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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Proteger nuestra privacidad para fortalecer la democracia

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El avance de las nuevas tecnologías resulta imparable. Hemos pasado de hablar de la era de la sociedad de la información a la era de la disrupción, con tecnologías que prometen, si no lo han hecho ya, cambios profundos en las estructuras sociales. La Inteligencia Artificial (IA), la neurotecnología o la tecnología cuántica son realidades cada vez más cercanas y consolidadas. Sensores que convierten nuestras ciudades en espacios vivos, algoritmos que toman decisiones, implantes neuronales capaces de monitorizar y registrar la actividad cerebral, no forman parte del guion de una película de ciencia ficción, sino que son herramientas que ya existen y cuyo uso se va generalizando a gran velocidad, aunque no siempre seamos conscientes de ello, en prácticamente todas las esferas de nuestra vida: en nuestras empresas, en nuestros hogares, en nuestras administraciones...

Todos estos avances nos resultan fascinantes porque nos hacen ser más productivos, porque hacen que la prestación de servicios por las administraciones sea más eficaz, porque nos ayudan a resolver cualquier duda en nuestra vida cotidiana, porque nos permiten resolver problemas complejos de manera sencilla, o porque nos conocen y nos hacen compañía o nos entretienen. La IA, por ejemplo, se está colando en nuestras vidas también para convertirse en una herramienta de interacción humana con la que tener, incluso, conversaciones eróticas. Sin embargo, detrás de esta lógica desarrollista se esconde una realidad de la que no debemos escapar: el uso de estas herramientas tecnológicas genera riesgos y puede afectar negativamente a los derechos de las personas.

La ciberdelincuencia, por ejemplo, está adquiriendo cotas de complejidad y una dimensión que ha llevado a convertirla en uno de los principales problemas globales a enfrentar en las sociedades digitalmente más avanzadas. Muestra de ello es que en Euskadi han aumentado un 72% las denuncias por delitos informáticos durante los últimos tres años. Y más allá de la ciberseguridad, la salud mental, la transparencia en la toma de decisiones, el derecho a la información, la igualdad, la libertad de expresión y, fundamentalmente la privacidad, pueden verse comprometidas si las tecnologías de la información y la comunicación no se utilizan con responsabilidad.

Los riesgos para la privacidad parecen evidentes. Cada vez se utilizan más herramientas tecnológicas, cada vez más tiempo y desde edades más tempranas. Y se debe tener en cuenta que esas tecnologías, la mayoría de las veces, se alimentan de datos, de muchos datos de carácter personal, en ocasiones sensibles como la salud, la ideología, el sexo, la religión o los datos biométricos. Entrenar sistemas de Inteligencia Artificial requiere de datos, la construcción de ciudades inteligentes exige observar patrones de comportamiento de la ciudadanía, el denominado Internet de los Cuerpos, dedicado sobre todo a controlar aspectos que tienen que ver con nuestra salud, se basa en la monitorización de nuestro cuerpo.

Y todo esto está sucediendo en un contexto de incertidumbre provocado, sobre todo, por discursos provenientes de países que someten su democracia a la voluntad de grandes corporaciones privadas, como pudiera ser Estados Unidos, o que abiertamente consideran el dato de carácter personal como un recurso más a explotar en favor de la colectividad, como pudiera ser China. Incluso en la Unión Europea, que hasta ahora había constituido un “oasis” en el que la salvaguarda de los derechos fundamentales, también la privacidad, era una piedra angular del sistema socio-político, se ha propuesto relajar el contenido de determinadas normas, entre las que se encuentra el Reglamento General de Protección de Datos, para favorecer el desarrollo y uso de las nuevas tecnologías, especialmente la IA, a fin de competir en igualdad de condiciones con otros espacios económicos como EEUU o China. Ni más ni menos.

Desde la Autoridad Vasca de Protección de Datos (AVPD) tenemos claro que el nivel de protección de la intimidad y la privacidad es un buen termómetro para evaluar la calidad democrática de un país. El respeto del derecho a la privacidad es un pilar esencial en la construcción de una sociedad democrática digitalizada avanzada. Tenemos que ser conscientes de que en el entorno digital no podemos desarrollar nuestra personalidad con libertad si no sabemos qué sucede con nuestros datos, quién los trata, cómo, para qué, dónde y durante cuánto tiempo. No hay dignidad personal posible si no controlamos lo que sucede con un aspecto tan importante de nuestras vidas como son nuestros datos. Es difícil entender que se está ante una democracia consolidada si aceptamos la instalación de sistemas de videovigilancia masivos, incluso con fines de seguridad, o permitimos el uso de herramientas digitales propiedad de grandes corporaciones en las aulas de los centros educativos sin establecer los controles debidos. Es así, que desde la AVPD queremos plantear una interrogante a la sociedad vasca: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra privacidad por la comodidad, el progreso, la seguridad, la eficacia o el desarrollo económico?

Ha sido, es y será vocación de la Autoridad velar porque los diferentes agentes que componen la sociedad hagan un uso responsable y ético de las nuevas tecnologías. Para ello resulta fundamental sensibilizar a la ciudadanía de la importancia de proteger sus datos, pues no hay que olvidar que, en la última encuesta realizada en 2024 por la entidad, únicamente el 52% de la ciudadanía vasca estaba muy o bastante preocupada por su privacidad. Pero más allá de la labor de concienciación, la AVPD estará vigilante para controlar que los datos de las personas se utilizan respetando las normas y sancionar aquellas prácticas que vulneran el derecho a la privacidad. El número de reclamaciones ante las autoridades de control aumenta año a año lo que obliga a hacer una labor fiscalizadora cada vez más importante.

No se trata de ser un obstáculo para el desarrollo de la tecnología. La protección de datos no es un freno, sino la garantía de que controlamos un aspecto esencial de nuestra identidad en un mundo hiperconectado. La tecnología ya está cambiando el mundo. Lo que tenemos que plantearnos como sociedad es cómo queremos que se produzca ese cambio. Sin transparencia, sin ética y sin respetar los derechos de las personas la tecnología no es una herramienta de avance. En la Autoridad Vasca de Protección de Datos tenemos claro que la construcción de una sociedad vasca avanzada en términos democráticos pasa porque su digitalización no se haga a costa de los derechos de las personas.

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