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La arriesgada aventura de la Puerta de Tannhäuser

Tanjauser

Antonio Sánchez Ocaña

Fue una apuesta arriesgada. En la siempre difícil mesa de juego de la cultura. Su órdago fue a favor de los libros a los que aman con intensidad. Con el más difícil todavía de elegir la periferia. Además, extremeña. Tres años después han demostrado que su sueño era posible. Cultura sostenible, no subvencionada y accesible. Hoy tienen cerca de 15.000 seguidores en redes sociales. Es La Puerta de Tannhäuser. La primera librería café de Extremadura que ya trabaja para abrir su segundo proyecto en Madrid y ultima su tienda online y su página web ‘puertadetannhauser.es’ desde las que llegar a un público nuevo. “No tenemos comunity manager, somos nosotros, Álvaro, Cristina o Ana los que estamos detrás y respondemos directamente, porque lo real es fundamental para la comunicación dentro de lo virtual”, comenta la segunda.

“Nos han preguntado que si vendíamos leche, carretes de fotos… o si esto era una perfumería”. Son algunas de las curiosas anécdotas que recuerda Álvaro Muñoz Guillén. Junto con Cristina Sanmamed Prieto abrieron, hace más de tres años, la primera librería café de Extremadura. Y es que ese tiempo ha dado para mucho. Hasta para oír frases, apunta ella, como la de aquella señora que le decía a otra “’mira, ahí te lees un libro y te invitan a un café’… con lo que parece que la cultura tiene que estar premiada. Estuve a punto de salir y decirle algo”.

Hoy todo forma parte del anecdotario de La Puerta de Tannhäuser, un proyecto de evocador nombre cinematográfico que ha logrado convertirse en algo más que una mera librería al uso o en la que tomarse una cerveza o un café disfrutando de los libros. Hasta el punto de marcar un antes y un después y ser protagonista de la vida cultural de Plasencia. “Nosotros también hemos querido siempre, declara Álvaro, aportar a la cultura local desde el mundo privado, porque la cultura en Plasencia y en Extremadura ha ido siempre muy de la mano de las instituciones públicas y yo creo que eso ha llevado al punto de que la cultura prácticamente no se entienda si no es con ayudas públicas”.

Saben firmemente que, para ser independientes, no tienen que depender de ninguna fuente que no sea la que genera el negocio porque si no “se puede entrar en una trampa y luego convertirte en algo irreal”. De hecho, nunca han tenido un contrato público, recibido ofertas de compra de libros de bibliotecas o centros docentes “y tampoco queremos vivir de eso, aunque no vendría mal”.

La Puerta de Tannhäuser tiene otros cimientos. Y sólidos. Es un proyecto cultural sostenible y autosuficiente, con actividades abiertas y gratuitas “que genera el movimiento necesario para poder seguir ofreciendo esto”. Una idea en línea con un concepto de cultura, agrega Álvaro “que defendemos debe ser accesible a todos pero en el que los creadores puedan vivir y que sea una actividad profesional como otra cualquiera”. Porque, como dice Cristina, no puede ser gratuito todo, ni leer a través de internet o el ordenador. “Los libros, afirma, son inversiones que duran para toda la vida. Los hay maravillosos por seis euros y por 60, los puedes encontrar a precio muy bueno y eso es algo que la gente tiene que saber, que gastarse seis euros en un libro te abre la mente a cosas increíbles y a poder seguir leyendo”.

La fórmula de combinar libros y café no es nueva. La diferencia en este caso, explica Álvaro “es que nosotros, siempre tuvimos claro que queríamos ser una librería, porque siempre hubo cafés literarios o bares con algunas baldas de libros para consultar o leer, pero nuestra idea inicial era ser libreros”. Abrir una librería, con una parte ligada al ocio, como medio para atraer a la gente hacia la cultura, “pero siempre dejando claro, reitera, que somos libreros; es decir, que no somos un bar con libros, porque siempre es más complicado que un bar te venda un libro que un librero te pueda poner un café”.

Pero no cualquier libro, ni cualquier café. Desde el principio tuvieron claro que no querían tener una librería de best seller, “aunque si nos los piden, los vendemos”, explica. Lo suyo es un amplio catálogo de editoriales de calidad, autores extranjeros con buenas traducciones directas, ediciones cuidadas o libros objeto para lectores gourmets. La fórmula les ha funcionado, hasta superar las expectativas.

Presentaciones de libros, fondos con títulos y de editoriales diferentes, literatura juvenil, novela gráfica, tertulias y charlas, la promoción de autores noveles o las mesas de inglés han hecho de La Puerta de Tannhäuser un lugar de referencia.“Hemos tenido la suerte, declara Álvaro, de encontrar una nueva generación de escritores en Plasencia que es increíble y que han estado con nosotros en la construcción de ‘La Puerta’. Nos han ayudado mucho llevando a cabo una gran labor de divulgación de nuestro espacio y estamos muy agradecidos porque siempre quisimos establecer una simbiosis entre autor, librero y editores”. Se refiere a esa nueva hornada de creadores como Álex Chico, Víctor Martín, Víctor Peña, Fran Fuentes o José Manuel Chico, a los que Cristina y Álvaro consideran parte del proyecto y a los que llaman ‘los poetas residentes de La Puerta’.

Un nombre que es ya una marca propia con visos de crecer en el siempre complejo ámbito el de la cultura. “El negocio ha evolucionado mejor de lo que pensábamos, estamos muy contentos”. Cuando menos, sorprende. Por su propio concepto y cercanía al lector. Más, a extraños y visitantes que a propios. Después de tres años y medio, La Puerta de Tannhäuser se enfrenta al reto de abrir en Madrid este otoño o invierno. “Estamos en ello, pero Plasencia será siempre la primera”, dice Cristina. “Lo que vamos a hacer es la placentinización de Madrid, apunta Álvaro, porque además de llamarse La Puerta de Tannhäuser, el socio que tenemos es también placentino”.

No temieron en 2011 a la crisis, cuando se liaron la manta la cabeza y decidieron cambiar de trabajo, de vida y de ciudad. Tampoco, la posible competencia de los e-books y los cambios del mercado. Ellos han creado su hueco.  Saben del delicado terreno que supone intentar vivir de la cultura y han aprendido el oficio de librero a base de arriesgar y escuchar a los lectores. “Yo creo que hay libros que tienen mucho más riesgo que otros y por eso las librerías están cerrando a una media de dos cada día, aunque también se abren nuevas pero responden ya a otro modelo”, dice Álvaro.

Alejado, como el suyo, del de librería-papelería con libros de texto y venta fundamental de best sellers, “de modo que la venta de unos pocos títulos al año mantenía el negocio”. “Los Código Da Vinci o Harry Potter han sostenido muchas librerías, hasta el punto de que con lo que sacaban de un Ken Follett, cubrían todas las necesidades y el resto era para ganar dinero; ahora creo que ese modelo ya no se va a volver a repetir”, concluye.

Cambio de vida

La Puerta de Tannhäuser es, sobre todo, el fruto del giro radical que Álvaro y Cristina decidieron dar a su existencia hace unos años. Dejaron sus trabajos y su vida en Madrid para hacerse emprendedores en Extremadura. Plasencia fue la ciudad elegida, por las vinculaciones familiares del primero. “Yo trabajaba en comunicación y marketing en una ONG, en eventos y campañas, y era un trabajo muy bonito pero bastante estresante”. Ya desde pequeña quería ser librera “y Álvaro me dio la oportunidad de poderlo hacer en Plasencia, siempre con miras a poder irnos después a otros lugares, a montar  otras librerías, que es algo muy ambicioso pero que yo he tenido en mente desde los 13 o 14 años”, confiesa Cristina.

En el caso de Álvaro, su trabajo era bien diferente. “No tenían nada que ver con esto y eran de muchísima  responsabilidad, de disponibilidad 24 horas”. “He trabajado para tres ministros, he estado en gabinetes de ministros, he sido director de gabinete de un ministro y, la verdad, eran trabajos de todo menos poéticos, aunque si reuniera mis obras, que he escrito muchos discursos políticos y revisado notas de prensa, creo que se podría sacar un buen tomo”, dice, no sin humor, buscando un punto en común con la literatura. “Estaba un poco cansado y quise ser mi propio jefe, que fuese una librería, la culpa la tiene Cristina que me ha hecho enamorarme de los libros”.

Las redes sociales hoy son su mejor aliado. Ya reúnen en ellas a cerca de 15.000 seguidores. Con un modelo consolidado de negocio, echan la vista atrás y ven el camino hecho. “En eso han tenido mucho que ver las nuevas tecnologías y las redes sociales que han conseguido que nos conozcan no solo en Extremadura”, alega Álvaro. Y les ha allanado el camino a la hora de dar el salto a Madrid o hablar con las editoriales.

“En otras épocas, añade, un proyecto así, en Plasencia hubiera sido muchísimo más difícil o lograr que los editores se interesasen por nosotros”. También les han posibilitado llegar a muchas de las personas posiblemente interesadas, encontrarlas y aglutinarlas en un punto situado en pleno centro histórico de Plasencia. Al que muchos llegan después de conocer virtualmente y establecer una comunicación permanente y cómplice, más allá de la puramente comercial con unos libreros. “Por eso es fundamental, dice Cristina, que su impresión al entrar sea la esperada o incluso mejor de lo que tu les dices”.

Preservamos el complemento del café y el té porque no solo vendemos el producto, vendemos la experiencia de estar aquí, de entrar y ver los libros, de estar rodeado y asistir a las presentaciones y el café, té o la cerveza es un complemento sensorial a la librería“, explica Álvaro. Para acercarse a los libros de una forma natural. Y disfrutarlos, sorbo a sorbo, ajenos al paso del tiempo.

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