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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La vajilla hecha con hojas de árbol para proteger a los bosques en peligro

Claudio Vietta, diseñador industrial en la empresa Leef.

Aldo Mas

En Latinoamérica, África y Asia se pierden unos 13 millones de hectáreas de bosque tropical al año, según estimaciones del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas inglesas). La actividad humana está esquilmando estos patrimonios únicos de fauna y flora del planeta. Con esta preocupante realidad en la cabeza trabajan el diseñador industrial Claudio Vietta y su equipo.

Vietta es el responsable de la empresa berlinesa Leef y alguien decidido a proteger esos espacios al tiempo que hace más sostenible el modo en que nos vamos de pícnic. El negocio de su start-up consiste en hacer platos de comida y envases con hojas de palmeras secas. Leef también trabaja sin ánimo de lucro en grandes festivales y eventos culturales.

Así, en la última edición del berlinés “Carnaval de las Culturas”, unas fiestas multiculturales que toman cada año el barrio de Kreuzberg, buena parte de los puestos de comida utilizaron los platos de la empresa de Vietta. Por cada plato que se vendió en esa ocasión, se protegía un metro cuadrado de bosque tropical.

“Alcanzamos unos 60.000 metros cuadrados sólo en ese evento”, dice Vietta a eldiario.es en las oficinas de Leef. Según sus cuentas, su empresa ya ha conseguido proteger unos 270.000 metros cuadrados. “No es mucho”, afirma con modestia.

Esta protección, Vietta y compañía la logran gracias a una cooperación con la ONG británica World Land Trust (WLT) o “Fondo Mundial de Tierras”. “Ellos buscan el espacio y lo compran, nosotros somos los que financiamos esa compra”, explica el responsable de Leef. “Luego el WLT da la parcela al estado del país en el que se encuentre obteniendo antes garantías para que se proteja ese territorio. Eso es algo que no podemos hacer nosotros con nuestros propios medios, por eso existe ese círculo entre nuestra compra, el WLT y el estado en cuestión”, añade.

Gracias a Leef, hay tierras protegidas en Argentina, Chile y Bolivia, según informa el directivo de la empresa: Allí es donde el WLT ha encontrado gobiernos que ofrecen suficientes garantías. “Hace falta un gobierno donde uno tiene la seguridad de que son responsables y de que puedes contar con ellos”, abunda Vietta, aludiendo a los Ejecutivos de Evo Morales, Sebastián Piñera y Mauricio Macri.

Vietta, a punto de cumplir los cuarenta años, vive ahora comprometido con la causa de su empresa. No siempre fue así. Antes, estuvo años desarrollando electrodomésticos y productos electrónicos en Hong-Kong “para los malos”, dice. Alude así a las compañías que desarrollan con marcas blancas bienes de consumo “hechos para romperse”, según sus términos. No es que aquello fuera cosa de la obsolescencia programada que sí se encuentra en otros productos. “Es que esos objetos están hechos con tanto ahorro, que uno debe e estar contento sólo por verlos funcionar”, explica Vietta.

Años produciendo basura

“Uno producía mucha basura”, abunda, aludiendo, por ejemplo, a tostadoras y lectores de DVD's tirados de precio que contribuyó a producir en sus días en Hong Kong. Vietta siempre fue alguien con cierta preocupación por el medioambiente. Probablemente por eso su experiencia en Hong Kong no duró. Y seguro que es por eso que ha lanzado Leef.

Todo empezó con un viaje a la India, donde vio comer con hojas de palmera secas. Éstas se encuentran en las bases de los árboles. Son las hojas que los árboles ya no necesitan. Ahí reside la idea de utilizar otros soportes para comer y para empaquetar los alimentos para llevar.

“En Hong Kong se siguen usando poliestireno para esas comidas. Pero si en una ciudad de ocho millones cada ciudadano utiliza una de estas cajas hechas de palmera, que se convierten en compost fácilmente, habríamos logrado algo sensacional”, sostiene Vietta, refiriéndose a uno de sus productos.

Los recipientes, platos, tenedores o cuchillos que produce su empresa en la India son fácilmente biodegradables. “Es verdad que existen otros materiales con los que se pueden hacer compost, como los plásticos orgánicos, pero éstos, como otros materiales, tienen otro problema y es que no se pueden dejar así como así en el medio ambiente, se tienen que procesar en un centro de compostaje primero”, aclara Vietta.

Con sus platos no ocurre lo mismo. Al contacto con el agua, durante unas horas, recuperan su forma y consistencia de hoja vieja camino de la putrefacción. “Se pueden devolver muy fácilmente al medioambiente”, asegura Vietta, mientras deshace sin esfuerzo con sus manos un bol de Leef que ha estado 24 horas en agua.

Más energía han puesto puesto en su compañía para lograr que en sus centros de producción en la India se respeten condiciones laborales dignas. Leef tiene un sello que garantiza que eso ocurre en las producciones de sus vajillas.

Un préstamo a la naturaleza

En Leef hablan del “principio de tomar prestado de la naturaleza” para describir el modo en que producen sus vajillas biodegradables. “Esta hoja se cae del árbol y se pudre fácilmente. Pero si en el proceso, se ha convertido en un plato o una bandeja, o lo que sea, eso da absolutamente igual. Nosotros tomamos un material del medio ambiente, le damos forma y luego se devuelve al medio ambiente”, sostiene Vietta.

Leef se ha especializado en dar forma a las hojas de las palmeras que, después de lavadas y expuestas a rayos ultravioleta para eliminar bacterias y otros microorganismos, ya se pueden usar a la hora de comer. Según las cuentas del responsable de la empresa, ésta ha producido ya varios millones de elementos de su particular vajilla.

Leef comenzó a funcionar con unos 15.000 euros reunidos gracias a un crowdfounding. Con ese dinero trajeron a Alemania 100.000 hojas convertidas en platos. Después buscaron sin éxito una mayor financiación con bancos. Finalmente, el dinero de dos inversores privados de “la economía verde” - según los términos de Vietta -, permite al pequeño equipo de este empresario desarrollar los productos de Leef y, cuando hay grandes eventos, trabajar sin ánimo de lucro en favor de la protección de los bosques tropicales.

“El metro cuadrado de bosque tropical cuesta unos cuatro céntimos, que es lo mismo que el margen de beneficio comercial que nosotros obtenemos en cada plato”, precisa Vietta. Un plato de plástico cuesta 5 céntimos, mientras que los de Leef valen 20 céntimos. Para los responsables de puestos de comida, 15 céntimos son una notable diferencia. Por eso él habla de la necesidad de “convencer” a estos clientes suyos.

Cambiar los productos que consume la sociedad

“Al responsable de un puesto de comida, de una empresa de catering o de un restaurante, le puede parecer poco convincente que nuestros platos sean más caros porque son biodegradables, pero tiene un efecto más duradero en la conciencia el hecho de que se compren para la protección de metros cuadrados de jungla tropical”, abunda Vietta.

Todos los transportes de la vajilla biodegradable de Leef se hacen por mar. Llegan en contenedores porque es el modo que menos huella ecológica deja. Vietta, que en su día estuvo al servicio de las marcas que trabajan sin reparos en los efectos del medio ambiente, parece ahora un hombre en paz con sigo mismo. “No podemos cambiar la sociedad con la actividad de una sola empresa, pero sí que podemos cambiar los productos que la sociedad consume”, dice sobre la perspectiva ecológica de Leef.

“Hacemos lo que podemos en nuestro pequeño ámbito de actuación para que después podamos volver a casa y mirar a nuestros hijos a los ojos pensando: 'hoy no he pasado siete horas en el trabajo haciendo una estúpida tostadora que se estropeará después de medio año'”, señala Vietta.

No siempre pudo decir lo mismo a sus dos hijos. Seguro que no lo decía cuando trabaja en Hong Kong. Para él, Leef parece ser una suerte de camino a la redención en el que, más allá de lo que pase con su conciencia, miles de metros cuadrados de bosques tropicales ya están protegidos.

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