Natural

Tal vez vivir consiste en no hacerse preguntas. Todo es natural: la salida del sol, su puesta, la erupción de los volcanes, el incesante flujo de las mareas, dormir como si nunca fuéramos a despertarnos y contemplar el horizonte con un cigarrillo apagado en la comisura de los labios no habiendo comprendido nada de lo leido en un periódico que dormita, junto a nosotros, sobre la decolorada pintura de un banco de madera. La historia de la humanidad es un fluido continuo de infinitos seres que ignoran su destino y la propia corriente que los arrastra. Preguntarnos por el sentido de las cosas resulta a veces tan inútil como tratar de entablar una conversación coherente con un concursante de Gran Hermano, hacer entender a un fervoroso practicante de la decapitación de infieles o de cualquier otra barbaridad perpretada en aras de un bien supremo, que su estupidez no genera patrias ni patriotas sino tan solo dolor, escombros y material de derribo o tratar de comprender los pactos que se han formalizado durante los últimos días entre los diferentes partidos políticos existentes en este polvoriento país para así configurar los gobiernos en los municipios y las comunidades autónomas.

La vida es un fin en sí misma sin propósito alguno y a usted solo se le pide que, como hombre, mujer o travestí, madrugue, produzca, tenga hijos, los columpie, los contemple crecer, se siente ante el televisor para mirar telediarios, telenovelas y numerosísimos partidos de fútbol y se vaya por la puerta de atrás sin dar demasiado la lata y sin hacer demasiado ruido ya que a la naturaleza le preocupa solo nuestra existencia no nuestro bienestar. Haya votado a quien haya votado usted en las pasadas elecciones, tanto a los socialistas, a los presuntos delincuentes, a los ciudadanos o a los alegres fanáticos de si mismos, la naturaleza solo está interesada en que usted sea un buen transmisor de genes –a ser posible libre de cualquier enfermedad contagiosa- aunque en la cabeza usted no tenga más que serrín, un montón de palabras gastadas o las neuronas devastadas por el alcohol, la necedad, el aburrimiento o las drogas.

El cerebro humano, en el supuesto de que haya sido diseñado para algo, no ha sido precisamente para entender el universo, por eso hasta hace poco el azar se resolvía consultando las vísceras de las cabras, destripando corderos o escrutando las entrañas de los grajos. Todo es natural: nacer, correr tras balones de plástico por la plaza del pueblo, escuchar canciones en los patios de vecindad, aprender a desear lo que no se tiene, hacer dinero esclavizando a pobres desgraciados y terminar los días en una residencia geriátrica babeando como un perro dormido. La ciencia es una lotería, la religión una costumbre heredada, el arte una práctica comercial que apenas tiene seguidores y dios un delincuente bondadoso que no te apuñala por la espalda cuando regresas, borracho, de madrugada, a tu domicilio. El nuevo mapa político de nuestro país, resultante de lo votado en las pasadas elecciones, ha dejado fuera de juego, de momento, a Esperanza Aguirre con lo cúal todos, o casi todos, ya hemos ganado algo, así que, una vez formalizados los pactos gubernamentales, lo que venga a continuación será tan natural como la vida misma, o sea, será momentáneo, confuso, difícil, interesado y repleto, sobre todo, de ruido; del ruido de un sinfin de tertulias, análisis, artículos y debates que darán de comer a unos cuántos periodistas que, como títeres, serán, de nuevo, diestramente manejados por las manos del auténtico poder.