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Elecciones otra vez... Y las cuentan, a su manera, Barbijaputa, Mariola Cubells, Edu Galán, Lucía Lijtmaer y José Antonio Pérez.

Entrevista (falsa) a Pablo Iglesias

Jose A. Pérez Ledo

El equipo de campaña de Unidos Podemos acepta que me reúna con Pablo Iglesias, pero me informan de que se me comunicará la ubicación exacta media hora antes del encuentro. El jueves a las 11:30 recibo un whatsapp de Errejón con unas coordenadas. Las introduzco en el GPS y llego a un descampado, en plena sierra madrileña. Sospecho que se trata de un error, pero, al poco, Iglesias aparece montado en un corcel blanco, con una camisa igualmente blanca y desabotonada. Resplandece.

¿Eres el tío del diario.es?

Sí.

Yo soy Pablo Iglesias. Quizá me conozcas por mis apariciones televisivas o por haber acabado, yo solo, con la cultura de la Transición.

Sí, señor Iglesias, le… eh… le reconozco.

Por supuesto. ¿Me hacías más alto?

No sé. Como está montado en un caballo, pues…

Entiendo, entiendo. Vamos, es mi hora de hípica. Tienes permiso para seguirme a pie.

¿Cómo?

Iglesias azuza al caballo, que empieza a trotar. Yo camino deprisa tras él.

Señor Iglesias, esto es un poco incómodo.

Para ti sin duda, pero cada cual tiene su cruz. Yo también tengo la mía, que no te engañe mi aparente perfección. No sabes lo solo que se está en la cima, no puedes imaginarlo siquiera. Algunas noches me quedo postrado en la cama y pienso “tengo 37 años y ya he conseguido todo a lo que aspiraba”. ¡Qué fácil y vacuo me parece todo en esos momentos, periodista!

¿No aspira a ser Presidente del Gobierno?

Eso ya lo doy por hecho. Es pasado. Yo estoy pensando en lo siguiente, en mi próximo reto. Soy una mente inquieta, un torrente de proyectos. Yo bullo, ¿sabes cómo te digo?

Sí.

Bullo.

Bulle.

¿Sabes qué me gustaría hacer en el futuro?

¿Qué?

Ser Papa.

¿Papa de Roma?

No eres muy espabilado, ¿eh? Claro que Papa de Roma, ¿acaso hay Papas en otra parte?

No, es verdad, perdón.

Me encanta todo ese rollo del pan de oro y los tronos y los gorros. Los gorros sobre todo. ¿Sabes ese que lleva a veces el Papa, el que es como un pene dorado enhiesto hacia el Señor?

Sí.

Me flipa. Siento que me define muchísimo. Eso es lo que busco siempre en una prenda textil, que me defina. Cuando voy de compras, a lo mejor me quedo mirando un pantalón y me pregunto: “¿es este pantalón pabloiglesias?”

Ajá.

¿De qué te estaba hablando?

Del gorro del Papa.

¡Ah, sí! Intenté pillármelo en Amazon, pero no lo venden.

Vaya.

Sí, una mierda. Y yo no estoy muy acostumbrado al rechazo, ¿sabes?, así que creo que intentaré ser Papa solo por ese gorro.

Le deseo mucha suerte. Dígame, ¿quiénes son sus referentes?

Los hermanos Wright.

¿Los del avión?

No, los del microondas. Dios, en serio, ¿te tiras a Escolar?

Perdón.

Los hermanos Wright, sí. Son mi faro.

¿Por qué?

Eran dos tíos feos, bajitos y de tórax estrecho. Pero, ¿sabes qué?, no se rindieron. Fueron ambiciosos. La gente les decía: “el hombre no puede volar”, ¿y qué respondían ellos? “Los cojones”, eso respondían. Se pusieron a pensar y a estudiar hasta que un día, ¡bum!, inventaron el avión. Yo también tuve una juventud terrible. Bebía, fumaba porros, votaba al PSOE… Estaba destinado al nihilismo o, qué sé yo, a Izquierda Unida, pero entonces tuve una epifanía. Una mañana abrí los ojos y me dije: “Voy a salvar a España de sí misma”. Y lo hice. Así somos los prohombres.

Oiga, me gustaría saber qué encuestas internas manejan ustedes de cara a las elecciones.

Esas movidas las lleva Íñigo.

¿Y usted no sabe nada?

Nada de nada. Nosotros somos como los hemisferios del cerebro, él es el racional, yo soy pura pulsión. Yo no necesito números, me basta con salir a la calle y respirar. Yo huelo España, la percibo. Soy como un mutante, soy un puto hombre X. Me planto en la acera, cierro los ojos y me digo: “España necesita esto o España necesita lo otro”.

¿Y qué necesita España?

Un líder con un talento y una inteligencia fuera de serie y que sea, sobre todo, humilde. España me necesita a mí.

Hay quien lo considera excesivamente egocéntrico.

¡Ja! ¿Has oído eso, Pablo Iglesias? ¡Este periodista te llama egocéntrico!

No, me… Me habré expresado mal. Solo me hago eco de algunas opiniones.

Te diré lo que pasa, periodista. Alguna gente confunde el carisma con el ego. Me ven en televisión y dicen: “le odio”, ¿pero sabes lo que están pensando en realidad? Están pensando: “¿por qué yo no puedo ser como él? ¿Por qué, por todos los demonios, él tiene tanto y yo tan poco?”

Entonces no asume que tiene un problema de ego.

Si tengo un problema es el exceso de humildad. Piense en Richter. El tío midió un terremoto y ¿cómo lo llamó? Escala de Richter. ¿Y Pasteur? Lo único que hizo fue calentar la leche, que ya ves tú, y ahí lo tienes: pasteurización. Lo que te quiero decir es que yo podría haber llamado a mi partido “Pablo”, pero no lo hice. Reflexioné y me dije: “Pablo”, porque yo me hablo a mí mismo como si fuese otra persona, me dije: “Pablo, sé humilde”. Y así es como nace Podemos. Algún día lo leerás en los libros de Historia.

Señor Iglesias, creo que me está dando el flato.

Entonces me temo que la entrevista acaba aquí.

¿Y no podría…?

¡Galopa, hermoso corcel! ¡Que nada se interponga en tu trote! ¡Yijaaaaaa!

Iglesias azuza su montura, que se aleja de mí a toda velocidad. Yo me hago un ovillo en el suelo, escupo un par de veces, y, a los cinco minutos, vuelvo caminando hasta mi coche.

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