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Los salmos hip hop de Dios Ke Te Crew: los pioneros del rap en gallego que llevan 20 años fumándose una Biblia

Mou, Jamas, Murdock y Sokram. 20 años rapeando la biblia en verso

Luís Pardo

Santiago de Compostela —

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En el principio, claro, fue el Génesis. Xénese (2006 d.C.) es el primer disco de rap en galego de la historia. Tras él estaba la crew del Dios Hip Hop, o como se conocen oficialmente, Dios Ke Te Crew (un juego de palabras con la expresión Dios que te crió). Muchos años antes de que integrantes de tres de sus bandas de referencia –Public Enemy, Rage Against the Machine, Cypress Hill– se fundiesen en el supergrupo Prophets of Rage, el debut discográfico de DKTC los anunciaba como otro tipo de profetas, los “enviados” para expandir la auténtica palabra del género.

“Veníamos de la onda más punky, más social. Esas bandas –entre las que incluyen ”la época buena de Def Con Dos“– hacían cosas que no se escuchaban en el rap en español. Queríamos contar historias, lo que nos pasaba y nos jodía, no hablar de nosotros”. “Nos oponíamos a la tendencia mayoritaria, la que se pasaba el tiempo diciendo 'yo soy el mejor' o 'yo la tengo más grande”. “Abusando del verbo”. “Queríamos cosas con contenido y nos influenciaba nuestro bagaje, escuchar cosas que no fuesen rap”.

En sus temas se alternan constantemente en el micrófono, pero en esta conversación en una cafetería del extrarradio de Compostela, Sokram, Møu y Jamas, se interrumpen, se pisan, se complementan y se acaban las frases. Es difícil saber quién dice cada cosa. Sólo falta el cuarto jinete, Murdock, el dj de la banda decana de rap gallego. La que va a celebrar sus “tremendos 20 años” de carrera como un auténtico festival, con algunos de los grandes nombres de la escena musical autóctona. Y sí, en esa celebración habrá tantas guitarras como mesas de mezclas, pero es que estos amantes de la rima y el street art se criaron entre ellas. Sin ir más lejos, la efeméride conmemora un hecho concreto: su debut bajo el nombre de Dios Ke Te Crew en 2003 en el FestiGal, el equivalente nacionalista a la Fiesta del PCE, que se celebra cada año por el Día da Patria Galega. Pero antes de subirse a ese escenario, su historia había empezado casi una década antes, en Ordes.

Ordes es un municipio de 12.000 habitantes situado a medio camino entre A Coruña y Santiago, dos ciudades –como Vigo o como Lugo– donde el hip hop empezó a agitar algunas conciencias a mediados de los 90. Lo que nadie esperaba es que una cultura tan urbana fuese a encender su fuego más longevo en una comarca profundamente rural y que, además, era uno de los epicentros del rock en la comunidad. “Éramos los primos raros raritos, una cosa minoritaria pero, al mismo tiempo, muy moderna en aquel momento”. “A los rockeros no les molaba un carallo”. “Sufrimos un poco de bullying”, recuerdan entre risas. “Estábamos rodeados, pero al final íbamos todos en el mismo barco”.

Aquella noche de 2003 en Santiago, la crew de Dios también reúne a muchas tribus. 5 Talegos (de donde proceden Murdock, Sokram y Møu), Ghamberros (Jamas y otro de los miembros históricos, García) y un par de grupos de graffiteros y bailarines de break dance. Sin embargo, hacía tiempo que el nombre de DKTC estaba ya en las escrituras. O, en su equivalente b–boy: las paredes. “Sokram ya pintaba con esa firma”. “Sí, en el graffiti, la gente se organizaba en crews –grupos– y yo empecé a firmar con esa movida porque me hacía gracia. Era una crew inventada, ¡era yo!” (risas). “Cuando nos llamaron para el FestiGal, nos lo pusimos”. “Era la crew de dios, del Dios Hip Hop y en un día de fumada criminal, pillamos la Biblia que tenemos en el local e hicimos el Génesis”.

¿Qué hace una Biblia en un estudio de ensayo y grabación? “No sabemos cómo llegó allí, pero lleva con nosotros desde el principio”. El motivo de su presencia tiene, eso sí, muy poco de espiritual. “Traía papel cebolla entre hoja y hoja y hacíamos las trompetas con eso”. No hablaban de las trompetas del Apocalipsis. “No, porque nos lo hemos fumado”, recuerdan entre risas. Un nombre con connotaciones divinas y el libro con la palabra de dios son demasiadas casualidades. “Medio en serio, medio en broma, decidimos aprovechar la conexión”. “No estábamos de acuerdo con ese hip hop todo competición, soy el más chulo, soy el más macho”. “Encajábamos más en el mensaje de paz y unidad, contra la violencia, de Public Enemy, Tribe Called Quest... toda esa gente que defendía el afrocentrismo”. “La paz, porque la peña se estaba matando a tiros”. “En España se quería copiar ese rollo chulo, macarra, que para nosotros no tenía sentido”. “Así que hicimos nuestro manifiesto”.

Buscando en la guía de teléfonos

En 1995, un adolescente que quisiese tocar rock, punk, grunge... tenía muchos sitios por donde empezar. Pero, ¿qué hacían unos chavales de 14 años a los que les había picado el bicho del hip hop y que estaban a 30 kilómetros de la ciudad más cercana? “Murdock siempre quiso ser dj, desde niño. Preguntaba, iba a Coruña a buscar vinilos, no paró hasta que compró unos platos...”. “Empezó con una minicadena, una mesita de cuatro canales que casi había que empujar con una radial” (una de esas sierras motorizadas que no falta en ninguna casa del rural gallego). “No compramos un sampler hasta mucho después”.

“Empezamos a rapear con la vieja técnica de poner dos discos iguales y si el loop de batería duraba ocho compases, cada uno rapeábamos un minuto y Murdock le daba vueltas”. “Era totalmente analógico y por eso nos saltaba la aguja en los directos cuando actuábamos en aquellos palcos de mala muerte”.

“Devorábamos revistas especializadas, porque todavía eran los tiempos de protointernet”. “Preguntábamos a todo el mundo”. Y aquí aparece un personaje clave para toda la escena underground gallega de las ultimas décadas: El Hevi, líder de proyectos como Fluzo o Malandrómeda –aquí, su bandcamp–, una figura que lleva su influencia mucho más allá de las fronteras del hip hop. “El artista más grande de Galicia”, según Ánxela Baltar, la carismática voz de Bala. “Jesucristo en la tierra”, opinan en su propia jerga DKTC.

“Me acuerdo de estar con Murdock en mi casa buscando en la puta guía de teléfonos tiendas de discos en toda Galicia. Llamar y decirles: '¿Tenéis vinilos con bases?'. Contestaban: '¿cómo con bases?'”. “Era la época de los yonkis” (carcajada general). “Aclarábamos: 'Con bases instrumentales'. 'No tenemos de eso', y colgaban”. Llamaron a varias hasta que llegaron a la histórica Portobello de A Coruña. “Nos contestaron: 'Voy a mirar'”. Quien respondió a la llamada fue Jaime Manso, toda una institución en la ciudad, fallecido en 2019. “Jaime tenía cosas porque iba mogollón de veces a Londres”. De aquella expedición a Coruña se trajeron varios vinilos –sí, con bases– y algunos cds. “El primer vinilo fue el de GangStarr”. Aquellos singles traían el tema original y, en la cara b, una versión instrumental o incluso a capela. “Lo hacían así para fomentar la creatividad, y nosotros rapeábamos sobre eso”.

Si hacer rap ya era de raritos, hacerlo en gallego suponía un doble tirabuzón. “De los seis o siete grupos que había en Galicia, sólo lo hacíamos nosotros y el Hevi”. “Al principio, había algún tema en que mezclábamos el castellano con el gallego”. Nada que ver con ese bilingüismo amable del que presumía Núñez Feijóo en sus años en la Xunta. “No, fue una transición natural, de toma de conciencia”. “Alguno de nosotros pasó de ser educado en castellano a hablar gallego en esa época”. “Hay una cuestión de normalización pero también una consciencia y una necesidad de usar el idioma en la música y en ciertos mensajes que queríamos transmitir”. “Sorprendía... y todavía sorprende”. “Sí, tenemos una letra sobre esto: la de A_Molar” (si lo unimos en una única palabra, amolar, en gallego significa fastidiar).

En esa toma de conciencia, el caldo de cultivo en el que se crió DKTC –y en buena parte responsable de que traspasase las fronteras del género y llegase a otro tipo de público– tuvo mucha culpa el movimiento de respuesta a la catástrofe del Prestige. “Estábamos muy implicados en Nunca Máis” cuando nació el proyecto audiovisual Hai que botalos (otro doble sentido de los que gustan tanto en Galicia: fonéticamente, tanto puede significar “Hay que votarles” como “Hay que echarlos”). Fueron 25 cortometrajes denunciando la situación provocada por la marea negra y la nefasta gestión de gobierno y Xunta.

Uno de los artífices fue el cineasta Xosé Zapata –esta semana contamos aquí cómo ha liado a Woody Allen para su nuevo cortometraje –. A él se deben las primeras grabaciones del grupo. “Rodó el corto O derradeiro y nos lo mandó para que le hiciésemos una canción”. “Lo mejor es que dijo 'tenéis dos semanas', cosa que nos viene de puta madre”. “Sí, funcionamos muy bien con deadlines”. Así nació uno de sus clásicos, que meses después estaría en Xénese. “Hicimos Heredeiros da ditadura y la grabamos en una tarde”.

No es su única aportación a esta obra colectiva. “Política de asfalto ya estaba compuesta. Una compañera me mostró el corto de su pareja, Carretaxe, y le dije: 'tía, tengo la canción perfecta. Te la mando”. Él la oyó y dijo: 'Claro que sí, ¡padentro!'“.

Xénese ya estaba en proceso y Hai que botalos fue un empujón. Sin embargo, no nace de Nunca Máis su relación con otro de los rostros artísticos de aquella protesta, el de Miguel de Lira, actor, miembro de la compañía Chévere –Premio Nacional de Teatro 2014– cuyo último espectáculo, N.E.V.E.R.M.O.R.E., rememora, precisamente, otros 20 años: los del accidente del petrolero. Miguel, con su voz característica, interpretó en Guateque interruptus, la intro de Vas de verde, al cabo Ameneiro, un guardia civil aguafiestas y se aseguró su presencia en todos los demás discos de larga duración del grupo, es decir, en dos más.

Sumemos: tres LPs (Xénese, Humanose y O ciclo da serpe), un maxi (Dez) y un EP (En que ano estamos?). Poca producción para dos décadas. ¿Por qué? “Porque somos uns preas” (Prea: persona que obra sin habilidad y sin poner interés en lo que hai. RAG, tercera acepción). La realidad es un poco diferente. “Somos unos putos rallados, nos lleva tiempo hacer las cosas, ponerlas en común”. Hay más motivos: primero, la tranquilidad de marcarte tú el ritmo cuando tienes tu propio estudio –ése en el que está la biblia menguante–. “Las cosas llevan más tiempo cuando lo cocinas tú todo que cuando tienes un taxímetro. En vez de tres tomas puedes hacer catorce”. “¿Ves por qué nos vienen bien los deadlines?”

Pero, además, estos cuatro enviados están sumergidos en múltiples proyectos: Sokram y Møu no sólo pintan paredes, llevan 16 años organizando DesOrdes Creativas –más dobles sentidos–, un festival de street art que ha transformado las paredes de su localidad y que han exportado a otras villas gallegas. Además, tienen proyectos en solitario –Sokram un disco; Mou, tres–, Jamas escribió su primer libro durante la pandemia, Murdock practica turntablism... Además, trabajan y son padres de familia.

Precisamente la paternidad puede aguarle a Jamas –“con J, y viene de Jamaica, no nos confundamos”– la gran fiesta de celebración. Su pareja sale de cuentas el mismo día 2 de diciembre para el que está organizada en Santiago la conmemoración del aniversario. Queda claro que hay deadlines y deadlines...

“Será un fiestón. La idea es que no se cumplen 20 palos todos los días”. “Habrá que hacer algo, una fiesta, invitar a los colegas...”. “Claro, haces un cumple y que se acabe la fiesta a las doce... no puede ser”. “Había que hacer una post party, todo fue creciendo y al final es casi un festival”. Lo dicho, un fiestón para el que volaron las entradas.

Sobre el escenario de las dos mayores salas de Santiago, primero Capitol, luego Malatesta, pasarán históricos como Malandrómeda –no podía faltar El Hevi–, Hermano L –uno de los fundadores de La Puta Opepé–, High Paw, mitos del rock gallego como Vituco de Ruxe–Ruxe, del folk como Guillerme de Quempallou o el talento imposible de encasillar de Leo i Arremecaghona. Compañeros de generación más allá de los géneros pero, también, jóvenes talentos que crecieron escuchando a los de Ordes. Como el post punk electrónico de Grande Amore o el trap de Boyanka Kostova, a quienes DKTC pasaban una especie de relevo en OG, su transformación del Original Gangster de Ice–T en un particular Original Galego.

Precisamente, hace pocos meses, Boyanka fueron parte de un sonoro beef –un piqueen el hip hop galego con (contra) SonDaRúa, aprovechando el anuncio de retirada de estos últimos. Cuando sale el tema, los DKTC se ríen. “Era necesario un poquito de tralla”. “Deja a los chavales que camelen...”. Incluso creen que puede ser una buena noticia: “¡Por fin! Si hay un beef dentro del rap en gallego es porque hay una escena de rap en gallego. Antes, aunque quisiésemos, no podíamos tirarlo, no teníamos con quién”. “Esto normaliza. De alguna manera, queda inaugurado el movimiento”.

Amén.

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