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Violaciones, palizas y torturas en Libia: de qué huyen quienes arriesgan su vida en el Mediterráneo

Jamal, de 23 años, de Mogadishu (Somalia) mira hacia el océano. Huyó de Somalia por amenazas de Al Shabab y fue encarcelado en Libia, de donde logró salir y escapar en barco a Italia en mayo de 2016.

Desalambre

Las cicatrices que Esther, una joven nigeriana de 28 años, tiene en su cabeza y en su brazo derecho hablan del infierno vivido en Libia. Las otras cicatrices no se ven. La pena tras perder el hijo que esperaba, el dolor de saber que su hermana murió por las palizas y los abusos que ambas sufrieron en el país africano. Esther pasó cinco meses encerrada en la prisión de Zawia, una ciudad costera a 40 kilómetros al oeste de Trípoli.

“Los hombres uniformados eran violentos e iban armados con barras de hierro, armas y palos. Pidieron dinero para chantajearnos. Me golpearon en todas las partes del cuerpo y me obligaron a colaborar en la violencia sexual perpetrada contra las otras mujeres”, recuerda la joven. “Perdí a mi pobre niño que estaba en mi vientre debido a las palizas. Perdí mucha sangre sin recibir ningún tipo de ayuda”, relata en un testimonio recogido por Oxfam Intermón.

Esther logró llegar a Sicilia tras arriesgar su vida en la ruta más mortífera del mundo, el Mediterráneo central. “La peligrosa huida de Libia a través del Mediterráneo no es una opción, sino una cuestión de supervivencia”, asegura la ONG en su informe Ya no eres humano, donde documenta “los horrores” que soportan a diario los migrantes y refugiados atrapados en el país vecino, sumido en el caos posgadafista. “Es un caldo de cultivo para las pandillas que secuestran, esclavizan y extorsionan dinero de los migrantes”, dicen.

El documento revela que el 80% de las personas entrevistadas a su llegada a Italia sufrió torturas y malos tratos en Libia, y todas las mujeres, a excepción de una, abusos sexuales.

“La celda estaba llena de cadáveres”

A Lamine, un chico senegalés de 18 años, lo capturaron y encarcelaron en una celda en Trípoli. “Me golpearon con un rifle en la cabeza. Empecé a sangrar y me desmayé. Cuando me desperté, pensé que estaba muerto. Había sangre por todas partes. Me vi en una celda con otras personas. La celda estaba llena de cadáveres”, asegura en el informe. “Vi a los soldados rompiendo la nariz de un tipo y golpeándolo tan seriamente en su cabeza que perdió sus ojos. A mí me rompieron el dedo y me cortaron en la pierna izquierda con un cuchillo”. Después de tres semanas, Lamine consiguió escapar por la ventana del baño.

El 74% de las 158 personas entrevistadas por Oxfam y sus organizaciones socias en Italia dice haber presenciado el asesinato o la tortura de alguno de sus compañeros de viaje. El 70% fue atado y más del 80% asegura que les negaron el agua y la comida con frecuencia. Como Chidi, otro joven de 18 años procedente de Gambia que permaneció tres meses en la prisión de Zuwarah en Sabratha. “Nuestros captores nos daban comida una vez al día”, comenta. “Me torturaron frecuentemente, me ataban las manos detrás de la espalda y las colgaban de una cuerda atada al techo”, recuerda.

Muchas de las personas entrevistadas, según Intermón, fueron capturadas por bandas que las encerraban en celdas subterráneas “para después ponerse en contacto con sus familias y pedir un rescate”. “Si no podías pagar los 1.500 dinares libios (unos 1.000 euros) te dejaban dentro y te golpeaban. Vi a cinco personas morir debido a la falta de alimento y a heridas de bala”, apunta Peter, un joven de 18 años, que fue encarcelado en una casa con 300 personas. Banna fue forzado a trabajar cuando los contrabandistas supieron que no podía pagar el rescate. “No tenía dinero ni familia a la que pedírselo. Me obligaron a hacer cualquier tipo de trabajo, a veces me llevaron a robar por la noche”, relata este gambiano de 28 años.

Otros fueron vendidos como esclavos a cambio de dinero. Mustafá dice haber sido testigo de ello. “29 de nosotros fuimos entregados a un libio que nos encerró durante unos 20 días en una pequeña habitación donde no había nada. Me hacían cocinar para los otros prisioneros. Un día vi a siete, tal vez ocho, personas obligadas a entrar en un coche. El hombre que conducía el coche dio dinero a los libios que los encarcelaron”, señala este hombre senegalés de 20 años.

El peligro no termina tras huir de los abusos. Este año, 2.240 personas han muerto en su intento de llegar a Italia por la ruta del Mediterráneo central, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Emmanuel, un chico de 19 años de Costa de Marfil, se embarcó desde Libia en un bote hacia el país europeo y vio cómo algunos de sus compañeros de viaje murieron en el intento.

“Nos hicieron salir por la noche y finalmente llegamos a la playa. Nos montaron a 135 en un barco de goma, conducido por un libio. Cuando nos alejamos de la playa, el barco ya estaba hundiéndose. Algunas personas murieron. Para cuando nos rescataron, la punta del barco se había desinflado completamente. El mar estaba muy agitado. Algunas personas se ahogaron al intentar subir al barco de rescate”, recuerda.

“Estos testimonios componen una imagen espeluznante de las vidas de las personas refugiadas y migrantes en Libia”, afirma Lara Contreras, responsable de Incidencia Humanitaria de Oxfam Intermón, en un comunicado. “Estas personas están escapando de la guerra, la persecución y la pobreza y, a pesar de ello, en Libia no hacen sino encontrar otro infierno. Es necesario anteponer a las personas”, sentencia. Esta nueva denuncia sobre los abusos en el país vecino se suma a las que vienen realizando desde hace tiempo numerosas organizaciones sociales como Amnistía Internacional o Médicos Sin Fronteras (MSF).

El apoyo a Libia se refuerza

Más de 95.000 personas han llegado a las costas italianas en lo que va de 2017 y la gran mayoría, alrededor del 97%, zarpó desde las costas libias. Oxfam publica su informe una semana después de la firma del código de conducta que el Gobierno italiano ha impuesto a las ONG que han desplegado barcos de rescate en el Mediterráneo. Aunque algunas como Proactiva Open Arms y Save The Children apoyaron el texto, también fue rechazado por varias organizaciones, entre ellas, MSF. En él, Italia prohíbe a las ONG entrar en aguas territoriales libias o utilizar luces para señalar su ubicación. Este lunes, Proactiva denunció que la Guardia Costera libia amenazó uno de sus barcos de rescate con disparos al aire para que se alejara hacia Italia.

Quienes sí podrán entrar en aguas libias son los patrulleros que Italia enviará para apoyar a los guardacostas libios y “controlar el flujo migratorio”. Esta misión naval fue aprobada la pasada semana en el Parlamento y ha recibido numerosas críticas, entre ellas las de Oxfam, que considera en su informe que “traerlos de vuelta” a las costas libias “crea un círculo vicioso donde las personas desesperadas intentan repetidamente escapar del abuso y la muerte, y las fuerzas europeas se lo impiden”.

En este sentido, la ONG alerta del riesgo que supone que miles de migrantes queden detenidos en “el infierno que es Libia” como consecuencia de las políticas europeas y recuerda el acuerdo firmado entre los gobiernos libio e italiano en febrero de 2017 y aprobado por los países de la Unión Europea en la Cumbre de Malta para reducir las salidas desde el país vecino.

Asimismo, asemeja la situación en el Mediterráneo central al acuerdo entre la UE y Turquía para disminuir la llegada de refugiados a las islas griegas a cambio de 3.000 millones de euros. “Efectivamente [Europa] subcontrata el problema empujando las fronteras de Europa a otros países”, concluye Oxfam en el documento. Por estas razón, reclama que la UE y los estados miembros no firmen acuerdos con Libia en esta materia, así como la puesta en marcha de una operación de búsqueda y rescate “con finalidad humanitaria” y la apertura de rutas más seguras y mecanismos legales de entrada en Europa como visados de trabajo estacionales y humanitarios.

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Nota: Los nombres utilizados en este artículo son ficticios con el fin de preservar la identidad de las personas entrevistadas.

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