Lo primero que me viene a la cabeza es lo que costó que la iniciativa fuera aceptada. En julio de 2019, ante la situación medioambiental extrema en la que nos encontramos propusimos la Declaración de Emergencia Climática. Meses antes, en marzo de ese mismo año, el Informe Mundial de Medioambiente de la ONU y el conjunto de la comunidad científica alertaba sobre de la necesidad de poner en marcha cambios rápidos, profundos y sin precedentes en el modelo económico capitalista ya que había quedado demostrado que el sistema capitalista es un acelerador que nos lleva al colapso ecológico.
Aquella propuesta de declaración fue rechazada y el gobierno municipal ni siquiera explicó el motivo por el que votaban en contra. Dos meses más tarde y coincidiendo con la Huelga Mundial del Clima, el gobierno decidió cambiar su posición y apoyar la Declaración de Emergencia. Pasado el tiempo una se pregunta si la decisión se debió a puro oportunismo, a querer sumarse a una fotografía amable, más que a un compromiso real en defensa de la sostenibilidad. Pasaron los meses, propusimos 65 medidas para incorporar como propuestas de debate para la Declaración, y estas medidas en algún cajón debieron terminar, porque el gobierno decidió no abrir un espacio de debate ni de contraste, ni con los grupos municipales, ni con grupos ecologistas en el seno del consejo asesor de Medioambiente.
Un buen día, el 17 de marzo de 2020, en plena pandemia y recién confinadas, la Junta de Gobierno Local aprobó la Declaración de Emergencia Climática. Desde entonces, hemos insistido en la necesidad de buscar espacios para contrastar con colectivos y ciudadanía. Hemos reclamado recursos y un cronograma de implantación de las propuestas, porque existe una vinculación científicamente probada entre la destrucción de entornos naturales y la aparición de nuevas enfermedades. El momento histórico requiere de acciones urgentes. Sin embargo, mes tras mes, han insistido en que van a seguir haciendo lo mismo que hasta ahora.
Pasado el tiempo una se pregunta si la decisión se debió a puro oportunismo, a querer sumarse a una fotografía amable, más que a un compromiso real en defensa de la sostenibilidad
¿Es que no recuerdan lo que dijeron en aquella declaración hace ahora un año? Hagamos memoria.
Allí decían: “Declarar la emergencia climática implica asumir el cumplimiento de compromisos políticos reales y vinculantes, mucho más ambiciosos que los actuales, con la consiguiente asignación de recursos para hacer frente a esta crisis.”
Y concluían: “Un estado de emergencia implica redirigir los recursos disponibles de nuestro Ayuntamiento y nuestra ciudad para afrontar la crisis climática con los problemas asociados que conlleva”.
Pues bien, con el proyecto de presupuestos que ha presentado PNV y PSE en la mano no hay compromisos políticos, ni reales ni vinculantes. De hecho, no hay partida para ninguna de las propuestas que incorporaron con la Declaración de Emergencia Climática. Nada nuevo bajo el cielo donostiarra. Más de lo mismo.
La falta de implicación de PNV y PSE en la sostenibilidad y el medioambiente ha sido una constante a lo largo de los años en las políticas medioambientales del consistorio, años en los que se han redactado documentos y planes como el Plan Klima 2050 con propuestas importantes, pero que no se terminan de aplicar ya que hay una falta de recursos significativa.
A todo ello, se le suman las innumerables decisiones políticas totalmente contrarias a la sostenibilidad medioambiental tomadas en los últimos años. Ejemplos tenemos para dar, tomar y regalar. ¿Acaso es posible declarar la Emergencia Climática y permitir las salvajadas de Lourdes Txiki y Belartza? ¿E introducir en esa misma declaración propuestas para reducir la presencia de vehículo privado en la ciudad y fomentar al mismo tiempo un nuevo pinchazo de la Variante en Marrutxipi para facilitar la entrada de vehículos al centro, o establecer un nuevo parking en San Bartolomé, cuando hay otros cinco aparcamientos subterráneos más en un radio de 300 metros?
Y de residuos mejor ni comentar. Nos hablan de reducir, reutilizar y reciclar, mientras nos plantan una incineradora con los peligros que su actividad tiene sobre la salud. Incineradora que pretenden llenar para que les sea rentable, pero por la que pagamos la tasa de residuos más alta del Estado.
El momento histórico requiere de acciones urgentes. Sin embargo, mes tras mes, han insistido en que van a seguir haciendo lo mismo que hasta ahora
O la última de Antondegi. Permitir que un espacio natural que debiera ser parte de un cinturón verde, imprescindible para la ciudad, se pueda convertir en la sede de una empresa para instalar una ola artificial, cuando a menos de cuatro kilómetros tenemos la Zurriola para tal fin.
Y es que es incomprensible que se incluyan propuestas en la Declaración, como restringir la ocupación de nuevos territorios, incrementar la recogida selectiva de residuos al 64% en cuatro años (ahora apenas llega al 40%), o restricciones a la entrada del vehículos privados, y luego tomen decisiones como las citadas, que son totalmente opuestas. Si algo demuestra este gobierno con todo ello es que nunca ha tenido ni tendrá como prioridad la defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático.
Solo nos queda organizarnos, luchar y presionar por otro modelo de ciudad sostenible con la vida y el medioambiente. El tiempo se agota. Cumplan con la palabra dada.
Sobre este blog
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