Muchas 'influencers', pero poca eficacia: qué hay tras el 'boom' de los suplementos para el pelo

¿Sirven realmente los omnipresentes suplementos capilares?

María Zuil

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Concentrados en cápsulas, en botes bebibles y hasta con forma de gominolas. Que evitan la caída del pelo, le dan brillo, fortalecen las uñas o prometen otorgar más luz y suavidad a la piel. 

Sea cual sea la fórmula, es difícil que alguno de estos complementos vitamínicos no te haya aparecido en Instagram o TikTok. A veces, se cuelan entre los Stories como contenido patrocinado, especialmente en perfiles de mujeres. Otras, son publicaciones de famosas e influencers que dan cuenta de sus, dicen, múltiples beneficios desde que los toman. Personalidades como Kim Kardashian, Malena Costa o María Pombo han posado con alguno de estos productos en sus redes sociales. 

Pero, ¿cómo son de efectivos estos complementos que aseguran dar una segunda vida a pelo y piel? ¿Puede lograrse realmente una mejora sin el diagnóstico de un especialista y desde casa? 

Olistic, Lashilé, Happy Hair, Sugarbearhair, Luxmetique… La lista de los denominados 'nutricosméticos' es larga pero, según los expertos, la visibilidad de estos productos no es proporcional a su eficacia, y tampoco han llegado descubriendo nada nuevo: “Son derivados que ya se conocían, bastante similares entre sí, con principios activos que se consideran naturales”, considera el dermatólogo Gustavo Garriga consultado por este periódico. Según explica, este tipo de productos son los que menos eficacia suelen reportar en los estudios, pero es de los pocos que se pueden vender sin receta, por eso para una persona que no puede acceder a un dermatólogo es una salida. “De ahí deriva su éxito, de que lo puedes hacer desde casa, pero es muy importante tener un diagnóstico de base”, añade.

Su éxito deriva de que lo puedes consumir en casa [sin receta], pero es muy importante tener un diagnóstico de base

Gustavo Garriga dermatólogo

“Tú puedes notar que se te cae el pelo pero puede ser por muchas patologías diferentes. En algunos casos se podrá controlar bien con vitaminas, como en la caída estacional porque es transitoria, pero en otras alopecias estos productos no lo controlan y el problema es que se toman para cualquier cosa”, considera el médico.

Óscar Muñoz, miembro de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV) apunta también a la escasa eficacia científica que existe al respecto: “No son muy útiles para lo que se piensa que lo van a ser, porque las causas de la alopecia suelen ser genéticas. Si te estás quedando calvo, no te va a hacer daño, pero tampoco te va a ayudar en nada”. 

La alopecia androgenética es la más común, con un 90% de los casos de pérdida de pelo, y los suplementos a base de proteínas o vitaminas poco pueden hacer para aliviarla. “La calvicie en los hombres o la poca densidad en la zona de la raya en el caso de las mujeres no viene de un déficit de vitaminas. Esto solo ocurre en personas desnutridas, que es algo que vemos raramente”, apunta el dermatólogo. 

Cóctel de principios activos

Vitamina E, C, ácido hialurónico, B-Complex, biotina… Normalmente estas marcas recogen en sus webs estudios científicos que avalan la eficacia de los principios activos que utilizan. Pero eso no significa que el producto en cuestión vaya a tener la misma concentración que la de los estudios que usan como aval. O incluso que mezclados con otros vayan a seguir funcionando. “Una cosa es decir que lleva B12, por ejemplo, y otra que esa mezcla sea eficaz. La eficacia por separado de los principios activos no asegura que al final el resultado sea igual. Yo lo que valoro es que hayan hecho estudios del producto final”, explica Garriga.

A veces cuentan con testimonios de doctores como forma de aval médico, una actividad que suele estar remunerada, o aportan sus propios resultados en laboratorio (o directamente se autodenominan 'laboratorios de nutriestética'). Pero a diferencia de los estudios que avalan a los medicamentos, estos no son revisados por pares, es decir, por otros científicos ajenos a la investigación que certifican que su metodología ha sido correcta y no existen conflictos de intereses.

Algunas de estas marcas recogen en sus webs estudios científicos que avalan la eficacia de los principios activos que utilizan, pero eso no significa que el producto en cuestión tenga la misma concentración

Por eso se comercializan como cosméticos y no como medicamentos, que tienen una legislación mucho más laxa a la hora de poner productos a la venta. Básicamente, basta con que la empresa demuestre que su consumo no supone un perjuicio, y no tanto que resulte eficaz, algo que sí deben garantizar los productos farmacológicos. 

“Las vitaminas no suelen ser peligrosas si no se toman en grandes dosis, son vitaminas hidrosolubles que tal cual las tomas, las orinas. Orinan euros, básicamente”, explica Muñoz. Y añade que, igual que los sérums o los champús, pueden mejorar transitoriamente el aspecto del pelo, pero en cuanto deja de consumirse, el problema volverá, porque al fin y al cabo no lo soluciona. “No te van a hacer mal, pero no van a solucionarte el problema”. 

Aun así, no es difícil encontrar decenas de testimonios y reseñas en redes que aseguran haber notado un notable cambio en su pelo o su piel tras empezar a tomar este tipo de productos, algo que, en los casos en los que se trate de personas reales, puede que sea cierto, pero no por mucho tiempo. “Estéticamente los productos tópicos pueden ayudar algo, porque el pelo a nivel microscópico chupa, se puede poner más turgente porque se engruesa. Pero en bebibles o comprimidos no hay mucha evidencia, porque proteínas como el colágeno, según llegan al estómago, se degradan”, explica Muñoz.

Más caros que los fármacos

Aunque estos nutricosméticos no puedan generar perjuicio (salvo que se tomen por encima de las dosis recomendadas), sí tienen efectos en el bolsillo. Olistic, una de las marcas con más presencia en Instagram por el desembolso en publicidad y la promoción que muchas influencers (o embajadoras) hacen de sus botes bebibles, cuesta 50 euros para el tratamiento de un mes. Recomiendan usarlo al menos durante seis meses para ver sus efectos, y luego mantenerlo de forma continua o haciendo descansos temporales. Esto hace que el tratamiento salga, como mínimo, por 300 euros. Lashilé, otra de las que más presencia en redes, tiene packs de gominolas en forma de estrella para el pelo, la piel o para perder peso entre 25 y 30 euros para un mes. Muy similar es Happy Hair, también en gomitas pero en forma de corazón, que se venden en packs de 30 euros para 30 días.

Las vitaminas no suelen ser peligrosas si no se toman en grandes dosis, son vitaminas hidrosolubles que tal cual las tomas, las orinas. Orinan euros, básicamente

Óscar Muñoz dermatólogo, miembro de la AEDV

En los tres casos el coste es mucho mayor que el de tratamientos aprobados por la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios y con una eficacia ampliamente demostrada. Por ejemplo, el minoxidil, un producto tópico para la alopecia, tiene un coste de unos 15 euros al mes; el ketoconazol ronda los tres euros para la misma duración (también tópico) y la finasterida, una pastilla con más de tres décadas en el mercado, sale a dos euros al mes, según este análisis de los médicos Martínez Simón que desglosa el coste de varios fármacos para la alopecia. 

“Los tratamientos con prescripción médica suelen salir mucho más baratos. No quiere decir que los otros sean algo inútil, pero no es algo que usaría indiscriminadamente porque probablemente no sirva para cualquiera, aunque está al alcance de todos los que busquen en Google”, explica Garriga. Y eso por mucho que las influencers digan que les funciona. “A veces las marcas sí trabajan con personas con esa patología, pero muchas veces son personas que no han tenido nunca ese problema”, añade el doctor. 

La preocupación por la salud y el culto al cuerpo son la gasolina de este tipo de productos que, más allá del pelo y la piel, prometen grandes resultados con poco esfuerzo amparados por las bondades de las vitaminas. “Se ha metido en la cabeza que necesitamos vitaminas, cuando genéticamente estamos muy determinados a las enfermedades, y hay pocas cosas que podemos hacer, aunque la dieta y el ejercicio sí ayudan”, considera Muñoz. 

Otra clave de su auge es la dificultad de acudir a un dermatólogo. Son pocos y rara vez cubiertos por la Seguridad Social si no se trata de patologías graves. Por eso ambos coinciden en que lo bueno de esta moda es que “la gente empiece a preocuparse” por la salud de su pelo y su piel, aunque sin un diagnóstico no sirva de mucho. “Muchas veces nos llegan pacientes diciendo que lo han probado todo, pero es que en realidad no han probado nada, porque han hecho tratamientos que para lo suyo no les sirve. Por desgracia, decir 'se me cae el pelo' e ir al médico es raro, la gente suele ir antes a internet”, añade Garriga.

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