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El día de la Tierra es el 28 de mayo

Un saltamonte de gran tamaño junto a la desembocadura del Manzanares

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La crisis climática ha convertido a nuestro planeta en protagonista involuntario de esta precampaña electoral. Las altas temperaturas, la preocupante sequía y los múltiples incendios han sido noticia destacada en informativos y redes, por inusuales en estas fechas. A la vez y por desgracia, Doñana se ha hecho viral, mientras agoniza bajo los golpes del PP y Vox que siguen negando la evidencia científica, la justicia europea y el sentido común por puro interés electoralista y cortoplacista. 

Pero, más allá de los titulares y ante las elecciones del 28 de mayo, es preciso preguntarse: a estas alturas de la historia climática, ¿qué legitimidad puede tener un partido que no incluye en su programa políticas para afrontar estos retos? Más aún, y sabiendo las graves consecuencias sociales, económicas y ecológicas que acarrean las sequías y demás desastres climáticos, ¿cómo es posible que haya partidos que sigan defendiendo modelos del pasado que sólo agravarán el problema? ¿Cómo es posible que haya fuerzas políticas “retardistas” que, aún reconociendo la emergencia climática, siguen  procrastinando y con su inacción climática evitan, retrasan u obstaculizan la necesaria transición ecológica y justa?

Sin duda, en la carrera por conseguir un asiento en los ayuntamientos y parlamentos autonómicos vamos a ver mucho greenwashing, es decir lavado de cara verde lleno de promesas vacías, cuando no contradictorias y cínicas. Colgarse medallas verdes en periodo electoral tiene una razón objetiva simple: la población española, y aún más la juventud comprometida y preocupada por su futuro, está altamente concienciada por la crisis climática y la vive en carnes propias. No dar una respuesta a estas expectativas es un peligro electoral que cada vez menos partidos quieren asumir.

En este marco, la elección de nuevos gobiernos autonómicos y locales nos brindan la oportunidad de distinguir la propaganda electoral oportunista del compromiso político claro en defensa del clima y de la vida. Lo primero es mera publicidad con efecto de caducidad al día siguiente de las elecciones. Lo segundo está transformando en profundidad numerosas ciudades y capitales europeas, para adaptarlas a la nueva realidad climática y atender las necesidades cotidianas de la ciudadanía: salud, movilidad, servicios públicos o vivienda. Hoy en día, ciudades como Ámsterdam, Dublín, Budapest o Lyon, gobernadas por Los Verdes, son referentes en la lucha por una ciudad moderna e innovadora, sostenible e inclusiva. Y en España también hemos sembrado semillas: ejemplos como Madrid Central o la renaturalización del Manzanares en Madrid, la limitación del turismo de masas y a favor de una vivienda digna en Baleares o una movilidad sostenible en Valencia o Barcelona llevan el sello verde. El de la justicia social y ambiental para que todas y todos podamos vivir mejor hoy y mañana.

Y para que esto siga siendo posible y que las políticas verdes se extiendan por cuantos más pueblos y ciudades posibles en España, es fundamental que el día de la Tierra más allá del 22 de abril se exprese también en las urnas el próximo 28 de mayo. Porque solo con políticas verdes, ambiciosas y justas, podremos proteger nuestra casa común y protegernos a nosotras y nosotros mismos.

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