Penélope proclama sobre el Teatro Romano su verdad, como mujer y como reina
Se nos anunciaba como la historia “jamás contada” de Penélope y le ha llegado su oportunidad sobre escenario del Teatro Romano de Mérida, en el que la siempre sumisa esposa del idolatrado Ulises, esta vez en la piel de Belén Rueda, ha proclamado a los cuatro vientos su alegato feminista y su verdad “como mujer y como reina”.
Rueda, en su debut en el recinto emeritense ha sido la encargada de encabezar la puesta en escena del texto elaborado y dirigido por Magüi Mira, en la que se nos muestra a una Penélope dueña de su destino, estratega de vida y cuya espera de mujer fiel, que siempre nos han contado, torna en una espera activa e inteligente.
Si la realidad fue esa u otra, no se sabe, como bien relata al comienzo de la aya Euriclea (María Galiana), quien recuerda que a lo largo de los años “hemos oído contar muchos cuentos, unos de historias que han ocurrido y otros que imaginamos o deseamos que sean verdad”, además de incidir en que “los hombres tienen el vicio de exagerar e incluso inventar”.
Belén Rueda y Mariana Galiana encabezan el elenco de esta Penélope, en la que también están Jesús Noguero (Ulises) o Máxi Iglesias (Telémaco), y que el próximo lunes bajará el telón de una “especial” 66 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, un día más de lo anunciado, debido a la demanda de entradas y a la reducción de aforo por la covid-19.
Rompe moldes
Desde sus primeras palabras sobre el escenario, Penélope deja claro que las hazañas de Ulises, mil veces contadas en otros tantos escritos, deben quedar a un lado, aparcadas por un discurso en el que desgrana su intención de asumir las funciones de reina, ante la ausencia de su marido y ante las risas y burlas de la corte de nobles.
Frente un Ulises que se apoya en un lenguaje pretendidamente machista y agresivo para dejar claro a Penélope que aunque parte a la guerra “permanezco aquí, porque vives en mí” y “mía es tu boca” y “mío es tu cuerpo”, ella prefiere hablar de la búsqueda del bien y la justicia colectiva, de poner en marcha leyes que protejan por igual los derechos de hombres y mujeres y a los más desfavorecidos.
Pero la empresa de Penélope, para que se considera plenamente preparada, no es fácil, ya que enfrente tiene a la corte de nobles que “como buitres carroñeros”, no solo traicionan el mandato de protección de Ulises, sino que ansían su lecho y su trono.
El desprecio del hijo
“Será nuestro el placer, será nuestro el poder”, acosa machaconamente el coro de nobles a Penélope, que también sufrirá el desprecio de su hijo Telémaco, que por el simple hecho de haber nacido hombre se considera superior a su madre, a la que manda a callar.
“Solo me dejan pensar, mientras no hable, da lo mismo que sea reina que porquera”, se lamenta Penélope, que pese a los obstáculos, se revela, se hace fuerte y resiste no por lealtad al ausente Ulises, sino por ella misma.
“Soy veinte años mayor, pero también veinte años mejor” y en este período “la que ha hablado ha sido mi boca, no la tuya”, le confiesa a Ulises poco antes de que éste decida acabar con la vida de la mujer que había sido suya “y ahora es una serpiente”.
Como concluye Euriclea, “este cuento no lo cuentan los hombres, quizás lo ha contado una mujer, es un cuento horroroso que sigue ocurriendo hoy”.
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