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Conflicto en las piedras de la costa gallega: disputa entre mejilloneros y percebeiros por el aprovechamiento de las rocas

Percebeiros en Donón (Cangas do Morrazo, Pontevedra)

Daniel Salgado

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Las piedras de la extensa y sinuosa costa gallega son algo más que la estructura fundamental del paisaje único de las rías. A ellas se encomiendan pescadores y mariscadoras en busca de sustento. En sus pliegues puede que se esconda la robaliza (lubina) pero también el pulpo. Una parte importante de la importante economía del mar en Galicia sucede en las rocas. A ellas se dirigen además aquellos que recogen percebe o los que buscan la cría del mejillón para después sembrar en las bateas. Durante las últimas semanas, estos dos colectivos han chocado. El conflicto por el uso compartido de los recursos ha llegado incluso a las manos. De fondo, la necesidad de nueva regulación para un escenario que, determinado por el confinamiento y, más a largo plazo, el cambio climático, se transforma.

“Hay que ponerse a trabajar ya para hacer un estudio no sobre lo a que mí me parece, sino sobre la realidad”, explica Ricardo Herbón, presidente de la Organización de Produtores do Mexillón de Galicia (Opmega). Él mismo participante en las reuniones de mediación de la Consellería do Mar -tres, la última este mismo martes-, procura, sin embargo, una mirada distanciada del enfrentamiento entre percebeiros y bateeiros. “El encontronazo ya ha ocurrido otras veces. Pero este año se ha acelerado. Hay escasez de semilla de mejillón, y los productores salen de sus zonas habituales para conseguirla en otros sitios”, admite. No especifica cuáles son esas zonas, ya que, sostiene, “no se repiten cada año. Es la naturaleza la que decide”.

Los mejilloneros disponen de un periodo que va de diciembre a mayo para obtenerla. Pero este año, “la recogida se prolongó más tiempo del debido”. Lo que a Herbón le interesa, más allá de la necesidad de un acuerdo para solucionar las fricciones actuales, es saber por qué. Por qué este año había menos mexilla. “Tenemos que estudiar los factores que intervienen. Saber si se debe al cambio climático y a la subida de temperaturas, o a los temporales...”, añade.

Esta situación de escasez provocó “nerviosismo”. “De esa recogida de semilla depende el futuro de la campaña del mejillón”, dice. La mexilla se lleva a las bateas, esas singulares construcciones flotantes que puntúan las rías gallegas, donde crían el mejillón amarrado a largas sogas submarinas. Hay 1.914, en las que trabajan 3.890 personas, según los datos de la Xunta.

Pero las piedras en donde nace la cría del mejillón son las mismas en donde aparece el percebe. Las personas que se dedican a recolectarlo, unas 1.100 representadas en las cofradías de pescadores, protestan porque la acción de los mejilloneros “estropea la roca”. “Las manchas de mexilla son más grandes que los percebes, y los bateeiros limpian toda la roca. Y esta tarda en curar”, indican fuentes de la cofradía de Cangas do Morrazo (Pontevedra), “es como una herida en la rodilla cuando rozas contra el suelo. Nosotros somos más selectivos, usamos un arte más pequeña”.

Algunos estudios que manejan afirman que el percebe tarda, por lo menos, tres años en volver a aparecer. “O más. Cada ría es un mundo, con sus corrientes, sus vientos”, aducen. Precisamente en O Morrazo, en la impresionante Costa da Vela, sucedieron algunos de los enfrentamientos entre percebeiros y bateeiros. El derecho de extracción de mexilla batió con los planes de explotación del percebe. Las reglas quedan obsoletas. “Es necesario que la Administración regule mejor”, prescriben.

Los percebeiros alegan que su labor se encuentra más expuesta a elementos incontrolables que la de los mejilloneros. “Ellos tienen incluso colectores para criar semilla, los percebeiros no. Pueden trabajar todo el año, nosotros no. Y estamos pagando una vigilancia, yendo todos los días para prevenirnos contra los furtivos, un gasto que ellos no tienen”, señalan. Durante el confinamiento decretado para combatir la epidemia del coronavirus no pudieron salir a custodiar sus rocas de trabajo. Para estas fuentes, el sector del mejillón, al ser más grande económicamente, tiene mayor influencia, también política.

Herbón prefiere no entrar a la discusión concreta. “Podría decir que su aparejo [un mango recto de madera con una cuchilla] es veneno para las piedras, pero creo que debemos acordar una regulación para que ambas partes podamos usar los recursos”, considera. Para ello insiste en que lo principal es conocer el territorio, saber qué recursos hay, qué zonas se pueden compartir. “Cuanto más den las rocas, mejor para todos”, concluye.

La Xunta ofrece una prórroga a los mejilloneros

La Consellería do Mar, que dirige Rosa Quintana, es la encargada de sentar a la mesa de negociación a la Federación Galega de Confrarías de Pescadores y a los representantes de los bateeiros. Este martes discurrió la tercera de las reuniones desde que el conflicto adquirió relevancia pública. Mar ha propuesto un plan que ahora examinan las partes. La consellería “ofrece a los bateeiros una prórroga excepcional de la cría del mejillón durante el mes de junio”. Pero no en toda la costa, sino excluyendo 50 kilómetros “sensibles para el percebe” de los 1.673 kilómetros del litoral de las provincias de A Coruña y Pontevedra.

Esos 50 kilómetros se dividen en 16 lugares, entre los que se encuentran algunas de las zonas percebeiras de mayor renombre de Galicia, por caso O Roncudo, la Costa da Vela, Monte Lourido, Silleiro, Mera ou A Torre (en la ciudad de A Coruña). “Esperamos que se acepte esta propuesta, que reine la paz y que los dos sectores puedan convivir como lo llevan haciendo toda la vida, respetando los derechos de ambos sectores, porque Galicia no se entiende sin ninguno de ellos”, indica el departamento autonómico.

No todos los implicados están conformes con la actuación mediadora de la consellería. Hay quien le achaca lavarse las manos y cierta tardanza deliberada y hay quien lo explica debido a que “viene una camapa electoral y no quiere líos”. El BNG ha alertado de que, si el Gobierno gallego no acierta en su papel, “la disputa puede generar un problema de convivencia social y derivar en consecuencias que haya que lamentar”. “No es de recibo que la Xunta espere a que el problema se solucione por arte de magia”, afirmó su diputada en el Parlamento gallego Montse Prado.

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