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Juncker, el presidente de la austeridad y de la Gran Coalición

El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz (d), felicita a Jean-Claude Juncker, tras su elección como presidente de la Comisión Europea.

Florent Marcellesi

Este martes 15 de julio el Parlamento Europeo ha debatido la candidatura del conservador Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea. Una mayoría, en torno a la Gran Coalición de conservadores, social-demócratas y liberales, le ha respaldado para que se convirtiera en el nuevo jefe del “Gobierno Europeo”.

Desde EQUO y Primavera Europea, al igual que la mayoría del Grupo Verde Europeo, hemos votado en contra. La razón es clara: es el candidato de la austeridad, el presidente de la continuidad y, en estas últimas semanas, no ha aportado ninguna solución nueva ni convincente a la crisis económica. Recordemos que Juncker, como presidente saliente del Eurogrupo del 2005 al 2013, ha sido una de las caras visibles de las políticas de rescates y recortes que tanto daño han hecho y siguen haciendo en los países del Sur de Europa (¡pero no solo!) y en España.

Es cierto que Juncker reconoce hoy errores en la gestión de la crisis. Es cierto que pide la “democratización de la Troika” y no caer en la “austeridad excesiva”. Pero por muchos edulcorantes que le ponga de forma tardía y totalmente insuficiente, sigue siendo austeridad con nefastos resultados en la vida de las personas: más paro, más pobreza, más precariedad, más desigualdad y más insostenibilidad. Con tintes caritativos, no se aparta del guión del rigor presupuestario como máxime de la política económica de la Unión Europea. Sigue la ortodoxia económica que pone más énfasis en la inflación y el pacto de estabilidad que en el bienestar de la ciudadanía y del Planeta. Sigue pensando también, como la mayoría de los líderes europeos ya sean de un color político u otro, que nuestras economías pueden y deben crecer, lo que no tiene en cuenta la imposibilidad ecológica de tales propósitos. Por nuestra parte, preferimos defender una Europa donde priman las personas y las generaciones futuras por encima de los intereses financieros y de la deuda.

También recordemos que Juncker ha sido primer ministro de Luxemburgo desde 1995 hasta 2013. Durante este largo periodo de responsabilidad a más alto nivel nacional, en ningún caso ha destacado por querer poner fin a uno de los mayores cánceres de nuestra economía actual que Luxemburgo maneja tan bien: los paraísos fiscales. Estos paraísos nos cuestan 2.000 euros al año a cada ciudadano europeo, son un escándalo. Por tanto, es una prioridad económica, política y ética terminar con ellos. Y Juncker no parece ser el presidente que pondrá el cascabel a este monstruo fiscal de los más pudientes.

Mención aparte se merece el TTIP, el peligroso proyecto de libre comercio entre Estados Unidos y Europa. Juncker no quiere sacrificar las normas sanitarias y sociales, ni quiere negociar la seguridad alimentaria y la protección de datos. También quiere transparencia ante las negociaciones secretas y se opone a que haya tribunales comerciales por encima de los tribunales de los Estados Miembros. Desde luego, son mejoras en comparación con lo que venía promoviendo la actual Comisión. Pero es vaso medio vacío: es la propia esencia y existencia del tratado transatlántico que está en cuestión. Seguir la huida hacia delante de la liberalización comercial es seguir apostando por el mismo modelo económico que nos ha traído hasta aquí y nos lleva directo a un sin fin de crisis sociales, económicas y ecológicas.

Por último, es necesario subrayar los puntos más interesantes de su candidatura. Promueve una Europa más federal y una tasa sobre transacciones financieras, defiende un salario mínimo europeo y los servicios públicos, respalda la lucha contra la homofobia y está a favor de los derechos digitales, dice estar en contra personalmente del fracking y de los transgénicos. No dudaremos en recordarle estas posiciones suyas para que no se queden en meras declaraciones electorales para cosechar algunos votos de investidura. Aunque no esperamos milagros, tampoco dudaremos en cooperar de forma puntual cuando de verdad las quiera poner en marcha.

Mientras tanto, seguiremos peleando y trabajando a favor de una mayoría social y política que apueste claramente por poner fin al austericidio y la economía de casino, y salir del espejismo del crecimiento. Es decir por una Europa más solidaria, ecológica y democrática.

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