Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La Iglesia
En estos pasados días navideños apenas hay personas que hayan ido a la iglesia. Cuando menos dentro del círculo, cada vez más reducido, eso sí, de personas que un servidor conoce. Los lugares que más se visitan en estas jornadas suelen ser los bares y los restaurantes. También los prostíbulos, según me comentan algunos aficionados a estos establecimientos, pero esto es algo que no lo tengo debidamente estudiado. Los días festivos de la Navidad tienen su origen en una tradición milenaria del cristianismo: la rememoración del nacimiento de Jesucristo. Pero esto es algo que al parecer ya no invita a la gente a acudir a la parroquia de su barrio para asistir a las celebraciones religiosas propias de estas fechas.
La influencia de la Iglesia Católica en nuestras vidas sigue siendo tremendamente poderosa aunque actualmente mucha gente, sobre todo gente muy joven, haya abandonado las liturgias donde se le rinde a dios el culto de adoración, de alabanza, de acción de gracias por todos los beneficios obtenidos mientras se le pide perdón por nuestras muchas faltas y pecados. Aún así nuestro calendario vital está condicionado por la Iglesia con sus santos, sus vírgenes, sus procesiones y sus celebraciones navideñas. Los novios, no todos pero sí bastantes, todavía se casan por la iglesia. Las madres aún visten a sus hijos y a sus hijas con los uniformes propios de la primera comunión. En los funerales los sacerdotes todavía tratan de consolar a los allegados del difunto pronunciando desde el púlpito unas cuantas palabras, más o menos elocuentes o más o menos consoladoras y todavía hay personas que en las elecciones votan a los representantes políticos de nuestras derechas medievales sólo porque estos se proclaman católicos.
La Iglesia, madre protectora de la élites corruptas de nuestro país, junto con la Justicia, es la única institución que ha logrado atravesar la historia sin desmoronarse, tal vez porque lo soporta todo, pederastas incluidos, de modo que tantos siglos sometidos a una tradición religiosa tan robusta como la que emana de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana no se desvanece en el aire de un día para otro solo porque unos pocos ciudadanos reclamemos que ni pueda matricular lo que no le pertenece ni pueda conceder títulos académicos oficiales o porque los muchachos y las muchachas de esta época fumen porros, tararean los irreverentes estribillos que cantan los raperos, sean más promiscuos que los caracoles marinos, no recen más que cuando les duelen las muelas y no tengan más dios que su teléfono móvil.
El trágico paisaje de nuestro país también está condicionado por la Iglesia. Por la presencia física de una iglesia en todos los pueblos y ciudades de nuestra geografía. Por muy pequeño que sea el pueblo que visitemos seguro que en él se alza una formidable iglesia románica o gótica o renacentista o barroca, así que deshacerse de la presencia de la Iglesia Católica en nuestras vidas es una tarea hercúlea. Una tarea que choca no solo con nuestro escepticismo, con nuestra fe o con nuestra resignación ante las muchas prebendas, no solo económicas, que la Iglesia obtiene del Estado a través de nuestros impuestos, sino también con aquello que diariamente contemplan nuestros ojos.
La historia de España es en su mayor parte la historia de la religión católica y ahí está el Museo del Prado, con todas sus vírgenes, sus santos, sus Cristos crucificados y sus escenas navideñas de El Greco, Velazquez, Zurbaran, Rafael Mengs, José de Madrazo y otros muchos, para corroborarlo.
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