Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
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En el valle, por la carretera que sube a la cumbre del monte, sin ningún propósito de alcanzarla, puede contemplarse la chimenea de un caserío, desdibujado en el aire espeso de la tarde, donde sale un hilo de humo soñoliento y se entrevén, también, un perro grande, mil razas, tumbado junto a una pared de piedra y unas pocas ristras de maíz sobre el balcón de madera. El rumor sordo del río, lejano pero presente, saltando por encima de las piedras, pone sobre la quietud del campo un punto de misterio.
Todas las cosas en otoño parecen tener un cansancio y un abandono internos; incluidos los animales, tanto racionales como irracionales. Los últimos días del verano se han llevado consigo el furioso resplandor de un sol casi africano que dominaba el paisaje a latigazos de bochorno, así que, ahora, las laderas de los montes que circundan este valle presentan un resplandor de rescoldo moribundo. Empieza el otoño.
Desde este momento las casas se enfrían y los días se revistirán de un lirismo doméstico y bobalicón de gatitos ronroneando en cestas de mimbre, cielos ingleses, tarros de mermelada con papeles de barba cosidos al cuello de los tarros con hilo blanco de coser reposando en las alacenas de las cocinas y abuelas horneando tartas o tejiendo chalecos de lana. El aire se suaviza. La vaguedad se despide. Los árboles tienen aún pendientes las hojas muertas, ya por pocos días, y la atmósfera húmeda de la tarde, presagio de lluvia, posee una gran riqueza de matices donde las lejanías se difuminan vagamente entre colores cálidos, terrosos y huidizos: rosados endebles, puntos de carmín, dorados...
Una tarde de otoño. Una tarde de otoño en el campo para no escuchar, en este silencio mineral, la ruidosa realidad donde habitan los jueces franquistas, los bárbaros que se han adueñado del planeta, los políticos barriobajeros con sus insultos barriobajeros, los periodistas que mienten para satisfacer sus necesidades económicas, los reaccionarios nacionales tan propensos a considerarse los propietarios de la nación, el discurrir mental de Miguel Tellado y toda esa fatiga de tanta tertulia...
Huir. La aspiración inútil de este tiempo oscuro y criminal. Huir cuando, en realidad, tras el verano todo es regresar. No disponiendo de la facultad de detener el tiempo, todo lo que vivimos tiene, a cierta edad, un marcado componente nostálgico. Máxime en otoño cuando todo es regresar hacia aquel que somos una vez despojados del bañador, la pereza sin culpa y el entusiasmo, casi infantil, con el que nos fuimos de vacaciones.
Sobre este blog
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