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Crónica

Bienvenido, Míster Alvia

La ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, de frente, junto con el presidente Guillermo Fernández Vara durante este primer viaje de pruebas del primer tren de Alta Velocidad (aunque la línea aún no lo sea) en Extremadura desde Plasencia con dirección a Badajoz.

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En la estación de Mérida sopla un aire fresquito a las once de la mañana, y tampoco son tantos los invitados -políticos, como el alcalde de la ciudad a la cabeza, y sobre todo periodistas-, que esperamos en el andén. El viaje de “prueba oficial” arrancó hace casi hora y media en Plasencia con pitos de protesta al fondo, y el viaje hasta Mérida, sabemos después, no ha ido tan rápido como lo previsto, ha habido algún retraso.

Por la megafonía la cantinela recomendatoria de usar mascarilla en las instalaciones, y obligación de hacerlo al subir al tren. Corrillos y continuas miradas a las vías con el acueducto romano de los Milagros al fondo, ese que vio sacrificados algunos de sus arcos en el siglo XIX para, precisamente, abrir paso al humeante “camino de hierro”.

“Al Ministerio le sale más caro mantener esta estación que hacer una nueva”, argumenta el alcalde Antonio Rodríguez Osuna. Mérida, estación en fondo de saco respecto a la línea general Madrid-Cáceres-Badajoz, requiere, como Plasencia, que los trenes entren y hagan una maniobra de inversión, es decir, vuelvan para atrás, lo que obliga si lleva una sola cabeza tractora, locomotora, a usar vías y desvíos para ponerse de nuevo en cabeza.

La expectativa de que la nueva línea llegue hasta Lisboa; la de que con la mejora de las vías más viajeros dentro de Extremadura usen para el trabajo los trenes; que los estudiantes no tengan que alquilar piso en Badajoz o Cáceres..., mantienen las conversaciones en esta espera.

Por fin los faros del Talgo S-730 se dibujan sobre los arcos del acueducto y el convoy, reluciente, espléndido, con una cabeza de “pato” aerodinámica que da sensación de velocidad, entra en el andén principal y se detiene. Tras algo de desconcierto, y el consiguiente revuelo de cámaras fotográficas y de vídeo, que no parecen encontrar gran cosa, los viajeros van subiendo al tren.

La salida estaba prevista a las 11.25 pero dos minutos antes, a y veintitrés, empieza a andar. Trae retraso, algo ha recuperado entre Cáceres y Mérida, pese a que apenas ha podido usar en ese tramo la vía nueva por problemas de enlaces, y el maquinista sigue con la tarea de recuperar tiempo.

El traqueteo y lentitud de la vieja línea, que se está mejorando, acompaña los primeros kilómetros. Lentamente sale de Mérida y se empareja al Guadiana por su margen derecho pasando bajo el puente de las autovías -A-5 y A-66- donde los camiones siguen quemando gasoil y vertiendo carbono mientras sus propietarios maldicen por el precio de los combustibles; este tren, hasta que llegue la electricidad el año que viene, hace lo mismo.

Aminora su marcha según se acerca a la estación de Aljucén (situada en término municipal de Mérida) que sí está en la línea Cáceres-Badajoz aunque dejará de estarlo cuando se haga el by-pass que la deja al margen; de Mérida a ella hemos tardado siete minutos, y se empiezan a ver construcciones decrépitas que asocio al fallido Plan Badajoz. Una bonita arquitectura de los 50 y 60, generosa en dimensiones pero ahora polvorienta y abandonada.

Seguimos por la vía antigua Mérida-Badajoz y por La Garrovilla el híbrido S-730 coge algo de velocidad por fin. A 71 km/h, a 98...

Es un tren cómodo y de amplios asientos, bien tapizados. Luz de lectura arriba, enchufe de clavija bajo cada asiento -aviso, no tiene conexión usb para cargar el móvil, solo la clásica de red- y unos controles algo desgastados de volumen, de cuando los viajeros veían películas en los monitores de trenes y autobuses, obsoletos desde que todo el mundo lleva una pantalla y conexión a internet en sus manos.

En la cafetería hay animadas conversaciones. Políticos y asesores de Ministerio, Adif, Renfe, Junta, diputaciones, ayuntamientos.. Periodistas.

También viajan con nosotros los técnicos que llevan años en silencio realizando y dirigiendo la construcción de esta futura línea de alta velocidad Madrid-Extremadura con prolongación a Lisboa.

En cada coche -no le digan a un ferroviario que van en un vagón, o creerán que usted es ganado camino de la feria de Zafra- hay a los extremos unas pantallas que dicen el número del mismo, la hora, la temperatura y ¡sobre todo!, la velocidad del tren.

Poco después de La Garrovilla, por fin, el S-730, rotulado con los colores que distinguen la división comercial de Alta Velocidad de Renfe, se incorpora a la nueva línea de altas prestaciones (alta velocidad cuando esté electrificada) y el convoy de Talgo es como si bajara un tortuoso y sacrificado freno de mano.

La maquinaria diésel sube revoluciones y de los 98 km/h máximo alcanzado en vía convencional, empieza a subir. Ciento diez, ciento treinta... Las labores agrarias de comienzo de verano, a uno y otro lado, son testigos de la aceleración que llegará a su culmen cuando el tren alcance su máximo en diésel, 180.

En realidad el velocímetro, el panel de los coches, está la mayoría del tiempo a 179, solo durante algunos segundos a lo largo del trayecto Mérida-Badajoz llegó a 180. El maquinista, en la estación de Badajoz, nos confirma: “Hemos cogido el máximo, ciento ochenta”.

La velocidad apenas se nota debido a la estabilidad y el silencio interior: nuevas vías, un tren de diseño moderno.

Kilómetros antes de Badajoz se acaba la vía nueva y volvemos a la antigua que, no obstante, permite entre ambas ciudades hasta 160. Los barrios de entrada a la ciudad se van sucediendo, y por fin se detiene en la estación.

Hemos llegado a las 11.53, el viaje ha durado por tanto 30 minutos desde Mérida.

En los andenes mucho público. A lo largo del viaje hemos visto por la ventanilla no poca gente haciendo fotos al tren. Había mucho aficionado fotógrafo avisado, y extremeños que se han encontrado con la sorpresa de este colectivo “Bienvenido Míster Alvia”.

En los andenes la ministra se para a hablar con algunas personas, ella es catalana y alguien le dice que conoce su pueblo, Gavá. El cortejo avanza hacia el exterior entre bullicio de periodistas y alguna que otra protesta de indignados. “Al menos unos bocadillos, que aquí todo es para ellos”, reclama un paisano sentado en un banco en el andén, a sabiendas de que clama en el desierto mientras la marabunta pasa rauda junto a él.

Las intervenciones, en una carpa al exterior, tienen al principio y al final algún sonido contestatario de fondo. Alguien ejerce las artes de silbarle a los políticos con bastante destreza.

El 19 de julio empezará a funcionar para todos los trenes este nuevo tramo Badajoz-Plasencia. No se descarta que en la víspera, el lunes 18 de julio -qué fecha- haya un viaje y visita del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

La expectación ha pasado la frontera. Los portugueses andan afanados con su nueva línea velocidad alta/alta velocidad (250 km/h permite) entre Évora y Elvas, y el tren por fin interesa en el vecino país y a su Gobierno de manera que algún periodista luso había este jueves en Badajoz.

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