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Un Sagrado Corazón pagado con dinero público y que historiadores y oposición consideran franquista corona la ría de Vigo

La presidenta de la Diputación de Pontevedra, Carmela Silva; el alcalde de Vigo, Abel Caballero; y el obispo de la diócesis Tui-Vigo, Luis Quinteiro, con parte de la escultura del Sagrado Corazón que se ha instalado en A Guía

Daniel Salgado

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El proyecto original de la ermita de A Nosa Señora da Guía, en una pequeña y hermosa península que se adentra en la ría de Vigo y es un frondoso parque urbano, quedó inconcluso en 1951. No lo parecía, y apenas nadie lo recordaba, pero faltaba un detalle: la imagen religiosa que coronaba la torre del campanario. El arquitecto original, Manuel Gómez Román, había proyectado para el lugar un Sagrado Corazón de Jesús. Setenta y un años después, dos administraciones gobernadas por el PSOE y el Obispado de Vigo han completado la obra y desatado las críticas de oposición de izquierdas, colectivos memorialistas y laicos o historiadores, que encuadran el Sagrado Corazón dentro de la simbología reaccionaria utilizada por la dictadura franquista.

No únicamente. El profesor de la Universidad de Vigo José Ramón Rodríguez Lago es experto en las relaciones entre franquismo e Iglesia católica. Su genealogía de la imagen de seis metros de alto y seis toneladas de peso que el Ayuntamiento de Vigo y la Deputación de Pontevedra han instalado a través de un convenio de 106.000 euros -84.000 el santo, el resto iluminación- remite a la Tercera República francesa. “El Sagrado Corazón de Jesús se difunde sobre todo en Francia en el siglo XIX y está relacionado directamente con el integrismo católico. Sirvió de ariete contra el laicismo que se propagaba entonces”, explica a elDiario.es. Su origen puede rastrearse hasta los textos bíblicos y fundamentarse en el siglo XVII. En España se difundió, sobre todo, gracias a la orden de los jesuitas.

Y a la dictadura de Miguel Primo de Rivera. “El régimen entronca con el tradicionalismo e incorpora el Sagrado Corazón a su repertorio. De ahí pasa al franquismo y a lo que este entendió como cruzada nacional católica”, dice Rodríguez Lago. Pero entre Primo y Franco sucedieron episodios que ratifican el uso reaccionario de la imagen. El de Bilbao, por ejemplo, estudiado por otro historiador, Joseba Louzao. Con diez metros de altura sobre un pedestal de 30 e inaugurado en 1927, en plena etapa primoriverista, la corporación municipal bilbaína -presidida por Ernesto Ercoreca, de Acción Republicana- votó en 1933 su demolición. La oposición del PNV y un recurso contencioso administrativo paralizó la decisión del pleno. La caída de la II República a manos del golpe fascista del 36 le devolvió su centralidad.

Según Rodríguez Lago, el Sagrado Corazón en España se convirtió en un símbolo “tradicionalista y españolista”. “En París, el símbolo laico era la Torre Eiffel. El católico, el Sacré-Coeur de Montmartre. Ambos fueron construidos al mismo tiempo”, añade. Y, sin embargo, en Galicia no tuvo mucha fortuna. “Aquí las tradiciones eran más locales, los santos populares como San Roque. Más allá, el Santiago Apóstol o el tema mariano, las vírgenes. Pero el Sagrado Corazón no arraigó”, afirma, “por eso es sorprendente que, a estas alturas de la película, gobiernos de un Estado aconfesional -sin entrar en su color político, que eso daría para mucho- pague algo así”. La iniciativa comandada por Abel Caballero en la ermita de A Guía ha provocado, además, una trifulca política.

Gómez Román, el arquitecto galleguista

Caballero se ha apoyado en la figura del arquitecto original, Manuel Gómez Román, para defenderse en medio de la controversia. “Estamos encantados de completar esta obra de arte de un arquitecto con una trayectoria democrática impecable”, dijo. Gómez Román (Vigo, 1875-1964), discípulo del celebrado Antonio Palacios, fue uno de los principales exponentes del llamado galleguismo arquitectónico. Significado militante del Partido Galeguista, del que llegó a ser secretario general en su ciudad natal, sorteó la Guerra Civil sin moverse de sus posiciones. Cuando el nacionalismo gallego comenzó su rearticulación cultural a finales de los 40 con la fundación de la Editorial Galaxia, él estaba allí. De hecho, el mismo año en que abandona el proyecto de A Guía sin haber coronado la ermita con la estatua del Sagrado Corazón, ingresa en la Real Academia Galega.

El alcalde socialista de Vigo calificó a Gómez Román de excepcion y de maravillosa la escultura del Sagrado Corazón realizada por la Escola de Cantería de la Deputación de Pontevedra, gobernada por una coalición de PSOE y BNG. Ni la filiación política e ideológica de Gómez Román ni las presuntas bondades estéticas de la imagen de Jesucristo en granito han convencido a la activa Asemblea Republicana de Vigo, un colectivo memorialístico con peso en la ciudad. “No al uso de dineros públicos en la colocación de una imagen religiosa. No a la participación de representantes públicos en actos religiosos. Defendamos la aconfesionalidad del Estado”, declaró. Los partidos que forman la oposición de izquierdas a los 20 concejales sobre 27 de Caballero, dos ediles de Marea de Vigo y uno del Bloque, respaldaron la posición republicana.

“Un regidor que se dice progresista no puede rescatar proyectos confesionales hechos por las estructuras políticas del régimen franquista”, señaló Rubén Pérez, de Marea de Vigo -coalición de Unidas Podemos y los nacionalistas de Anova-, “vulnerando flagrantemente la aconfesionalidad de las administraciones públicas”. El BNG, a través de Xabier Pérez Iglesias, se expresó en términos análogos y recordó que el Sagrado Corazón funcionó “como elemento simbólico para legitimar por la gracia de Dios la cruzada nacional y el régimen de terror que supuso la dictadura de Franco”. El nacionalista también se refirió al “sky line reaccionario” de la ciudad debido a dos monumentos favorecidos por los sucesivos gobiernos de Abel Caballero, la “cruz fascista” de O Castro y el Sagrado Corazón del Monte da Guía.

La cruz falangista de O Castro

La cruz de O Castro mide 12 metros de altura y se erige sobre una escalinata en cuya base hay una fuente. Está situada no muy lejos de la casa consistorial viguesa y hace años, 16, que la corporación municipal retiró los elementos más visiblemente relacionados con el ensalzamiento del fascismo: el yugo y las flechas falangistas, una corona de laurel y una inscripción en honra de los caídos del bando golpista. En 2014, a raíz de una demanda interpuesta por la Asociación Vigo pola Memoria do 36, un juzgado ordena derribarla. Pero el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia paraliza, un año más tarde, la sentencia. Argumenta que la cruz recuerda que hubo perseguidos por causas políticas y permite la reflexión sobre el pasado una vez desaparecido el contexto inicial en que se levantó. El Constitucional ni siquiera admitió a trámite el recurso de la agrupación memorialista.

La construcción de la cruz data de 1961, a iniciativa de la jefatura local de Falange Española Tradicionalista y de las JONS. La adornaban los emblemas del partido fascista, del Requeté y la leyenda “Caídos por Dios y por España. ¡Presentes! 1936-1939”. Costó 85.000 pesetas de la época y la inauguró el propio Franco.

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