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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

“El último buque se va y no hay nada en las gradas”

Los empleados de La Naval de Sestao llevan a cabo un encierro de 24 horas desde la seis de la mañana.

Aitor Guenaga

Bilbao —

Un ambiente de pesimismo recorre las instalaciones de La Naval de Sestao. Los más de 200 trabajadores que ahora emplea este histórico astillero -cuando está a pleno rendimiento supera los 1.500 empleos- quieren creer a la empresa cuando habla de un precontrato con un armador europeo para fabricar un nuevo barco que asegure la carga de trabajo para los próximos meses. “Pero ya no sabemos qué pensar. No es la primera vez que han tenido una carta de intenciones firmada con algún armador y al final lo único que ha quedado es un barco de papel encima de una mesa de trabajo”. De hecho, el director general de La Naval, Iñaki Irasuegui, ya reveló a eldiarionorte.es en diciembre la existencia de esta negociación.

Karmelo participa en el encierro que ha comenzado a las 6 de la mañana de este martes en el astillero de la margen izquierda de la ría de Bilbao, el buque insignia de la construcción naval en Euskadi que está a punto de quedarse sin carga de trabajo. Tiene 48 años y ha pasado toda su vida en La Naval. Tras 32 años trabajando -lo ha sido todo en el astillero deliniante, ajustador...- no tiene nada claro su futuro laboral. “Hoy a las cuatro de la tarde, el buque pasa a pruebas, la ITV final de un barco antes de ser entregado al armador: mirar los motores, los sistemas, la carga..”. Karmelo habla con un tono de angustia que pasa de mano en mano y de boca en boca entre los trabajadores encerrados en el interior de las instalaciones de La Naval. Una agonía que ya se inició con el conflicto sobre la financiación con el viejo sistema 'tax lease', declarado ilegal por las autoridades comunitarias por ser contrario a la normativa sobre competencia en la Unión Europea.

“Sí, como ves hemos sacado de nuevo las pancartas, pero ahora ya no estamos hablando del 'tax lease', algo que no se ha resuelto y sigue lastrando la llegada de contratos. Ahora estamos exigiendo a la dirección carga de trabajo. El último buque se va y no hay nada en las gradas”, advierte Karmelo con cierto tono que mezcla a partes iguales la resignación, la incertidumbre y el miedo a perder el trabajo para siempre.

“No, no me imagino que este sea el último buque que salga de La Naval. Por eso estamos aquí encerrados, dando la cara. El viernes llevamos nuestra protesta al Parlamento vasco y luego está la manifestación que haremos las próximas semanas. No vamos a parar hasta lograr trabajo”, apunta.

“Vamos a dar la cara hasta el final”

La semana pasada, el comité de empresa de La Naval, presidido por Pedro González, mantuvieron una reunión con la dirección del astillero para conocer de primera mano la situación real de la decena de contratos que se están negociando. En esa reunión, la dirección transmitió a los representantes de los trabajadores que había firmado un precontrato con un armador europeo, posiblemente holandés, para construir un buque del que no dieron ni las características, ni el volumen de carga de trabajo que podía implicar. Además, desde hace mucho tiempo, La Naval mantiene también contactos con un armado de Qatar para construir un buque que podía superar los 200 millones de euros. Pero nada está cerrado definitivamente.

Y los inversores que aun tienen que devolver las ayudas por los buques construidos con el sistema del 'tax lease' ilegal se tientan mucho la ropa antes de participar en contratos tan voluminosos. Algunas fuentes sindicales que llevan toda la vida dedicada al mundo de los astilleros interpretaron la información suministrada por la empresa la semana pasada como un intento de “desactivar las movilizaciones que ya estaban convocadas por todos los sindicatos”. Si esa era la intención de la empresa, no parece que haya surtido efecto. Tras la 24 horas de encierro de hoy, el viernes a las 9.30 de la mañana los trabajadores de La Naval se subirán a los autobuses para llevar su protesta al Parlamento vasco.

Karmelo ha salido de la habitación del astillero donde está encerrado para tomar un poco de aire. El ambiente es un tanto desolador, pero nadie da su brazo a torcer. “Vamos a dar la cara hasta el final. La Naval no puede seguir esta agonía, no nos lo merecemos”, resume.

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