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Opinión

Pastoral educativa

Carta de Laicidad

Alfredo Aranda Platero, vicepresidentwe sindicato PIDE

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Reza, nunca mejor dicho, en la pastoral de todos los centros concertados religiosos, que son la mayoría, que la educación se basa en el trabajo y en la oración. Estilo educativo donde al alumnado debidamente uniformado como expresión clara del pensamiento único, se le adoctrina primero y se le enseña después. Y, por añadidura, como regalo a la fidelidad familiar, hinchan notas (en un claro ejercicio de presunta falsedad documental) como denunció un informe, que tuvo mucho eco en prensa, del Observatorio de Sistema Universitario (OSU) que decía que los colegios concertados y privados inflaban las notas de Bachillerato con sobredientes para así elevar las notas de corte (el 60 % nota de Bachillerato y el 40 %  de la PAU) para acceder a la universidad. Y, de paso, transmitir la falsa idea de excelencia educativa. Un engaño en toda regla, diseñado para aparentar.

Pese a que estamos en un estado aconfesional y que los centros concertados reciben dinero público (más las cuotas y aportaciones «voluntarias» de las familias), la jornada escolar en este tipo de centros empieza con el rezo obligatorio y durante toda la jornada la fe es una «asignatura» trasversal. 

Pastor, en primer término, se refiere a una persona que dirige a la oveja al redil, como animal manso, cuya capacidad de raciocinio es nula, solo caminan por la vereda que marca el pastor y todo el rebaño lo sigue. También se llama pastor a la persona que está encargada de transmitir las enseñanzas religiosas. Bastante ofensiva, por cierto, la palabra “pastor” aplicada a la religión; comparando fieles con ovejas. De hecho, “el señor es mi pastor” (salmo a David) y, por tanto, yo su oveja, es el comienzo de uno de los salmos más conocidos. Considerar a los creyentes ovejas es una falta de respeto y la constatación clara del fundamento básico de la iglesia: la obediencia ciega.

En los principios de funcionamiento de este tipo de centros, el formar “buenos cristianos” (y por tanto obedientes) es la base de sus desvelos. Y dicen, sin ningún rubor, que llevan una misión evangelizadora. Como aguerridos conquistadores. De hecho “dóciles a la voz del espíritu” aparece en algunos de sus preceptos fundacionales; presentándose, además, como educadores de la fe. Cito textualmente de una de sus web: “Cada día nuestras clases comienzan con una pequeña oración que nos ayude a vivir nuestra vida de forma coherente con nuestra fe. En momentos fuertes del año esta oración se realiza de un modo especial”. Y todo esto se permite en un estado aconfesional y con subvenciones públicas. 

No deja de ser de un cinismo evidente la insistencia con la que el portavoz del Grupo Parlamentario Vox en Extremadura no pierde la ocasión de acusar a los centros educativos extremeños (se refiere a los públicos, claro) de adoctrinar más que de trasmitir conocimientos; cuando, precisamente, son los colegios concertados religiosos los que tienen esa tendencia adoctrinadora, no los públicos que enseñan, verdaderamente, en libertad: “Piensa el ladrón que todos son de condición”. 

La LOMLE considera la educación pública con el eje vertebrador del sistema educativo. En su articulado aclara que los poderes públicos tienen que garantizar la educación pública con una suficiente oferta, así como se responsabilizan de promover un incremento progresivo de puestos escolares en la red de centros públicos. 

Los conciertos educativos nacieron con la LODE para dar respuesta a las necesidades de escolarización que excedía la capacidad de la educación pública, dado que la dictadura sufrida en España afectó de forma directa a la escolarización. El retraso impuesto por el régimen franquista, por el tardofranquismo y por la resaca de ambos fue, y de alguna manera sigue siendo, una pesada losa. Si España no hubiera sido arrasada por una dictadura los conciertos no existirían, porque la red pública se hubiera ido adaptando a las necesidades de escolarización. 

Los conciertos se autorizaron con la intención, según el gobierno de turno de aquel entonces, de asumir toda la demanda de escolarización mientras que en el país se construían los centros públicos suficientes para no ser necesarios los conciertos. Pero, sin embargo, lo que empezó como una medida transitoria, se convirtió en algo permanente y que, ahora, amenaza la supervivencia de la educación pública. 

Actualmente la red pública puede asumir las necesidades de escolarización sin acudir a conciertos con centros privados. O dicho de otra manera, la falta de alumnos hace innecesarios los conciertos educativos. Es una realidad que puede molestar a los defensores de los conciertos, pero que no podrán negar porque los datos no dejan lugar a la interpretación.  

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