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Sobre este blog

En este espacio se cuentan 27 historias de personas que han sido o siguen siendo usuarias de los servicios públicos forales encargados de favorecer la inclusión social de la Diputación de Bizkaia. Los testimonios figuran en un libro editado por el Departamento Foral de Empleo, Inclusión Social e Igualdad de la Diputación. Conviene asomarse a estas historias de vida de tanta gente que se queda en las orillas de una sociedad que va demasiado deprisa y mira pocas veces hacia quienes deja a sus costados. Los testimonios han sido transcritos con austeridad narrativa, tratando de respetar su tono. Se han respetado también algunas expresiones de jerga que utilizaron mientras se animaban, hacían chistes de su vida, miraban al techo o se emocionaban al borde de la lágrima. El objetivo de la obra es ofrecer ejemplos del destino que se da al dinero público y los efectos beneficiosos que esta inversión tiene en las personas de nuestro territorio, personas que se encuentran en alto grado de vulnerabilidad social.

Solo quedamos vivos cinco de los 17

Subterráneo

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Eugenio

Eugenio52 años. Bermeo

Desde los 14 años ya estaba embarcado. Empecé como ‘txo’, pero pronto me pasaron a marinero; era mucho más joven que los demás y por eso tuve oportunidad de sacarme los títulos náuticos también muy pronto (mecánico, submarinista,  etc.).  Solía  llevar  el timón y marcar los rumbos, así que enseguida tuve más responsabilidad y más dinero que el resto de los marineros.

Precisamente entonces fue cuando empezaron los problemas. En tres o cuatro meses ganabas entre tres y cuatro millones de pesetas y aún más siendo de los de puente, que ganabas más que un marinero. Eran muchos millones y, cuando llegábamos a tierra, era habitual ver gente que venía de Bilbao al parque de Bermeo a vender heroína. Los marineros acudían allí a comprar, era lo normal. A mí me asustaba, porque las jeringuillas siempre me han dado miedo, aun hoy, pero al final el ambiente te empuja y acabas probando; en mi caso recuerdo que fue un día de borrachera en la playa a base de licor 43. A partir de entonces empecé a consumir. Y después, cuando íbamos al norte, algunas veces también traíamos heroína y cocaína, metidas en plástico y entre el pescado, para que no la detectaran los perros.

“Ama, dame dinero”

Mi madre ya sospechaba que iba con eso porque le pedía mucho dinero del que le había entregado  de  mi  salario. Me decía: “Hijo, ya sé para qué lo quieres, ¿vas a andar otra vez con esa porquería?”. “Ama, es que lo necesito”, le insistía yo. Mi madre se ablandaba y me daba el dinero que podía. Cuando los barcos paran en los meses de descanso, solo cobras el desempleo y entonces salía con menos dinero, pero seguía consumiendo.

La crisis

Un día que vine a Bilbao, a Otxarkoaga, tendría unos 19 años, tuve una sobre- dosis y me quedé sin  conocimiento.  Me llevaron al hospital de Galdakao y allí me sacaron de la muerte. He llegado a pensar que de verdad estuve muerto, porque tengo la imagen de un cura dándome la extremaunción, con mi madre al fondo en una esquina, llorando. Es una imagen tan viva que aún la recuerdo. Desde entonces no volví a consumir y dejé también el alcohol.

Entonces se compartían las jeringuillas. No teníamos ni idea y empezó el tema del SIDA. El mayor de mis amigos murió con 21 años. Solo quedamos vivos cinco de los 17 de la cuadrilla. De mi generación murieron casi todos. Se murió tanta gente en Bermeo que incluso faltaron marineros para embarcar. Yo he tenido hepatitis C pero no me he sentido mal, afortunadamente, ni he sufrido síntomas que me impidiesen trabajar. También soy portador  del VIH, aunque ahora tengo la carga viral indetectable. Con el SIDA es cuando la sociedad empezó a  tomarse  en serio el tema y es cuando se vieron más las ayudas. La gente se moría.

Tenerife

Entonces decidí marcharme y empezar de nuevo. Me fui a Tenerife y me embarqué allí. Cuando terminé de navegar busqué trabajo en los anuncios de prensa y encontré uno como agente comercial, vendiendo libros. En ese trabajo es donde conocí a mi mujer. Nos casamos y tuvimos una hija.

La familia de mi mujer trabajaba en restaurantes en la playa de Las Teresitas y me puse a trabajar con ellos. Ganaba bien, unas 150.000 pesetas, más otras 50.000 en propinas.

Al final nos separamos después de una discusión que tuvimos y como consecuencia me entró una depresión. Estuve muy mal. Yo recordaba lo que había pasado en mi casa y no quería que mi hija viviese nada parecido. Mi mujer estaba enferma y a la niña la crió mi suegra. Hace cuatro años se casó y es la última vez que la he visto. Sigue viviendo en Tenerife.

En casa

A mí me habían criado mis tíos. Mi padre es alcohólico. Ahora tiene 86 años. Mi madre tiene 74 y le cuida. Le recuerdo toda la vida bebiendo y, además, era un maltratador. Eran otros tiempos en que no se hacía tanto caso a esto, pero pasaba. En mi casa desde luego.

Un día llegué a casa de navegar y en la cocina encontré un rastro de sangre que iba hasta la habitación de mi madre, que estaba tapada con la manta hasta la cabeza. “Ama, ¿qué te pasa? —había un plato de comida en el suelo, roto, con toda la comida desperdigada por el suelo—, ¿qué ha pasado?”. “Nada, que ha venido tu padre y me ha empezado a insultar, ha tirado las  cosas  y me ha dado una paliza”, entonces se destapó y tenía la cara destrozada, los labios partidos, las costillas moradas...  y sangraba por sus partes de las patadas que le había pegado. “¿Dónde ha ido ese cabrón?”, le pregunté. “Al bar, con los amigos”, me respondió.

Allí me  fui;  estaba  presumiendo  de  su hazaña. “¿Por qué les has pegado a mi madre?”, le grité. Y se me pone el tío todo chulo: “Esa puta se lo merecía”, me dijo riéndose. Tuvimos una pelea gorda y acabé detenido después de romper medio bar. Desde aquel día no volvió a tocar a mi madre. Ahora es ella quien le cambia los  pañales.  Salí en libertad, supongo que el jefe de la policía de entonces hizo la  vista  gorda porque sabía lo que había pasado, aunque no tuviera una denuncia.

Nunca he roto la relación con mi madre, ni siquiera en los peores momentos. Aquí me ayudan y hago relación con otras personas. Hago recados y ayudo en lo que se puede, además trabajamos haciendo cajas y nos dan algo de dinero. Me ponen de ejemplo, je je, y a veces me sacan en reportajes y en la tele.

 

 

Eugenio

Eugenio52 urte. Bermeo

Hamalau urte nituenetik nen- goen itsasontzian. “Txo” hasi nintzen, baina laster marinel egin ninduten; beste guztiak baino gazteagoa nintzen, eta horregatik aukera izan nuen titulu nautikoak oso gazte ateratzeko (mekanikari, ur- pekari, eta abar). Lema eraman ohi nuen, eta ibilbidea jarri; hala, berehala eduki nuen gainerako marinelek baino erantzukizun eta diru gehiago.

Orduantxe hasi ziren arazoak. Hiruzpalau hilabetetan hiru eta lau milioi pezeta artean irabazten nituen, eta gehiago ere bai, zubietakoa nintzenez marinelek baino gehiago irabazten nuelako. Milioi asko ziren, eta lehorreratzean, ikusten genuen Bilbotik Bermeoko parkera heroina saltzera etortzen zen jendea. Marinelak hara joaten ziren erostera, ohikoa zen. Niri beldurra ematen zidan, betidanik xiringen beldur izan naiz eta, orain ere bai; baina azkenean giroak bultza egiten zaitu, eta probatzen duzu; nire kasuan, gogoratzen dut izan zela hondartzan licor 43ekin mozkortu ginen egun batean. Harrezkero, kontsumitzen hasi nintzen. Eta, gero, iparraldera joaten ginenean, zenbaitetan heroina eta kokaina ekarri ere egiten genituen, plastikotan sartuta, arrainen artean, txakurrek antzeman ez zitzaten.

“Emadazu dirua, ama”

Amak susmoa zeukan jada horrekin nenbilela, nire soldatatik emana nion dirutik asko eskatzen niolako. Esaten zidan: “Seme, badakit zertarako nahi duzun, berriro ibiliko zara txerrikeria horrekin?”. “Ama, behar dut”, esaten nion berriz. Amak, samurtu, eta ahal zuen dirua ematen zidan. Atseden hilabeteetan itsasontziak gelditzen di- renean, langabeziarena baino ez duzu kobratzen, eta horrelakoetan diru gutxiagorekin irteten nintzen, baina kontsumitzen jarraitzen nuen.

Krisia

Egun batean, 19 bat urte neuzkala, Bilbora etorri, Otxarkoagara, gaindosia izan, eta konortea galdu nuen. Galdakaoko ospitalera eroan  ninduten, eta han heriotzatik atera ninduten. Benetan hilda egon nintzela ere pent- satu dut, gogora etortzen zaidalako apaiz baten irudia, niri oleazioa ematen, eta ama atzeko planoan, izkina batean, negar batean. Irudi bizi-bizia da; oraindik daukat gogoan. Harrezkeroztik ez nuen berriro kontsumitu, eta alkohola ere laga nuen.

Garai hartan, xiringak partekatzen ziren. Ez geneukan ideiarik ere, eta hiesarena hasi zen. Nire lagunetatik zaharrena 21 urterekin hil zen. Kuadrillako 17 lagunetatik, bost baino ez gaude bizirik orain. Nire belaunaldiko ia gehienak hil ziren. Hainbeste lagun hil ziren Bermeon, non itsasontzietarako marinel  falta  izan  baitzen.  Nik C hepatitisa eduki dut, baina ez naiz gaizki  sentitu,  zorionez,  eta  ez  dut lana eragotzi didan sintomarik eduki. GIB-eramailea ere banaiz; dena den, birus-karga detektagaitza daukat orain. Hiesarekin hasi zen gizartea serio hartzen arazoa, eta orduantxe ikusi ziren gehiago laguntzak. Jendea hiltzen ari zen.

Tenerife

Orduan, erabaki nuen joan eta berriro hastea. Tenerifera joan, eta han ontziratu nintzen. Nabigatzen amaitu nuenean, prentsako iragarkietan lana bilatu, eta bat aurkitu nuen, agente komertzial lanean, liburuak saltzen. Lan horretan ezagutu nuen nire emaztea. Ezkondu ginen, eta alaba bat eduki genuen.

Emaztearen familiak Las Teresitas hondartzako jatetxeetan lan egiten zuen, eta haiekin hasi nintzen lanean. Ondo irabazten nuen, 150.000 pezeta, gehi beste 50.000 eskupekotan.

Azkenean, eztabaida bat eduki, eta banandu egin ginen; horren ondorioz depresioak jo ninduen. Oso gaizki egon nintzen. Nik gogoratzen nuen zer gertatu zen gure etxean, eta ez nuen nahi alabak horrelakorik bizitzea. Emaztea gaixorik zegoen, eta amaginarrebak hazi zuen alaba. Duela lau urte ezkon- du zen, eta ez dut ikusi geroztik. Tenerifen bizi da oraindik.

Etxean

Ni izeko osabak hazi ninduten. Aita alkoholikoa nuen. Orain, 86 urte dauzka. Amak 74 dauzka, eta hura zaintzen du. Betidanik edaten gogoratzen dut aita; gainera, tratu txarrak ematen zizkion amari.  Beste  garai bat zen; jaramon gutxiago egiten zitzaion horri, baina gertatzen zen. Gure etxean, bai, noski.

Behin, nabigatzetik itzuli etxera, eta sukaldean odol arrasto bat topatu nuen,  amaren  gelaraino;  ama   manta azpian zegoen estalita, bururaino. “Ama, zer gertatzen zaizu? —Jana- ri-plater bat zegoen lurrean, apurtuta eta janari guztia lurrean barreiatuta— zer gertatu da?”. “Ezer ere ez, zure aita etorri da, eta irainka hasi zait, gauzak bota eta jipoia eman dit”, orduan, manta kendu zuen:  aurpegia  txikituta zuen, ezpainak apurtuta, saihetsak ubelduta… hankartea odoletan zeukan eman zizkion ostikoen ondorioz. “Nora joan da kabroi hori?”, galdetu nion. “Ta- bernara, lagunekin”, erantzun zidan. Haraxe joan nintzen; han zegoen, bere balentria harro kontatzen. “Zergatik jo duzu ama?”, oihukatu nion. Eta oilartu zitzaidan: “Puta horrek merezi zuen”, esan zidan barrez. Kristoren borroka eduki genuen, eta atxilotuta amaitu nuen, taberna erdia apurtu ondoren. Handik aurrera ez zuen berriro jo ama. Orain, amak aldatzen dizkio pixoihalak. Aske irten nintzen; uste dut garai har- tako polizia buruak ez ikusia egin zuela bazekielako zer gertatu zen, salaketarik egon ez arren.

Ez dut inoiz amarekiko harremana eten, ezta unerik txarrenetan ere. Hemen laguntzen didate, eta  harremana izaten dut beste lagun batzuekin. Enkarguak egin, eta ahal dudanetan laguntzen dut; gainera, beharrean egi- ten dugu, kutxak egiten, eta diru pixka bat ematen digute. Eredutzat jartzen naute, karkar, eta zenbaitetan ateratzen naute erreportajeetan, eta telebistan.

Sobre este blog

En este espacio se cuentan 27 historias de personas que han sido o siguen siendo usuarias de los servicios públicos forales encargados de favorecer la inclusión social de la Diputación de Bizkaia. Los testimonios figuran en un libro editado por el Departamento Foral de Empleo, Inclusión Social e Igualdad de la Diputación. Conviene asomarse a estas historias de vida de tanta gente que se queda en las orillas de una sociedad que va demasiado deprisa y mira pocas veces hacia quienes deja a sus costados. Los testimonios han sido transcritos con austeridad narrativa, tratando de respetar su tono. Se han respetado también algunas expresiones de jerga que utilizaron mientras se animaban, hacían chistes de su vida, miraban al techo o se emocionaban al borde de la lágrima. El objetivo de la obra es ofrecer ejemplos del destino que se da al dinero público y los efectos beneficiosos que esta inversión tiene en las personas de nuestro territorio, personas que se encuentran en alto grado de vulnerabilidad social.

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