaba al monarca “padre” y su retrato cuelga no sólo en espacios públicos, sino también en casas y otros lugares privados. “Los medios extranjeros a menudo describen al rey como un factor de estabilidad en las turbulencias políticas del país. Él era mucho más que eso para nosotros”, explicaba la conocida periodista Sanitsuda Ekachai en un artículo de opinión del Bangkok Post. 

La monarquía no gozaba del mismo afecto popular cuando Bhumibol accedió al trono con tan sólo 18 años. Durante décadas, la maquinaria de palacio se engrasó para que un halo divino bañara a la figura real. “La monarquía es omnipresente”, asegura el académico especializado en lesa majestad en Tailandia, David Streckfuss, quien explica que, además de los retratos que cuelgan en las casas, cada día hay un programa especial sobre la realeza en todas las televisiones a las 8 de la tarde y que los niños “son adoctrinados” desde la guardería sobre las vidas de la monarquía. “Los libros de historia cuentan más sobre reyes y reinas que sobre las luchas democráticas en el país”, añade Streckfuss.

La misma adoración se tornó en lágrimas y silencio tras el anuncio de la muerte de Bhumibol. Poco después, algunos cambiaron sus llantos por rabia y se autoproclamaron como justicieros para castigar las ofensas al rey fallecido.

El primer incidente se dio un día después de su muerte, cuando varios centenares de personas encolerizadas se presentaron en una tienda de leche de soja en la isla sureña de Phuket para castigar al hijo del dueño, que supuestamente había escrito “comentarios antimonárquicos” en su Facebook. Unos días después, una mujer fue obligada a postrarse ante una fotografía del rey en la isla de Koh Samui tras insultar supuestamente al príncipe heredero.

Incidentes similares se han sucedido en las redes sociales. Uno de los últimos vídeos subidos a Facebook muestra a un individuo enseñando dos armas con las que promete castigar a los que hablen mal del rey. “¿Por qué difamar al rey? Me dan ganas de llorar. Si veo a esos groseros, les dispararé a todos”, decía el justiciero, según la página Khaosod.

El propio Gobierno ha alentado a la población a la “sanción social” y a que denuncien a otros conciudadanos ante las autoridades, aunque ha pedido que no se utilice la violencia. “No hay mejor manera de castigar a esas personas que sancionarlas socialmente”, aseguró el ministro de Justicia Paiboon Koomchaya.

La persecución es tal que incluso ha traspasado las fronteras del país. El Gobierno ha asegurado que ha pedido a otros estados que cooperen en la extradición de personas que hayan sido acusadas de lesa majestad. Uno de sus principales objetivos ha sido Aum Neko, una joven activista transgénero acusada en 2013, que se refugió en Francia después de que la junta militar la citara por sus actividades políticas tras el golpe de mayo de 2014.

Frágil libertad de expresión

La lesa majestad ha sido durante años una de las principales herramientas para controlar la frágil libertad de expresión de un país que se sitúa en el puesto 136º de 180 en el ranking de Reporteros Sin Fronteras. “Lo que me molesta de las leyes de lesa majestad en Tailandia es que se prohíbe literalmente a las personas, incluyendo los académicos, decir lo que observan o ven con sus propios ojos”, decía en un artículo Christine Gray, antropóloga que ha investigado durante décadas las estructuras de poder en Tailandia. 

Aunque la lesa majestad fue codificada por primera vez en el país a principios del siglo XX, no fue hasta 2006, tras el golpe de Estado que depuso al entonces primer ministro Thaksin Shinawatra y que agudizó el conflicto político que dura hasta hoy, cuando se convirtió realmente en un arma de represión política. 

“El número de casos en la última década se ha disparado hasta 15 veces en comparación a las dos décadas previas. Esta purga continuó tras el golpe de 2014, cuando el Gobierno militar ordenó medidas aún más severas con los casos de lesa majestad”, dice Streckfuss, quien asegura que ahora los casos son revisados por tribunales militares y que casi nunca se concede la libertad condicional.

Un informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) pone los números y asegura que mientras que solo seis personas estaban en prisión por lesa majestad cuando los militares tomaron el poder en mayo de 2014, a mediados de febrero de 2016, la cifra se había elevado a 53, casi nueve veces más.

La lesa majestad no es la única legislación que restringe arbitrariamente la libertad de expresión. Tailandia tiene así una de las pocas regulaciones sobre difamación del mundo que prevé, además de multas y reparaciones, penas de cárcel para aquellos que sean sentenciados por desacreditar a una persona o institución.

Fue esta legislación la que permitió en septiembre que el activista Andy Hall fuera condenado a tres años de prisión por escribir un informe sobre las duras condiciones laborales de los trabajadores migrantes en la empresa Natural Fruit. En su caso, como suele ser habitual en las sentencias más controvertidas en Tailandia, la condena fue suspendida.

En 2007, se aprobó la Ley de Delitos Informáticos, que permite a las autoridades bloquear o cerrar sitios considerados “dañinos” para el Estado y encarcelar a los autores de noticias y comentarios que atenten contra la “seguridad nacional”, así como a los responsables de los portales que alberguen tales contenidos. Ocurrió en casos como el de la periodista Chiranuch Premchaiporn, responsable del portal Prachatai, que fue condenada por comentarios realizados por otras personas en su página web. 

Desde la llegada al poder de los militares, se han aprobado nuevas leyes que van en contra de la libertad de expresión, como la orden 26/2014, que permite cerrar sin necesidad de una orden judicial cualquier web que llame a la “agitación social”, o la prohibición de organizar reuniones de más de cinco personas sin aprobación previa.

La deriva que tomará la ley de lesa majestad no está clara cuando acceda al poder el único hijo varón de Bhumibol y heredero al trono, Vajiralongkorn, que nunca se ha ganado el cariño de su padre. El que está llamado a convertirse en Rama X es conocido por sus excentricidades, como nombrar a su perro jefe del Ejército, o por sus escarceos amorosos, muy alejados de la rectitud de su progenitor.

Para Streckfuss, la muerte de Bhumibol significará probablemente un incremento en el uso de la lesa majestad. Los fanáticos del rey fallecido podrían tener problemas en aceptar la muerte del monarca y “oponerse a cualquier sucesor que sientan que no se iguala al último reinado”, mientras que “aquellos que han identificado la monarquía como uno de los principales obstáculos de la democracia, aunque sientan realmente la muerte del rey, querrán que la democracia sea lo primero en la agenda política”, explica el académico. Estos últimos, concluye, “serán las primeras víctimas de lesa majestad en el décimo reinado”. 

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