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El uso de robots toma fuerza con el coronavirus mientras avanza el miedo laboral en los humanos

Fábrica de automóviles de robots.

Aldo Mas

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En tiempos de pandemia, mantener la distancia de seguridad entre trabajadores se ha convertido en un requerimiento básico. La vuelta a la actividad de las empresas está marcada por cuidar ésta y otras medidas clave para luchar contra la propagación de la COVID-19.

En este contexto, al mundo empresarial no se le escapa que la robotización y la automatización implica prescindir de unos trabajadores que potencialmente sirven como vectores para el SARS-CoV-2, el virus de la pandemia. De ahí que hace unos días en las páginas dedicadas al mundo de la empresa del periódico conservador alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung se presentara a los “cobots”, los robots diseñados para interactuar con seres humanos en el lugar de trabajo, como los “ganadores” en esta crisis.

En Alemania, un país altamente industrial, hay un sector al que debe interesar especialmente este tipo de noticias, el aquí llamado “Mittelstand”. Ese nombre recibe en Alemania el complejo tejido de pequeñas y medianas empresas que se estima emplea a algo más de la mitad de toda la población. “El potencial de los robots ligeros en el Mittelstand es enorme”, decía en la citada información del Frankfurter Allgemeine Zeitung Helmut Schmid, responsable en Alemania de la empresa danesa de robótica Universal Robots.

Según datos de la Federación Internacional de Robótica (IFR), organización que representa a los actores de esta industria a través de su sede en Fráncfort, el volumen de negocio de las empresas dedicadas a los robots iba al alza antes de la pandemia. Alcanzaba los 11.530 millones de euros anuales. El frenazo económico que ha supuesto la paralización de la economía global por culpa de la COVID-19 también debería notarse en este sector. Pero el coronavirus no va a dejar únicamente efectos negativos para los fabricantes de robots.

Carl Benedikt Frey, director de estudios sobre el futuro del trabajo en la Oxford Martin School de la prestigiosa Universidad de Oxford, piensa que los robots tienen ante sí una gran oportunidad para incorporase todavía más al mercado de trabajo. “La robótica está ante una gran oportunidad”, dice Frey a eldiario.es.

“La COVID-19 va a acelerar la robotización por varios motivos. El primero es que las empresas van a tratar de reducir costes durante la crisis. La automatización es una manera de hacer esto. Segundo, los consumidores en este contexto de crisis también tienden a ser más cautos. Esto significa que consumirán productos más baratos y servicios más baratos, que suelen ser los que se sirven de la automatización”, explica este investigador.

Frey también es el autor del libro The Technology Trap (Ed. Princeton University Press, 2019) o La trampa de la tecnología, un volumen en el que se analiza, entre otras cosas, la evolución de la ya larga relación entre trabajo, trabajadores y automatización. Esa relación suele estar marcada por épocas de violencia y desconfianza ante las labores que desempeñan las máquinas.

Frey habla de los miedos y la ansiedad que despiertan los avances tecnológicos aplicados al mundo laboral en un contexto de crisis económica. La automatización suele significar la desaparición de puestos de trabajo. Si el mercado laboral no ofrece otros empleos, aparece la aversión y la violencia contra las máquinas.

“Si pierdes el trabajo en un momento en el que el mercado está bien, en una ciudad donde hay muchas alternativas laborales, uno tiene muchas otras oportunidades laborales que explorar. Pero si pierdes el trabajo en una recesión, en un contexto en el que las economías, la de tu país y la de los países vecinos, van mal, es decir, en un contexto donde no hay trabajos disponibles, perder el trabajo por culpa de una máquina supone quedarse una situación peor”, sostiene Frey.

Así, a cuenta del Ludismo, el movimiento que destruía la maquinaria de la revolución industrial en el Reino Unido en el siglo XIX, Frey apunta que esos ataques tuvieron lugar “mayormente durante la guerra napoleónica, cuando Napoleón truncó el comercio entre el continente y las islas británicas”. “La gente perdió entonces opciones laborales”, comenta el director de estudios sobre el futuro del trabajo en la Oxford Martin School.

Efectos perversos de la automatización

Escenarios como ese, de rebelión de trabajadores contra las máquinas en contextos de crisis económica, se han repetido a lo largo de la historia. Frey menciona, entre otros, los días de La Gran Depresión del siglo pasado.

De ella se salió en buena medida en Estados Unidos con una Ley de Recuperación de la Industria Nacional, un documento que formó parte del New Deal que “incluía restricciones en el uso de maquinaria”, explica Frey. “De hecho, hubo esfuerzos para limitar el ritmo de la automatización durante La Gran Recesión”, recuerda este investigador.

De acuerdo con las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mundial se contraerá en 2020 un 3%. También en el FMI dicen que la crisis de la COVID-19 pondrá la economía mundial en una situación nunca vista desde tiempos de La Gran Depresión. Para Frey no hay dudas de que esta circunstancia “va a exagerar los miedos ante la automatización”. De hecho, hace unos días firmaba un editorial en el prestigioso diario británico Financial Times cuyo título aseguraba: “La COVID-19 aumentará el miedo a la automatización”.

Según Frey, este miedo tiene tratamientos. Por eso deja caer algunas ideas como “una renta básica temporal”, un “subsidio de desempleo europeo” o un “impuesto negativo sobre la renta”, como el que propusiera en su día el Premio Nobel de Economía estadounidense Milton Friedman. Según esta última idea, el estado daría dinero a los ciudadanos garantizando unos ingresos mínimos. Pero en este sistema se “incluyen incentivos para encontrar trabajo” a quien se le aplica dicha 'tasa negativa', recuerda Frey.

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