El interesante discurso que la filósofa estadounidense, Martha Nussbaum, realizó en Medellín (Bogotá), con ocasión del doctorado honoris causa que le otorgaba la Universidad de Antioquía, recordó una preocupación permanente en mi inquietud como educador: ¿Está la educación en este país colaborando adecuadamente en la formación de ciudadanos/as? ¿Es la Educación en valores una formación suficientemente valorada en la sociedad española? La respuesta, en mi opinión, presenta claroscuros.
Por un lado, aparecen argumentos para el desánimo. Si leemos las declaraciones recientes en una entrevista en El Mundo[i][1] del viceconsejero de Formación Profesional del Departamento de Educación del Gobierno Vasco, Sr. Arévalo, sentimos cierta tristeza e impotencia, ya que no cita ni una sola vez la formación en valores, como necesaria para un desarrollo integral del alumnado de FP. No dudo de la importancia que tendrá para el responsable educativo esta formación, pero es significativo que en una página entera no encuentre espacio para su mención.
También, al revisar la LOMCE, que eliminaba la Educación para la Ciudadanía para sustituirla por una mezcolanza difícilmente digerible, Valores éticos y cívicos, encontramos evidencia significativa de la escasa importancia que el Partido Popular otorga a este tipo de formación.
En el otro lado de la balanza aparecen elementos positivos. Uno de ellos tiene que ver con que varias de las 7 recomendaciones que hacía al sistema educativo vasco en el 2009 el Ararteko[2] (metodología participativa, colaboración familia-profesorado, trabajo tutorial, participación de los menores) están en trance de revisión o instauración en la mayoría de los centros escolares. El resto (inclusión y diversidad, escuelas de familias o implantación de educación para la ciudadanía), aún deberán esperar mayor impulso institucional para su desarrollo definitivo.
Es también positivo el esfuerzo pot integrar a la población inmigrante que está haciendo la escuela española en los últimos años, si bien el riesgo de guetización sigue estando presente en muchas comarcas y municipios vascos. Un informe de 2014 [3], realizado sobre casi 7.000 menores estudiantes de ESO, hijos de inmigrantes en Madrid y Barcelona, entrevistados en un periodo de cuatro años, resaltan el buen resultado del proceso de integración de estos jóvenes (75% de aprobados), gracias a políticas que combinan la familiarización con la sociedad receptora y el respeto y apoyo a las culturas de origen. Contrariamente a las políticas de asimilación forzosa practicadas en otros países y que han conducido al fracaso, las políticas de tolerancia hacia las comunidades extranjeras y una orientación proactiva hacia sus metas y organizaciones, en opinión de los autores del informe han ayudado a estos resultados positivos.
Pero el discurso de Martha Nussbaum es mucho más incisivo al alertar de los peligros que una educación rendida a la competitividad en el mercado global,impulsando principalmente los estudios de ciencia y tecnología, en detrimento de las enseñanzas humanas y artísticas puede ocasionar en un futuro: “…esta crisis de la educación es potencialmente devastadora para el futuro de la democracia en el mundo”, sentencia la profesora. Por ello, aboga por un cambio de 180 grados en las políticas educativas de la mayoría de los países industrializados que recupere el peso que la filosofía, la historia, la literatura y las artes deben tener para recuperar el pulso democrático de los países. Según Nussbaum, trabajando estas disciplinas el alumnado obtendrá “…habilidades cruciales para la salud interna de cualquier democracia, y para la creación de una cultura mundial decente, capaz de abordar de manera constructiva los problemas más apremiantes del mundo. Estas habilidades están asociadas con las humanidades y las artes: la capacidad de pensar de manera crítica; la capacidad de trascender las lealtades locales y acercarse a los problemas mundiales como un ciudadano del mundo; y la capacidad de imaginar comprensivamente la situación del otro”
Los y las profesionales de la educación tenemos cierta tendencia a denostar opiniones que provienen del otro lado del Atlántico por considerarlas muy alejadas de la realidad cotidiana de nuestra cultura. Sin embargo, autores próximos coinciden básicamente en argumentos semejantes. Lo hace Josep Ramoneda[4] cuando exige para el intelectual la vuelta urgente a la crítica para equilibrar convenientemente democracia, economía y política y lo enfatiza Luis García Montero[5] al insistir en que para la educación democrática es tan importante formar como informar en libertad. “La sociedad democrática, junto a la ciencia y la técnica, necesita a las humanidades si quiere decir unas palabras sobre el futuro al margen de las leyes sometidas al cieno”.
Hay, por tanto, avisos suficientes desde ámbitos universitarios, culturales que advierten de la necesidad de que ciudadanía y educación formen parte de un mismo proceso común y no terminen convirtiéndose en antónimos. Confiemos en que también el espectro político contemple tal posibilidad y no trabaje para convertir esos conceptos en antónimos. La sociedad no se lo perdonaría.
[1] Edición Euskadi (29/12/15)
[2] La transmisión de valores a menores (Informe extraordinario al Parlamento Vasco, febrero, 2009)
[3] “Crecer en España. La integración de los hijos de inmigrantes”, Aparicio, Rosa y Portes, Alejandro. Fundación La Caixa
[4] “Después de la pasión política” Taurus, 1999
[5] “Un velero bergantín. Defensa de la literatura” Visor, 2015
Sobre este blog
Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
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