“Los pacientes sufren en sus propias carnes el rigor de los recortes y no quieren que eso afecte a la Sanidad”
Enrique Gavilán (Málaga, 1972) ha visto las dos caras de la moneda de la medicina. Ha sido médico, pero también paciente. El Síndrome Burnout (síndrome de estar quemado) le hizo dejar de lado su pasión, ser médico en la atención primaria, que desempeñaba en dos consultas de Extremadura, para centrarse en lo que realmente importaba: su propia salud. La suya es una historia con final feliz, puesto que ha vuelto a enamorarse de su profesión, la cual desempeña ahora felizmente.
Tras su recuperación ha escrito Cuando ya no puedes más, un libro en el que narra sus vivencias en el campo de la medicina, así como la precariedad de los hospitales en España y el estigma de las enfermedades mentales. Gavilán insiste en que no se trata de un libro de autoayuda, pero si tuviera que dar un consejo a aquellos, que como él, sintieran que ya no pueden más con su día a día en el trabajo les diría lo siguiente: “Que se cuiden, que realmente sean capaces de darse cuenta de que somos vulnerables, que somos personas y que tenemos nuestro límite, y que cuando sobrepasamos ese límite vamos a necesitar ayuda, sí o sí”.
¿Qué es lo más difícil de ser médico de atención primaria en los tiempos que corren?
Lo más difícil es manejar el tiempo, manejar la agenda de manera que podamos distribuirlo de forma equitativa, dándole más al que más lo necesita, y poder tener también nuestro momento de descanso para poder afrontar la jornada en condiciones.
Cuando ya no puedes más trata sobre su situación personal, pero también se puede extrapolar a la de los miles de médicos de este país. ¿Cómo afectan los recortes en sanidad a esta profesión?Cuando ya no puedes más
Quiero dejar claro que los recortes no solamente afectan a médicos y enfermeras que trabajamos en la atención primaria. No solamente afecta a la sanidad, sino también a cualquier profesión que competa el estar cara a cara al público y, sobre todo, en aquellos que tienen algo que ver con la salud, pero también con la educación y con los cuidados, que son los que más puedan tener relación con este problema. Los recortes lo que han hecho es ahondar en esta dificultad por la carestía de recursos que ha supuesto. A nivel de atención primaria ha supuesto una merma presupuestaria bastante importante de manera que se ha deteriorado todo, desde el propio edificio hasta la dotación de recursos humanos. Entonces es visible el deterioro físico. Las plantillas están mermadas, pero los edificios están que se caen.
¿ Y cómo afecta esto al paciente?
El paciente lo percibe como que hay un abandono. Percibe el desánimo de los profesionales y en algunos momentos también se ponen un poco a la defensiva. Cuando, por ejemplo, intentamos negociar con el paciente la retirada de un medicamento, piensa que es debido a los recortes y realmente no tienen nada que ver con eso, simplemente a lo mejor es quitar un medicamento que estaba sobrando y que no hacía falta. En muchas ocasiones se ponen a la defensiva porque realmente han sufrido en sus propias carnes el rigor de los recortes y no quieren que eso termine afectando a áreas sensibles de su salud.
Es suya la frase de “un jefe estúpido puede ser peor para el corazón que el colesterol. ¿Es para tanto?
Sí. Un jefe estúpido puede ser peor que el colesterol, pero también la falta de trabajo. Está demostrado que las desigualdades también matan y las desigualdades también provocan enfermedades. Está demostrado que la salud va por barrios. Hay barrios en Madrid que pueden tener una esperanza de vida hasta 10 años superior a otros. Entonces, hay cuestiones que salen del ámbito sanitario y que competen más a lo social, que tienen mucho que ver con la salud.
¿Cómo se percibe esa diferencia en sanidad entre barrios de una misma ciudad?
Peores oportunidades de cara al mundo laboral, peores recursos a nivel sociosanitario, con lo cual conviven en peores condiciones que en un barrio rico, por ejemplo. Entonces la alimentación también es diferente, el rigor del día a día es totalmente diferente y al final todo eso tiene traducción en la salud, como es lógico.
¿Hay malos médicos?
Sí, claro, por supuesto. Hay médicos que no se implican en su trabajo. Hay médicos que realmente han sufrido tanto que se sienten muy desvinculados de su profesión.
Más País, recientemente, ha propuesto crear una farmacéutica pública en España. ¿Qué supondría para ustedes los médicos que esa medida se llevase a cabo?
Eso puede tener su consecuencia positiva y negativa. El mercado farmacéutico es muy complejo. Estamos viendo que ahora hay muchas tensiones. Las farmacéuticas están presionando con el suministro de los medicamentos para intentar subir los precios. En ese mercado e introducir una medida como ésta puede ser muy favorable para determinados intereses como pueda ser, por ejemplo, abaratar los costes y probablemente que no haya problemas de suministro o de accesibilidad de medicamentos. Incluso podrían tener un efecto positivo en la economía a corto plazo. Sin embargo, a largo plazo, al menos ese es el argumento de la farmacéutica, desincentivaría la innovación de nuevos medicamentos y haría que cogieran todas esas infraestructuras y se llevara a cabo otro tipo de países. Ese es el argumento que ellos utilizan. Eso habría que discutir qué efecto podría tener a medio y largo plazo en la economía y en el bienestar de la gente.
Usted tuvo el Síndrome Burnout y tuvo que tratarse. ¿En este país las enfermedades mentales o psicológicas siguen siendo un estigma?
Sí, además está alimentado socialmente incluso por nosotros mismos a nivel personal. Yo, por ejemplo, que estuve en psicoterapia, muy poca gente lo sabía y era porque todavía sigue habiendo mucha vergüenza de tener que acudir a un psicólogo o de estar bajo tratamiento o considerarse a sí mismo paciente de un problema de salud mental. Hay mucho estigma, mucha incomprensión y muchos perjuicios.
¿Y cómo afecta a la situación laboral?
No hay ningún problema en coger una baja por un problema de sobrecarga emocional. Lo que pasa es que sabemos más o menos lo que puede durar la recuperación de un brazo roto, pero en este tipo de problemas de salud mental hay multitud de circunstancias que pueden hacer que el proceso sea más o menos largo y el pronóstico puede ser muy variable, entonces hay mucha más incertidumbre.
Y eso a las empresas no les conviene...
Sí que es verdad que además culpabilizan mucho al que lo sufre. De hecho, en mi caso concreto llegué a comentar con mi jefe la problemática que tenía y todo fueron buenas palabras, pero a la hora de la verdad no quisieron hacer absolutamente nada para ayudarme. El discurso oficial es de que están con nosotros, de que nos apoyan, pero a la hora de la verdad no hay medidas reales. Y eso lo que quiere decir es que realmente tampoco hay interés en solucionar el problema.
En Euskadi, este año ha habido movilizaciones y huelgas en la atención primaria y una de las razones es que no disponían del tiempo suficiente para atender a los pacientes y esto podía poner en riesgo su salud. Usted ha llegado a atender hasta 60 personas en un día. ¿Cómo se vive esa situación?
Se vive mal. Lo vives mal por los pacientes, porque sabes que estás pasando de puntillas por sus problemas, que en apenas tres, cuatro o cinco minutos no puedes ahondar en ellos, no puedes profundizar lo suficiente y también lo sufres por ti porque realmente no tienes tiempo ni siquiera para ir al baño o para tomarte un café. Son horas y horas incesantes de uno detrás de otro. Entonces al final terminas sintiéndote casi como una máquina, como si estuvieras en una cadena de montaje. Es muy despersonalizado y muy deshumanizado. Cuando eso es algo puntual tampoco hay tanto problema. Si estamos en plena epidemia de la gripe, igual hasta lo tenemos asumido, pero cuando es algo constante, diario, cotidiano, termina siendo muy machacante.
¿Y eso puede llevar a que las personas decidan acudir a la sanidad privada?
Bueno, de hecho es uno de los argumentos que utiliza mucha gente. No digo ya las compañías de seguros, no digo ya los grupos parlamentarios o grupos políticos, sino la gente de a pie. “Como en la sanidad pública vas a pedir cita para tu médico y te dan para 10 días y luego llegas y no te ven ni te miran a la cara, para eso me voy a un médico privado y como yo lo pago, pues estoy todo el tiempo que necesito”. Ese es uno de los argumentos que utilizan y realmente creo que es un toque de atención. Eso es un síntoma de que algo está fallando.
¿Y en la política no lo consideran un problema que atender?
Yo creo que sí que lo consideran, pero no encuentran la solución. En Euskadi, en Cataluña, en todas las comunidades autónomas ha habido movimiento y ha habido movilizaciones de médicos de familia y en general, de profesionales de atención primaria, han hecho un documento de trabajo, de propuestas, etc., pero la solución, desde luego, no es fácil. No consiste exclusivamente en aumentar el presupuesto o en aumentar las plantillas, es algo que va mucho más allá de todo esto y requiere una solución de consenso y requiere políticas de fondo. Probablemente haya que trabajar más en el ámbito de lo social, de lo social, comunitario. Probablemente haya que dar más peso y más protagonismo a otras profesiones que tienen que ver con la salud, pero que no son estrictamente médicas. Es un trabajo a medio-largo plazo y los grupos políticos la visión que tienen siempre es a muy corto plazo y claro, esto requiere de una movilización de recursos y una estrategia más amplia y tal vez por eso no lo hagan.
¿Se ha vuelto a enamorar de su profesión?
Sí, me costó trabajo, pero sí y fue a raíz de escribir el libro. Me vino muy bien para ordenar un poco mis ideas y darle sentido a aquello que no lo tenía. Desde entonces he logrado volver a sentir que puedo ser médico y que esto realmente es una profesión muy bonita y que me gusta mucho. Mis condiciones de trabajo han cambiado radicalmente y por eso puedo disfrutar del trabajo.
¿Cómo es ahora su día a día en comparación con antes?
Yo ahora estoy en un pueblo y anteriormente estaba en dos, al norte de Extremadura, ámbito rural. Anteriormente tenía casi el doble de pacientes que tengo ahora. Eso se traducía en la agenda de trabajo, que eran del doble de pacientes diariamente. La relación con los compañeros en el centro anterior era problemática, había tensiones. Sin embargo, actualmente es todo lo contrario. La relación es fluida, podemos trabajar en equipo. Entonces en esas condiciones realmente puedes trabajar a gusto y en la relación con los pacientes al final termina reflejándose el ambiente en el que estás trabajando y eres mucho más proactivo.
¿Qué le diría a los médicos y médicas que se encuentran en la misma situación que usted?
Me resulta difícil darle alguna receta a mis compañeros. Mi libro realmente no es un libro de autoayuda, no pretende dar ninguna solución particular a nadie porque se trata de cuestiones muy complejas y, además, donde intervienen muchos factores que hacen que las situaciones en una u otra persona varíen. Lo único que me sale decir un compañero es que se cuide, que realmente sea capaz de darse cuenta de que somos vulnerables, que somos personas y que tenemos nuestro límite, y que cuando sobrepasamos ese límite vamos a necesitar ayuda sí o sí. Y para eso nada mejor que ponerse en buenas manos cuando sea necesario. Y para prevenirlo lo mejor es cuidarse en el día a día, cuidarse, cuidar su entorno de trabajo, a los compañeros, a sus pacientes, y eso siempre va a repercutir él positivamente.