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La base militar estadounidense que combatió a los rusos en Menorca: “Dio lugar a todo tipo de especulaciones”

Manifestación de la Coordinadora per la pau i el desarmament de Menorca en contra de la base estadounidense.

Santiago Torrado

Menorca —
26 de septiembre de 2025 22:18 h

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23 de septiembre de 1953. La dictadura franquista acaba de firmar los Pactos de Madrid y el Palacio de Santa Cruz, junto a la calle Atocha, en la capital del reino, recibe al embajador estadounidense y al jefe de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en España, ambos enviados por el recién elegido presidente yanqui Dwight Eisenhower. El agreement dispone que España recibirá un crédito de 600 millones de pesetas que permitirán paliar la precaria situación económica del país, así como acceso a mejoras de armamento de última generación. Por su parte, Estados Unidos podrá instalar cinco bases militares en suelo español: Morón de la Frontera, Rota, Zaragoza, Torrejón de Ardoz y Menorca –como una subdependencia de esta última–. Se trata de un acuerdo que otorga oxígeno político al franquismo, aislado internacionalmente por su reconocido alineamiento fascista y por la feroz represión desatada contra miles de disidentes y “desafectos al régimen”, al mismo tiempo que le permite a Franco presentarse como un aliado de segunda fila de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. 

Así fue como en 1960 comenzó la construcción de S’Enclusa, la base militar estadounidense situada en el límite municipal entre Ferreries y Ciutadella, en el poniente de Menorca, que permaneció en funcionamiento durante más de treinta años y cuyo recuerdo aún permanece en la isla como una herencia del pasado –no tan– lejano. “La base tenía personal de la marina estadounidense permanentemente afincado en la colina de s’Enclusa. Se trataba en su mayoría de ingenieros, específicamente del área de comunicaciones, ya que la principal función de la base era enviar, recibir e interceptar posibles mensajes encriptados por radio”, explica J.M., un vecino de Ferreries que recuerda con claridad aquellos años, todavía patinados de blanco y negro.

Para concluir la instalación del recinto, Menorca cedió algo más de 40.000 m2 sobre un terreno elevado en el que se instalarán un total de doce edificios, un depósito de agua esférico que todavía hoy puede verse desde cualquier punto de la carretera que une Ferreries con Ciutadella, y dos grandes antenas parabólicas de dispersión troposférica o troposcatter, cuya misión era interceptar mensajes encriptados y combatir la influencia de la Unión Soviética en el mediterráneo occidental en plena guerra fría. Según las crónicas de la época, la construcción de la base, que correrá por cuenta del gobierno estadounidense, incluyó el desplazamiento de maquinaria de última generación “nunca antes vista en la isla”, consigna uno de los ex empleados de la base, que fuera reclutado para trabajar como maestranza. “Con aquellas máquinas también se hizo la carretera que aún hoy permite el acceso a Cala Galdana”, explica en diálogo con elDiario.es. 

El estado actual de la base que en su momento alojó una treintena de militares estadounidenses.

A pesar del clima de tensión y alerta permanente que los Estados Unidos mantenían por aquel entonces con el bloque soviético y los países no alineados, la base de s’Enclusa vivía envuelta en su propia dinámica. “Además de los dormitorios de la tropa y de los oficiales que contaban todos con aire acondicionado, algo nunca visto en la isla por aquel entonces, había un bar, un cine, una zona de juegos, una pista de básquet e incluso una sala discoteca con una bola de luces”, recuerda uno de los vecinos de la zona que frecuentemente subía los 200 metros de elevación de terreno para llevar comida y provisiones a los soldados.

Viaje a otro mundo

Incluso hoy en día, en pleno proceso de turistificación masiva e hiperexposición en redes sociales, Menorca sigue siendo un territorio periférico y algo aislado, por lo que imaginar cómo era la isla en los años 60 es casi un viaje a otro mundo. Uno donde, a pesar de la feroz represión franquista de los primeros años de posguerra y del exilio y el hambre que sobrevinieron en los años posteriores a la Segunda Guerra, la calma y la quietud eran –a veces todavía son– una constante presencia cotidiana. “La instalación de la base dio lugar a todo tipo de especulaciones y habladurías, se decía que había armas nucleares y todo tipo de cosas raras, pero allí solo había antenas de radio”, insiste un extrabajador de s'Enclusa en diálogo con elDiario.es. Finalmente, hacia 1980, la modernización de los sistemas de telecomunicaciones fueron dejando de lado los costosos y aparatosos sistemas troposcatter para sustituirlos por la estrella de la carrera espacial: la comunicación satelital.

La instalación de la base dio lugar a todo tipo de especulaciones y habladurías, se decía que había armas nucleares y todo tipo de cosas raras, pero allí solo había antenas de radio

Extrabajador de s'Enclusa
El antiguo tanque de agua de la base que puede verse desde Ferreries

La alerta roja permanente de la Guerra Fría fue dando paso a un nuevo momento histórico, marcado no sólo por los avances tecnológicos a escala global, sino también por la apertura de los primeros años de la democracia en España. Son los años de las masivas manifestaciones contra la OTAN a la que Menorca y la base de s'Enclusa no fueron ajenas. “Recuerdo que, con apenas 17 años, me sumé a la Coordinadora Menorca per la Pau i el Desarmament, que ya en aquellos años exigía que los militares americanos dejaran la base. Fue mi primer proceso de politización y obviamente también rechazamos el ingreso de España en la OTAN, aunque no pude votar en el referéndum porque era menor de edad”, cuenta en diálogo con elDiario.es Cristina Gómez, exdiputada de Podem. “Casi 40 años después seguimos discutiendo que la Alianza Atlántica saque sus intereses de nuestra isla, como denunciamos el año pasado cuando el Puerto de Maó pasó a ser estación diplomática permanente y puerto franco de la OTAN. Es triste, pero también demuestra lo acertado de nuestro reclamo histórico”, reflexiona. 

Hacia los años 80 cientos de menorquines se movilizaron pidiendo el cierre de la base militar y el fin del servicio militar obligatorio
Marcha contra el ingreso de España en la OTAN y por el cierre de la base de s’Enclusa

De base militar a espacio público

Finalmente, la base de s’Enclusa cayó en desuso. El olvido y el viento se apoderaron de la vieja base militar. Hacia 1999 ya era una ruina plagada de grafitis. Los edificios fueron llenándose de óxido y la sal del mar fue royendo las mallas metálicas que rodean el terreno. Las placas metálicas de los viejos troposcatter se fueron cayendo y hoy es destino predilecto de videoaficionados que visitan espacios abandonados. En 2007 el Consell Insular de Menorca intentó reconvertir el espacio en un centro vinculado a la Reserva de la Biosfera. La iniciativa estaba pensada para darle a las instalaciones usos culturales y educativos. Pese a las expectativas, el proyecto quedó en punto muerto y la base continuó degradándose.

A partir de 2015, distintos gobiernos insulares y autonómicos rescataron la idea de rehabilitar s'Enclusa. Se planteó un centro de interpretación de la Reserva de la Biosfera y un espacio para colonias escolares, además de miradores y rutas de acceso. Sin embargo, los planes apenas superaron la fase de anuncios institucionales y estudios preliminares.

El antiguo cuartel que podría convertirse en un espacio de interpretación de la Reserva de Biosfera
Puesto de control de ingreso a la base, actualmente en ruinas

El impulso más sólido llegó en 2022, cuando se aprobó financiación a través de los Planes de Sostenibilidad Turística, con un presupuesto inicial de más de dos millones de euros. La primera fase incluía el desbroce de la zona, la apertura de miradores y la rehabilitación parcial de algunos edificios. En 2024 se adjudicó la redacción del proyecto ejecutivo y se firmaron convenios de colaboración con el Govern y el Ayuntamiento de Ferreries. Durante 2025 se han iniciado los trabajos de limpieza, seguridad y preparación del recinto, paso previo a la rehabilitación integral de ocho edificios.

Hoy, s'Enclusa sigue siendo un esqueleto de hormigón y hierro en lo alto de Ferreries, pero por primera vez en tres décadas hay un plan con calendario y presupuesto para devolver la vida a un enclave que, de símbolo de la Guerra Fría, aspira a convertirse en un referente ambiental y educativo para la Menorca del siglo XXI.

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