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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Tres ejemplos

Profesionales de la cocina en miniatura se dan cita desde mañana en Vitoria

Begoña Muruaga

Es curioso lo que está pasando con algunas profesiones que históricamente han sido realizadas por mujeres y en las que, por circunstancias de la vida, han entrado los hombres. Me referiré a tres de ellas, pero el análisis se puede extender a más.

La cocina ha sido históricamente, y sigue siendo, el “espacio por excelencia” de las mujeres. No hay sociedad en la que las labores domésticas, y más las de la cocina, las realicen los hombres. En todas las culturas son ellas quienes cultivan los productos de la tierra, quienes dan de comer a los animales del corral, quienes limpian el hogar y quienes cocinan. Un trabajo considerado históricamente como rutinario, poco creativo y sin ningún valor. Lo que se cocina y se limpia desaparece rápidamente, y para esas labores están las mujeres.

Pues bien, ha sido entrar los hombres en la cocina y revolucionarlo todo. Los cocineros son actualmente los reyes de muchos de los programas de televisión y su cocina ha sido denominada “alta cocina”. Son ellos quienes realizan los menús más elaborados, los platos más atrevidos y las mezclas más explosivas. Así las cosas, quién no ha oído hablar de Juan Mari Arzak, Ferrán Adriá, Martín Berasategui, Antonio Luis Aduriz, Eneko Atxa o David Muñoz (por poner unos ejemplos). Sólo una mujer destaca en ese mundo tan exclusivamente masculino: Carme Ruscalleda. Pero la cocinera catalana no tiene ni la fama ni el prestigio de muchos de sus compañeros varones, aunque, con toda seguridad, ha hecho muchos más esfuerzos que ellos para llegar donde ha llegado. Por otra parte, esos cocineros han convertido las lúgubres cocinas de la mayoría de los restaurantes en espacios luminosos, llenos de instrumentales más propios de un cirujano que de su profesión.

Algo parecido ocurre con la moda. En mi infancia, a las mujeres que realizaban prendas femeninas se les llamaba modistas, y los hombres que diseñaban la ropa masculina eran sastres. También en ese mundo los roles estaban perfectamente delimitados. Recuerdo lo sorprendente que me resultó ver la palabra “sastra” en los títulos de crédito de una película. Pensé que se habían equivocado. Posteriormente, comprobé que se llamaban así las modistas que confeccionaban la ropa de los actores. Pues bien, ellas no pasarán a la historia por haber entrado en un mundo masculino. Pero, ¿y ellos? ¿Qué ha ocurrido cuando los hombres han empezado a diseñar ropa para las mujeres?

Para empezar, según el Diccionario de la Real Academia la palabra “modista” se refiere a la persona (hombre o mujer) que diseña moda para las mujeres, pero también acepta la palabra “modisto” cuando es el varón quien hace la prenda. Nadie ha puesto ninguna objeción a la aparición en el diccionario de esa palabra. Por otra parte, algunos modistos se han convertido en auténticas referencias sociales: acaparan los medios de comunicación, opinan sobre los gustos de las mujeres, imponen la moda que debe llevarse cada temporada y deciden qué les sienta bien o mal a las mujeres. Si hoy preguntamos a la gente a cuántas modistas mujeres recuerda, seguramente aparecerán pocos nombres en la lista: Cocó Chanel, Mary Quant y quizás alguna otra. Sin embargo, la lista de ellos es interminable: Cristóbal Balenciaga, Pierre Balmain, Yves Saint Laurent, Christian Dior, Valentino, Paco Rabanne, Vittorio and Luchino, Giorgio Armani, Jean-Paul Gaultier…

Otro ámbito en el que han entrado con fuerza los hombres es el de la peluquería. Cuando yo era pequeña, los barberos eran los hombres que se encargaban de cortar el pelo o recortar la barba a los hombres, y las peluqueras eran las que peinaban y cortaban el pelo a las mujeres. Esa profesión, como otras muchas, estaba rígidamente dividida entre lo que les correspondía hacer a ellas y lo que era propio de ellos. Pero, ¿qué ocurrió cuando los hombres entraron en ese mundo? Pues que se empezó a valorar ese trabajo como algo excepcional, algo fuera de lo común. Ahora son peluqueros los que peinan a las actrices, a las modelos o a las mujeres famosas. Son peluqueros los que anuncian un champú para mujeres o quienes dan recomendaciones para mantener un cabello brillante y vigoroso. Son hombres quienes deciden si está de moda el pelo corto o largo, el liso o el rizado.

Llama la atención observar que cuando los hombres entran en profesiones tradicionalmente asignadas a las mujeres éstas se revalorizan, pero sólo para los varones. Para ellas, la situación no cambia sustancialmente.

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