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Análisis

La crisis del pisto manchego que no solucionará la ley para contener los precios del Gobierno

Una imagen de pisto manchego.

Belén Carreño

Casi siete euros. Esto es lo que vale, aproximadamente, hacer una receta de pisto manchego clásico (sin huevo) a los actuales precios de las hortalizas en una gran superficie de las de precios “reducidos”. El precio es inusualmente alto para una receta española conocida precisamente por ser asequible para el bolsillo y que suele valer casi la mitad.

El origen de esta burbuja del pisto está en la falta de producción debido al mal tiempo en el sur de España durante el arranque del año y en la presión de los mercados importadores, sobre todo Reino Unido, que no encuentran en sus estantes calabacines ni italianos ni españoles.

La dependencia británica de las exportaciones, habida cuenta de que es una isla, es muy elevada y la BBC o The Guardian ya han informando puntualmente a sus lectores de la crisis del calabacín y de la lechuga que azotan a los supermercados británicos. En tiempos de Brexit, la falta de estos productos está llevando a azuzar con un punto xenófobo las informaciones.

Esta subida de los precios ha coincidido en el tiempo con la de los precios de la electricidad, empujando el IPC español a su máximo de cuatro años hasta el 3%. Hasta mediados de mes no se conocerá el impacto concreto de las hortalizas en el indicador, pero en diciembre subieron un 7,7%. La repercusión aún será mayor en enero.

Precisamente, el alza de la inflación ha llevado a Economía a sacar del cajón su ley para la desindexación que aprobó el viernes el consejo de ministros con bombo y platillo. La medida está encaminada a desligar la subida de los precios de la subida de los salarios para evitar una espiral inflacionista. La medida no pondrá solución a los repuntes inesperados de los productos más volátiles como los alimentos frescos o la energía ya que actúa a posteriori. Es decir, una vez que la inflación ya se ha disparado lo que trata la ley es de evitar que esta subida de los precios se traslade al resto de la economía. Así, no queda claro cómo se protegerá el poder adquisitivo de los ciudadanos que siguen estando a merced de las subidas.


Precio en origen de tomate liso y calabacín

Fuente: Ministerio de Economía

Los motivos que empujan al alza estos alimentos tan volátiles como la energía o la comida suelen ser exógenos, esto es, dependen de las importaciones y exportaciones en un país tan abierto como España. Según portales especializados del sector agrario, hace apenas un año, España exportó su récord de calabacines con 317 millones de kilos, pero con el precio más bajo de las últimas cuatro campañas, poco más o menos que a 0,79 euros el kilo.

Francia y Alemania son los primeros países compradores de calabacín, seguidos de Reino Unido que en la anterior campaña compró 38,5 millones de kilos.

Cuando hay un problema como el actual, la presión de fuera (y de dentro) sobre la oferta de productos es muy alta y dispara el precio. En el caso de la luz, la demanda de Francia influyó también en el encarecimiento de la factura.

La volatilidad de los productos frescos lleva a oscilaciones inesperadas en el precio. En septiembre, Asaja (organización patronal de los agricultures) había denunciado que la caída del precio de esta hortaliza había llevado a muchos productores a replantearse la temporada y arrancar la producción para plantar otros alimentos con más rédito. En apenas tres meses la perspectiva ha virado drásticamente, y lo que hay es escasez de producto, que está por las nubes.


Precio en destino de tomate liso y calabacín

Fuente: Ministerio de Economía

Sin embargo UPA, otra organización de pequeños agricultores, asegura que el precio en origen ya se ha normalizado pero que son los supermercados los que mantienen el precio por las nubes.

“Alguien se está forrando” con las hortalizas, ya que su precio en los supermercados “sigue siendo carísimo” y, sin embargo, “el precio que reciben los agricultores se ha desplomado”, aseguran desde la organización. “En los supermercados la berenjena y el pimiento verde italiano rondan los 3,5 €/Kg, el calabacín está cerca de los 4 €/Kg y el tomate pera se acerca a los 2 €/Kg. El agricultor los cobra a 1,70 €/Kg, 1,5 €/Kg, 1,15 €/Kg y 1,25 €/Kg respectivamente”, denuncian los agricultores.

De nuevo, hay sospechas sobre la manipulación en el mercado o la posibilidad de que unos pocos estén ganando de más. Sospechas similares se vertieron también en el caso del precio de la electricidad.

Como sucederá con la luz, en los próximos meses se moderará la subida del precio de las hortalizas. Pero la cuesta de enero se habrá hecho más empinada que nunca para los consumidores y eso pese a que las rebajas en el textil habrán tirado de la inflación a la baja. Una subida inopinada para la que hay poco remedio y para la que la nueva ley no tendrá efecto. Es el mercado y sus manos... invisibles.

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