“Los partidos ultraderechistas tenían antes programas económicos liberales, ahora quieren un mayor reparto del bienestar pero sólo para los nacionales”
El populismo es tan diverso como formas adquiere la economía capitalista. Esa es una de las conclusiones que el reputado politólogo alemán Philip Manow (Hamburgo, 1963), profesor de ciencias políticas en la Universidad de Bremen, presenta en su último ensayo. El volumen está dedicado al fenómeno populista y se titula Die Politische Ökonomie des Populismus (Ed. Suhrkamp, 2019) o “La política económica del populismo”.
En él, Manow analiza priorizando lo económico el fenómeno que se esconde tras el auge de Donald Trump en Estados Unidos o la irrupción del Vox de Santiago Abascal en España. Manow advierte de que se ha desatendido, en general, la importancia de la economía a la hora de explicar el populismo y sus consecuencias. Sin embargo, es obvio para él que existe una relación entre capitalismo y populismo. A su entender, existen diferentes tipos de capitalismos que engendran diferentes tipos de populismos.
En Europa, predomina el populismo de ultraderecha. “Europa es la única región del mundo donde existen estados de bienestar muy desarrollados. Éstos son propensos a recibir inmigración. Y esto fortalece en general a las protestas de la ultraderecha”, explica Manow en esta entrevista con eldiario.es.
¿Qué motivo ve usted para explicar el actual auge del populismo?
En las últimas décadas ha habido una intensificación muy fuerte de la globalización. La aparición de un actor como China ha puesto bajo mucha presión al mundo occidental. La globalización, al mismo tiempo, también ha multiplicado el movimiento de personas. No es sorprendente que los movimientos contra estas dos tendencias se hayan hecho también más intensas.
Mirando el mapa político europeo, uno observa que hay una mayoría de partidos populistas de ultraderecha al alza. ¿Por qué?
Europa es la única región del mundo donde existen estados de bienestar muy desarrollados. Éstos son propensos a recibir inmigración. Y esto fortalece en general a las protestas de la ultraderecha. Porque el populismo de ultraderecha es un fenómeno que surge por cuestiones como el libre movimiento de las personas o el reparto del bienestar.
¿Por qué cree necesario analizar un fenómeno como el populismo a la luz de lo que dice la política económica?
Tengo la impresión de que en el debate sobre el populismo a nivel internacional ha sido desatendida la importancia de la economía. Esto implica que es difícil ver de verdad lo que se observa cuando se tiene ante sí el fenómeno populista. Por ejemplo, suele decirse que el populismo se debe a ciudadanos que están enfadados por una cuestión de resentimiento. Hay que ver de dónde sale ese sentir. No tiene sentido señalar que hay ese comportamiento sin interrogarse sobre los orígenes de ese sentimiento.
Se describe al votante de partidos populistas como los así llamados 'perdedores de la globalización' o 'perdedores de la modernización'. Es decir, son gente que económicamente está sufriendo porque no son empleables o porque sólo tienen trabajos precarios, o gente que tienen problemas, por ejemplo, con la existencia de mujeres emancipadas o con los inmigrantes. Pero esa descripción, en el caso alemán, por ejemplo, no encaja del todo. En Alemania, desde 2005, el paro se ha divido por dos, y eso no ha evitado el auge del populismo.
Usted lo que viene a decir en su libro es que hay una relación entre populismo y capitalismo.
Sí, esa es la tesis principal. Pero hay diferentes tipos de capitalismo. No tiene sentido hablar de un solo capitalismo. Hay un capitalismo anglosajón, muy liberal; otro escandinavo, con aspectos que lo hacen más socialdemócrata, porque hay muchos impuestos y un estado de bienestar muy sólido. Hay también un capitalismo continental. El alemán es un ejemplo. Está muy centrado en la exportación, es muy productivo y no está tan centrado en mantener el estado de bienestar. Y luego está el capitalismo del sur de Europa, que es el que tienen Portugal, España, Italia, Grecia y, en parte, Francia. Estos capitalismos son diferentes, en lo que respecta a asuntos como el mercado de trabajo o la concepción del estado de bienestar. Esos países tienen diferentes problemas socio-económicos y, por eso, tienen también diferentes tipos de populismo.
¿En qué se diferencian entonces el populismo del sur de Europa y el del norte?
El populismo en el sur de Europa surge porque hay una protesta ante los problemas con la globalización de bienes y servicios de la región. Mire, por ejemplo, en las consecuencias de la crisis del euro. El populismo en el sur de Europa se ha situado siempre contra la austeridad, contra el neo-liberalismo o la Troika. Al menos en base a eso surgieron fenómenos políticos como Syriza, Podemos, o el Movimiento Cinco Estrellas. Sólo desde hace muy poco existen movimientos populistas en el sur de Europa como los típicos del norte europeo.
El norte de Europa no tiene problemas con esa globalización de bienes y servicios. Al contrario, es la clave de su éxito. Pero en el norte de Europa surge una protesta populista contra la inmigración por la preocupación de lo que pueda suponer la inmigración al estado de bienestar. Durante mucho tiempo, el sur de Europa no tuvo problemas con la inmigración, principalmente porque los inmigrantes tenían pocos derechos en los países del sur o porque esos inmigrantes viajaban simplemente hacia el norte de Europa.
¿Hasta qué punto se mantiene hoy día esa situación?
Esa situación ha cambiado recientemente, por eso vemos ahora movimientos de ultraderecha en el sur. Esa migración del sur al norte de Europa ha dejado de tener lugar, al menos del modo en que ocurría hasta en 2015. Por eso, la inmigración se ha convertido en una cuestión especialmente problemática para los países del sur de Europa. Ahora la presión migratoria crece sobre España porque Italia ha cerrado al máximo su política de inmigración. Esto plantea que la inmigración sea un problema tal y como la presentan los partidos de la ultraderecha populista.
¿Es el populismo consecuencia del capitalismo o una respuesta al capitalismo?
Depende del populismo del que hablemos. Si hablamos de Alternativa para Alemania (AfD), este partido tiene claro que el bienestar del país depende de la apertura del país al comercio internacional. No es un partido crítico con el capitalismo. Si uno habla de otros partidos, como Syriza o Podemos, entonces la crítica al capitalismo está ahí.
Uno de los aspectos que usted señala del capitalismo del sur de Europa es su clientelismo. ¿Es el factor que más lo define?
No es el factor principal. Hay otros factores que tienen que ver con la historia de esos países que son más importantes. En todos ellos hay una izquierda fragmentada que ha experimentado mucha represión por culpa del totalitarismo. Esto puede observarse en la España de la guerra civil, donde había una izquierda fragmentada, con una parte orientada a la revolución. En esos países, el movimiento de los trabajadores siempre estuvo fragmentado. Esto tiene muchas consecuencias.La primera es que, en general, en estos países la izquierda gobierna en contadas ocasiones. Basta ver las largas dictaduras de Franco o Salazar en España y Portugal para darse cuenta.
Esa falta de gobierno de la izquierda determina cómo es el estado de bienestar, por ejemplo. También tiene consecuencias sobre el movimiento sindical y cómo es el mercado laboral. En estos países no existe una parte tan grande de actores económicos orientados hacia la participación de la economía global. Puede que los haya, pero lo decisivo en estas economías es que el crecimiento económico está basado en la demanda interna, no tanto en la exportación, como ocurre en Escandinavia o Alemania.
Sitúa usted a partidos como Syriza o Podemos en la corriente populista de izquierdas, una corriente típica de los países del sur de Europa, según se lee en su libro. Pero ahora en España ha surgido con fuerza Vox, un partido con el perfil típico de la ultraderecha europea. ¿Cómo ve usted este fenómeno?
Hasta hace muy poco uno observaba que la ultraderecha en el sur de Europa no existía realmente. Había partidos de extrema derecha, pero no de un modo comparable a los casos del norte europeo. Lo que ha ocurrido, en Italia, es que la Liga Norte ha pasado de ser un partido regionalista a ser un partido de ultraderecha populista. Vox aparece con fuerza en diciembre del año pasado, es un fenómeno muy reciente. En el norte de Europa, este tipo de partidos tiene una presencia tradicional en el espectro político. Piense en el Partido Popular Suizo (SVP) o el Partido Popular Danés (DF), que existe desde finales los años 70.
¿Existe entre los partidos populistas una determinada política económica?
Los populistas de ultraderechista eran, al principio, muy liberales. Casi neo-liberales, como ocurría con la AfD de sus inicios en Alemania o el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), el antes llamado Frente Nacional en Francia [ahora Agrupación Nacional] o el Partido por la Libertad (PVV) holandés. Todos deseaban que hubiera una menor participación del estado en la economía. Pero eso ha cambiado en los últimos años.
Muchos de estos partidos, antes con programas liberales en lo económico, tienen ahora una programática más cercana a la izquierda, con aspiraciones a que haya un mayor reparto del bienestar pero sólo para los nacionales, no para los inmigrantes. Esto se ve en AfD, también en la Agrupación Nacional de Marine Le Pen o en los Demócratas Suecos. Todos representan en parte a “perdedores de la globalización”, y éstos quieren, claro está, que haya un estado de bienestar fuerte.
Suelen acabar hablando estos partidos de la “prioridad al nacional” en lo social. ¿Cómo de cerca estamos del nacional-socialismo?
No creo que tengamos al fascismo ante nosotros con estos partidos. No vivimos en un tiempo en el que la amenaza sea tan inminente. Aunque en el debate, claro, la presencia en el discurso de esos partidos de elementos “nacional” y “social” lleva a calificarlos de “nazis”. Eso forma parte del debate público.
También ha habido una clara evolución en partidos como Podemos en España o Syriza en Grecia. Hay quien dice que esos partidos se han “socialdemocratizado”.
Es cierto. Syriza, sobre todo, ha cambiado mucho. Se ha convertido en lo que antes fue el PASOK. Tal vez ocurra lo mismo con el Movimiento Cinco Estrellas o Podemos. Cuando llega la responsabilidad del poder, lo que antes escandalizaba en la oposición deja de escandalizar.