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Manuel Rodríguez: “Los Campamentos Dignidad han dado poder a la ciudadanía”

Acto de protesta del Campamento Dignidad en Plasencia

Antonio Sánchez Ocaña / Antonio Sánchez Ocaña

Nacieron hace ahora dos años para pedir trabajo, contra los desahucios y por una renta básica. Unos mínimos de dignidad de vida. Son los Campamentos Dignidad. De ahí su nombre, pensarán muchos. Aunque verdaderamente tomaron el nombre después de que uno de los integrantes del de Mérida dijera en una reunión: “Esto lo que tiene es mucha dignidad, la dignidad de que alguien se planta de pie”. Frente al establishment.

Pero han logrado ser mucho más que un mero movimiento reivindicativo testimonial. “Han conseguido que, por primera vez, Extremadura sea una tierra en donde se fijan los movimientos sociales y no al contrario, como sucedía”. Lo dice Manuel Rodríguez, activista portavoz del Campamento Dignidad Plasencia.

Surgidos desde la propia sociedad, tomaron la calle para reivindicar a los políticos medidas sociales. Una renta básica de, al menos, 600 euros al mes; un plan de Junta, diputaciones y ayuntamientos para crear 25.000 empleos durante un año; y la paralización indefinida de los desahucios a parados.

En Plasencia, su historia arrancó la gélida y lluviosa madrugada el 28 de febrero de 2013 Una precaria instalación clandestina con tiendas de campaña y toldos, en la Plaza de la Catedral, bajo la vigilancia de la Policía.

Polémico arranque

La noche dio paso a una mañana de ocupación inesperada del templo, después de que las fuerzas del orden les desmontaran con nocturnidad el instalache. En unos locales de la seo, el Campamento Dignidad arrancó su vida y permaneció unos meses para tejer estrategia, organizar acciones en la calle y escribir los primeros compases y oberturas de una larga sinfonía social aún inconclusa. Era el tiempo de arranque de la lucha de los Campamentos Dignidad extremeños que, dos años después, ofrecen “un balance muy positivo y que ha dado su fruto también con otros nuevos en diversas ciudades o con nombres como la Plataforma de Indignados, en Olivenza, o Conciencia Alternativa, en Fuente de Cantos, pero todos confluimos en la misma lucha”, aclara Rodríguez.

Los más de 5.900 parados de Plasencia, una docena desahucios de viviendas sociales de la Junta de Extremadura y las abusivas cláusulas de las hipotecas ejecutadas por los bancos fueron el catalizador de la indignación de personas de la ciudad del Jerte que, desde hacía años, trabajaban desde las plataformas de la renta básica y por el empleo, para activar este nuevo fenómeno. Los Campamentos Dignidad lejos de encerrarse, reivindicaron y tomaron la calle, salieron a los medios para ser vistos, implicaron a los ciudadanos con sus recogidas de firmas, marchas populares, acampadas de desahuciados y acciones e informaciones. Y el camino que queda por andar no va a ser muy distinto.

“Tienen que implementarse y seguir porque, gane quien gane, si no hay presión en la calle no haces mucho”, apunta Manolo Rodríguez, que cree que uno de los grandes logros populares de los Campamentos Dignidad es “haber empoderado a la ciudanía, porque han dado fuerza a la gente y herramientas para concienciarse de que la lucha social es el camino”.

En el mismo sentido se manifiesta Abel Izquierdo, concejal de IU en Plasencia y activo integrante del Campamento Dignidad desde su arranque. “Como poco, han servido para concienciar a un buen grupo de gente y, lo más importante, para dar fuerza en la tarea de combatir los desahucios y el paro”. Destaca Izquierdo que con los Campamentos Dignidad “ha habido mucha gene que ha crecido social y políticamente”. Y defiende la necesidad y continuidad del movimiento por la situación social, con aumento de la pobreza y gente que no puede pagar luz, hipoteca, medicamentos o alimentos “porque en Plasencia, dice, hay hambre”.

Tenemos mucha tarea, porque el poco empleo que se crea es precario y los movimientos sociales debe seguir luchando, tienen que ser las personas las que presionen a los políticos para que tomen medidas” apunta Izquierdo. Y cree que ahora tienen mucho más sentido que hace dos años porque “hay que hablar de derecho al empleo garantizado, más que de la renta básica; o de dedicar el 1% del PIB a contratar 900.000 parados, porque la renta básica es una ‘herramienta transitoria’”.

Sobre los resultados, destaca Manuel Rodríguez, a modo de ejemplo, los desahucios a los que in extremis han conseguido dar la vuelta. Que solo se ejecuten en las viviendas de la Junta por ocupaciones ilegales y no por impago. O las 16 familias de Almendralejo “abandonas y que querían echar”, cita. “Hemos dado la vuelta al ‘no se puede’ de los políticos, con el ‘no tenéis voluntad”, agrega. Avatares, anécdotas y amenazas veladas, afirma, quedan en el camino que como explica Rodríguez “no es más que el tiempo de cambio que vivimos y que tiene que haberlo porque solo tenemos un planeta y hay que aprender a consumir racionalmente; no es que hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades, sino que hemos consumido por encima de nuestras posibilidades”.

Del futuro habla con la ilusión de protagonizar. “No sé donde van a acabar los Campamentos Dignidad”, Sí recuerda que todo empezó en el Sexpe, por un cabreo ante los 5.911 parados de Plasencia. “Creo, dice del futuro, que tiene que venir otra revolución pacífica, desde la reivindicación, porque tenemos mucha confianza y estamos convencidos de que hay que seguir luchando desde los movimientos sociales”

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