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Think Bask, quiere ser una red de pensamiento analítico donde aquellas personas que generan conocimiento en nuestra sociedad, como universidad, investigadores sociales, analistas, fundaciones, ONG’s, sindicatos, partidos políticos, blogs, etc... tengan un cauce de expresión y un lugar de encuentro. En este espacio caben todas las opiniones y el debate es bienvenido.

Otra derecha (peor) es posible

Antonio Rivera

En la última semana de enero se produjeron dos hechos poco relacionados que, sin embargo, pueden hacernos reflexionar sobre el tema que ha agitado las aguas de la política patria: la división en el seno de la derecha. Murió el notario Blas Piñar, a sus noventa y cinco años, tan convencido de sus exageraciones como cuando a mediados de los años sesenta fundara la revista y editorial Fuerza Nueva, y luego el partido del mismo nombre, santo y seña de la extrema derecha de nostalgias franquistas. Por su parte, fue cesado de la dirección del diario El Mundo su director Pedro J. Ramírez, después de que destapara diversos escándalos que afectaban directamente al Partido Popular y de que no consiguiera remontar los malos resultados económicos de su periódico.

El nombre de Blas Piñar no dice nada a nadie que no haya cumplido el medio siglo y de entre los que lo hemos cumplido solo suena si en algún momento se ha tenido algún interés por la política de los años de la Transición. Desde que comenzó aquel tránsito a la democracia actual ha sido el único diputado en Cortes identificado sin ninguna reserva como de extrema derecha, cuando fue elegido en la legislatura de 1979. A pesar de la inmediata crisis en que pronto entró la gubernamental Unión de Centro Democrático y de los torpes primeros pasos de nuestra derecha local, hasta que Aznar se puso al frente del PP tras su refundación en 1989, España ha sido casi una excepción y la extrema derecha no ha emergido con entidad y como fuerza autónoma en todo este tiempo. Un logro no pequeño –domesticar una bicha engordada durante cuarenta años de dictadura- que siempre se ha atribuido al difunto Fraga, aunque quizás no constituya sino parte de la esencia del propio proceso de la Transición: los franquistas que siguieron en política lo hicieron tras su reconversión a la democracia.

Pedro J. Ramírez es el tahúr de la partida conspirativa de este país desde hace treinta y cinco años, los mismos que lleva dirigiendo medios del llamado 'periodismo de investigación'. Estimulado por esa función tutelar de los medios de prensa –sus directores- sobre la política –los políticos- que se inauguró con la propia Transición, siempre ejerció una influencia excesiva sobre los sucesivos y distintos gobiernos. En los últimos años esa capacidad desestabilizadora tan demostrada alcanzó a las instituciones fundamentales, comenzando por la propia Monarquía, en un juego donde se mezclaban verdades y rumores con intereses espurios y de parte, así como algún conocimiento de la verdad.

Pedro Jota no se sabe si es de derechas o de izquierdas, demócrata radical o autoritario elitista en la sombra. Es una cuestión no demasiado relevante. Lo cierto es que si antaño se sospechaba que alguien quería cargarse la democracia, pensábamos en aquellos “fascistas” como Blas Piñar o en los llamados “poderes fácticos” (sic); de unos años acá, si sospechábamos de lo mismo, lo hacíamos remitiéndonos a manejadores de la opinión pública y de las noticias que amenazaban con cargarse la democracia… salvándola de sus secretos.

En la Convención que el Partido Popular realizó el fin de semana en Valladolid no habrá habido ni un recuerdo para aquel inspirador de los “blasillos” de Forges, pero seguro que abundaron las sonrisas cómplices celebrando el final de Pedro Jota. Por su parte, lo que el 'universo-harto-de-Rajoy-y-su-gobierno' ha celebrado es la fractura abierta en ese partido y la hipótesis de que la extrema derecha se inaugure política y electoralmente con posibilidades, debilitando así su actual mayoría absoluta. Lo que en casi cuarenta años de democracia no había pasado, lo va a conseguir el Partido Popular más echado al monte que recordábamos desde los tiempos de Fraga acomodándose los tirantes.

Y cierto que escuchando estos días a lo más granado del partido, rematando el éxtasis con su dirigente máximo y presidente del gobierno, a uno le dan ganas de pensar que ojalá les crezcan enanos de siete metros y esa mayoría que todavía disfrutan se quede en la nada. Pero es consuelo de pobre, recurrente tentación de izquierdista encabronado y sin perspectivas de que las cosas cambien. De no poder mejorar por obra de uno, que mejoren solas viendo debilitar al contrario culpable. Mal asunto, craso error.

Consecuencia de la crisis que vivimos es tanto la derechización del fiel de la balanza política como la consolidación de un discurso desvergonzado y no necesitado de argumentos en el conservadurismo como la popularidad de los conspiradores mediáticos de medio pelo y ningún nivel intelectual y hasta moral. Frente a ellos, Pedro Jota es un 'mix' de Winston Churchill y Francesc Pi i Margall, cerebro práctico y ética. Las posibilidades de que la extrema derecha se convierta en primera fuerza política de países respetables no es tal: es un simple hecho. Pasó en Austria, en Finlandia, en Italia y está a punto de pasar en Francia. Spain is not different!

Seguro que el Partido Popular lleva en su vientre durante decenios la bicha que ahora expulsa; de otra manera no es posible entender tanta civilidad en una derecha española caracterizada históricamente por su inclinación a la brutalidad. Tarde o temprano estas cosas pasan, sobre todo si para vencer al competidor de la izquierda tuviste que activar el monstruo en sus diferentes versiones: víctimas nuevamente victimizadas y sin 'solución' política, ultraliberales subastando el país junto a conservadores paternalistas creyentes en algún tipo de justicia social, dinamitadores de un autonomismo territorial que encaje el complicado puzle español o conspiradores mediáticos que juegan 'con las cosas de comer' con la misma responsabilidad que un niño con una metralleta y con las mismas ambiciones que cualquier déspota.

El PP tiene lo que se merece y no es complicado juntar la m con la a para que a uno le salga la historia hilada en su progresión causa-efecto. Tiene lo que se merece porque el resultado final no podía ser muy distinto. Meter de nuevo los males del mundo que han utilizado contra los otros en la caja de Pandora que no debió abrir como lo hizo es tarea heroica para la flema de Rajoy: los males no regresan solos a la tinaja. Cobran vida propia. Pero alegrarse de ello y esperar al momento en que todo les estalle justo por debajo del tronco es un deseo que habla más de la debilidad que de la fortaleza de quien así lo masculla. Otro mundo, peor, es posible, porque otra derecha, peor, es posible; lo de la izquierda queda para otro día.

Además, nuestras madres siempre nos enseñaron a no alegrarnos del mal ajeno.

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