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Una pasarela de la precariedad juvenil para visibilizar historias reales del mercado laboral

La mayoría de padres cree que los hijos deben estudiar y trabajar desde los 18 años

Jesús Conde

Jóvenes formados, con ganas de emanciparse e iniciar un proyecto de vida. En contra tienen un mercado laboral adverso. Están mal pagados, con la precariedad y la temporalidad como compañeros de viaje.

Esta es la radiografía que hace el Consejo de la Juventud de Extremadura (CJEX), que ha lanzado una 'performance' para escenificar la realidad de miles de personas que buscan un hueco en el mercado laboral. La pasarela de la precariedad juvenil se compone de las experiencias vitales que narran sus protagonistas mientras desfilan ante la atenta mirada del público.

Es una actividad que se estrenó en Mérida con motivo de los actos centrales del Primero de Mayo en Extremadura, y con la que quieren poner el foco en las condiciones que soporta la juventud. Sometidos a contratos estacionales, ligados al mundo agrícola o el sector servicios. En precario. 

Mientras tanto los niveles de desempleo alcanzan el 47 por ciento en la región entre los menores de 25, ocho puntos más que la media nacional. El CJEX advierte que el porcentaje sube en el caso de las mujeres hasta el 53 por ciento. 

Historias de vida

La pasarela de la juventud muestra el caso Celia, una chica de 27 años con dos carreras e idiomas que logró su primer contrato en una de las empresas que más factura en Extremadura. Cuenta que le pagaban menos del dinero estipulado y a veces recibía pagos en metálico, en negro. 

En la entrevista de trabajo le preguntaron si estaba en sus planes ser madre a corto plazo. “Mejor que cuando estés con nosotros, no”, le espetaron. Esta joven relata que era frecuente que la dirección mostrara a los empleados los currículums de los nuevos candidatos, para asegurarse de que ninguno de los aspirantes tenía relación con el sindicalismo o era ‘rebelde’.

Se suma la experiencia de Julia, de 28 años, que estudió un grado en Psicología, un máster e innumerables cursos complementarios. “Me siguen pidiendo más másteres y algunos títulos que para mí son imposibles de pagar. Considero que estamos viviendo una especie de esclavitud que no nos permite emanciparnos, y todo depende de la suerte que tengamos: de si nuestra familia puede mantenernos o no”.

También habla en primera persona Hassan, un chico de 25 años que llegó a España con 12. Estudió Formación Profesional y ahora sólo trabaja a temporadas en el campo, “y dando las gracias”. “Constantemente estoy buscando empleo, y aunque me llaman para hacer entrevistas nunca me cogen. Tengo idiomas y he ido haciendo muchos cursos (…). De momento me conformo con que en los próximos meses podré sacarme un dinero plantando y recogiendo tomates. A veces tengo más suerte y me dan de alta”.

En torno a la precariedad narra su experiencia Ana, que tiene 30 años y un niño de ocho. Tras divorciarse hace tres años tuvo que cambiarse de casa porque no podía afrontar el alquiler.

“De trabajar en una empresa familiar junto a mi ex pasé a limpiar habitaciones en un hotel. Pensé que trabajando de camarera de piso lograría ser más autosuficiente para cuidar a mi hijo (…). Me encontré con la dura realidad: firmé un contrato de cuatro horas diarias por 500 euros, pero ni un día trabajo menos de siete”. “El contrato estipula limpiar 10 habitaciones en las cuatro horas contratadas, aunque la norma no escrita es limpiar 14. De no hacerlo consideran que no vales para esto”.

“En las fechas navideñas, que supuestamente son para disfrutar de mi hijo, he trabajado de diez de la mañana a ocho de la tarde. Las horas extra no me las pagan y, si me quejo, me comentan que hay cientos de chicas esperando un trabajo así”.

Los efectos de la precariedad

Ismael Pérez, miembro edel Consejo de la Juventud de Extremadura, señala que todas las historias muestran la dificultad de emanciparse e iniciar un proyecto de vida. “No tenemos acceso a una estabilidad porque tenemos empleos precarios y contratos temporales, estas son las condiciones que soportamos”.

Por supuesto, la mayoría no se plantea la maternidad y la paternidad de momento. Al mismo tiempo continúa la migración de la juventud extremeña a otras regiones y al extranjero.

Advierte también que la constante incertidumbre que soportan estas personas les lleva a sentirse rechazadas por la sociedad, sometidas a una gran presión e incluso sufrir depresiones.

Las prácticas laborales

El Consejo de la Juventud ha analizado también en una mesa redonda la situación de las prácticas laborales. El tipo de fraude más frecuente en estos casos es cubrir un puesto de trabajo estructural. Por ejemplo, suplir con las prácticas la plaza de una persona que se ha dado de baja por maternidad o paternidad. 

La juventud sale cada vez más tarde del proceso formativo, ante lo que defienden la necesidad de que comiencen a cotizar por sus prácticas. El Gobierno central había anunciado el alta obligatoria en la Seguridad Social, aunque de momento se ha paralizado su entrada en vigor. Las universidades han advertido de la dificultad económica de asumir las cotizaciones porque están “mal financiadas”, a lo que se suma el periodo electoral.

El foro juvenil ha contado con la presencia de responsables de recursos humanos de la universidad y de los sindicatos, junto con las experiencias de personas que han realizado prácticas. Todas las partes coinciden en la necesidad de luchar contra el fraude desde las empresas, el alumnado y las instituciones. También que los propios jóvenes sepan detectar un caso de fraude en sus prácticas, y para eso necesitan formación.

Abogan además por que las prácticas no estén ligadas a la calificación del estudiante, sino a sus intereses. Cada persona tiene unas características diferentes que las hace únicas, de modo que “no solo la nota les hace que sean personas valiosas”.

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