El Gobierno de Urkullu se deja llevar

100 días de Gobierno y no ha pasado nada y la pinta que tiene es que no va a pasar nada en los 100 siguientes. El lehendakari Íñigo Urkullu ha optado por pasar desapercibido e intentar que nada se mueva y que pase el temporal de la crisis. Se equivoca.

Gobernar es elegir, y optar por la nada y apelar a la responsabailidad ajena sirve de poco. 100 días han dado para un proyecto de presupuestos que reivindica el término social. Nada nuevo. No creo que haya habido en los últimos diez años níngún Gobierno en Euskadi que no haya reivindicado el término social. Por desgracia, se ha convertido en un cajón de sastre donde todo cabe.

Dicen que estamos ante un año difícil. Los anteriores no lo fueron menos. Y no es tiempo de palabras y lamentos. Es el momento de las ideas ambiciosas y arriesgadas. Tan malo es no tenerlas como no atreverse a ponerlas en marcha. Han pasado 100 días en los que Urkullu ha sido tan transparente que no se le ha visto y su Gobierno ha presentado un proyecto de presupuestos en los que recorta a capón para intentar no molestar a nadie. Ni una idea. Solo un plan de empleo que ni es plan ni va a generar empleo y unas medidas de financiación que ya existían. Un balance pobre y preocupante. El recorte lineal y la apelación a la responsabilidad del otro es una estrategia, pero no creo que sea la adecuada.

Euskadi destina hoy más del 2% de su PIB a I+D+I, por encima de la media europea, pero esto se va a acabar gracias a un recorte de Urkullu de en torno al 30%. El empleo no se crea en un plan de retazos varios, el empleo se crea con actividad económica y Urkullu ha renunciado directamente a incentivarla y a impulsar la competitividad. Renunciar al empleo es la medida más antisocial que puede arbitrar un gobierno.

Estaría bien que el Gobierno tuviera ideas y se arriesgara a presentarlas, pero por ahora no lo han demostrado y, por lo tanto, no parece probable.