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Así nos puede afectar psicológicamente el confinamiento

Foto: Pixabay

Marta Chavarrías

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Tras el anuncio del confinamiento hace una semana hemos pasado de hacer vida normal (ir a trabajar, a la escuela, quedar con los amigos, visitar familiares, salir a pasear, etc.) a pasar las 24 horas del día en casa, bien sea solos, en familia, en algunos casos combinando trabajo y familia, con mascotas, personas mayores, niños, sin poder hacer ejercicio cuando a lo mejor somos deportistas asiduos, etc.

Incluso es posible que tengamos que convivir con alguien que haya dado positivo por el COVID-19. La pandemia nos ha traído calles casi desiertas, tiendas vacías y cerradas (excepto las de alimentación) y una nula vida social. Esta situación, alejada de lo que estamos acostumbrados, nos pondrá a prueba sin duda a la mayoría de nosotros. ¿Hemos empezado ya a notar sus efectos?

“Depende de la persona”, reconoce la doctora Alicia Álvarez, coordinadora de las Áreas de Intervención e Investigación de la Unidad de Crisis de Barcelona (UTCCB) de la UAB. “Los primeros síntomas suelen aparecer en las primeras 72 horas, sin contar el fin de semana”, reconoce Álvarez. Pero también puede ser que manifestemos reacciones a partir del minuto cero: “Todo dependerá de la forma de ser de cada uno, de nuestras experiencias, de la condición física, etc.”, factores todos ellos que influyen en cómo seremos capaces de afrontarlo.

Un virus cargado de incertidumbre

La pandemia de COVID-19 ha cambiado nuestra manera de relacionarnos, de trabajar, de pasar las horas de ocio, nuestras prioridades, nuestra forma de informarnos, etc. ¿Cómo nos afecta todo esto? Las situaciones de confinamiento pueden producir sensaciones que van “del cansancio al desgaste, la apatía, el aplacamiento emocional, hasta conductas disruptivas”. Pero hay una cosa que caracteriza esta situación particular.

De la misma manera en que este astuto virus muta y avanza muy rápido, también lo hacen las noticias que nos van llegando. Esto significa que tenemos información nueva cada dos por tres: primero fue la rápida expansión del virus y, por tanto, la orden de confinamiento; después quizás la confirmación de un positivo en nuestro entorno más inmediato (familiar, amigos, conocidos, etc.); a lo mejor incluso algún fallecimiento de alguien cercano.

Como admite Alicia Álvarez, “la acumulación de todo ello nos obliga a empezar de nuevo cada vez pero desde un lugar peor” al que estábamos antes, es como si avanzáramos un paso y con cada nueva noticia retrocediéramos aún más. El principal problema de toda esta situación es, según Álvarez, “la incertidumbre, porque es un sentimiento que desgasta mucho”.

El número de personas aumenta, el de contagiados también, los días de confinamiento irán más allá de los 15 días establecidos en un principio. Las noticias cambian con rapidez, con el paso de las horas van apareciendo nuevos datos. Todo ello genera una situación de incertidumbre que cada día nos provoca nuevos “impactos emocionales frente a los que el cerebro debe reactivarse constantemente”.

De ahí la importancia también de que las autoridades sanitarias hagan apariciones públicas en las que llamen a la tranquilidad. De no ser así, y de caer en informaciones contradictorias o falta de coordinación, podría ser posible que la gente empezara a desconfiar de las fuentes oficiales (instituciones de salud, políticos, científicos, etc.), como ocurrió con la crisis del SARS en 2003, y se sume la desconfianza a otra de las consecuencias de esta pandemia mundial.

La previsión es que, a medida que vayan pasando los días, “aumente la irritabilidad” y esto conlleve problemas en el seno familiar. Es previsible que, como ha ocurrido en China, aumenten por ejemplo los casos de divorcios cuando todo esto haya terminado y que incluso lo haga también la “violencia interfamiliar”. Debemos ser conscientes de que, “cuanto más dure esta situación, más nos costará cuidarnos y recuperarnos”.

La sobreinformación no ayuda

Mantenernos informados es importante, pero debemos saber cómo hacerlo para que no nos sature tanta información sobre el mismo tema. Si no actuamos de forma correcta, la sobreinformación puede llevar a la “retraumatización, que se da en personas que, por su profesión, están muy expuestas a grandes catástrofes o desgracias”.

Extrapolándolo al coronavirus, “es importante no estar todo el día pendientes de la información” que, además, nos llega por numerosas vías y está en todas partes. “Debemos racionarla tanto como podamos” dedicando, por ejemplo, un momento del día a informarnos sobre cómo está la situación y el resto intentar mantener el cerebro ocupado en otras cosas.

Algo, sin embargo, que puede resultar difícil porque, en este caso particular, “nosotros somos los protagonistas” de toda esta historia, lo que complica aún más mantener la distancia necesaria para no saturarnos y para que no derive todo ello en miedos y fantasías no fundamentados. Debemos tener especial cuidado al tratar la información con niños para no caer en el alarmismo.

El COVID-19 nos está dejando imágenes como la de personas con mascarilla por la calle, por ejemplo, y esto puede alertarlos, pero debemos ser capaces de explicarles con tranquilidad todo lo que está sucediendo y por qué es mejor que nos quedemos en casa. Si mantenemos la calma, ellos también estarán más tranquilos.

Cómo afrontar el día a día

Mantenernos ocupados, establecer rutinas y tener el cerebro ocupado son algunas de las claves que apunta Álvarez para sobrellevar esta situación. Desde el Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC) han elaborado una serie de recomendaciones para sobrellevar mejor la cuarentena por el COVID-19 y enfatizan algunos puntos como:

Informarnos bien: es importante contrastar toda la información que nos llega, tanto desde las redes sociales como medios de comunicación. Debemos prestar atención a la información que llega de canales oficiales.

Organizarnos: la logística doméstica como compras, teletrabajo, tareas como limpiar, respetar el espacio del otro o realizar actividades con los niños debe quedar clara desde el principio. Establecer un horario lo más similar al de antes del confinamiento y mantener ciertas rutinas puede ayudarnos mucho a mantener el orden mental y la sensación de normalidad.

Estar conectados: a pesar de la distancia física con familiares, hay otras vías para hablar con ellos: llamarlos por teléfono, hacer videollamadas, enviarles mensajes, etc. No tenemos que renunciar a tener noticias de ellos aunque no podamos verlos.

Cuidarnos al máximo: seguir las recomendaciones de prevención de las autoridades sanitarias, mantener las rutinas diarias e intentar hacer “vida normal” en la medida en que se pueda nos ayudará a controlar mejor sentimientos como el miedo. La rutina es uno de los mejores aliados que tenemos en estos días. Los expertos recomiendan también crear o participar en alguna iniciativa de tipo comunitario para ayudar a quien lo necesite, como hacer la compra a personas mayores.

Relajarnos y distraernos: como decíamos, mantener el cerebro ocupado nos ayudará mucho. Podemos disfrutar de lo que más nos gusta (la música, una buena lectura, hacer manualidades o aprovechar para acabar con tareas de bricolaje que teníamos pendientes). Y, como destacan los expertos, intentar no perder el humor porque nos ayudará a reducir el estrés.

Mantener una actitud positiva: esto no significa estar contentos todo el día, sino pensar que, aunque nos sintamos tristes o preocupados, esta situación no durará para siempre.

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