Vacaciones, estoy en Catalunya. Hace una semana tuve que acompañar a unos familiares a un sitio (era el único que conducía) y observé lo siguiente mientras los esperaba: una serie de personas -extranjeras- y muchas de ellas de origen árabe, se agolpaban, atravesaban una valla y entraban en un recinto para hacer valer los derechos que les otorga su visa. No era algo muy atropellado pero sí un goteo constante de personas, uno tras otro. Había hombres y mujeres, alguna embarazada. Incluso niños. Dentro, otras personas que los recibían, casi todas españolas y claramente en número insuficiente, lo hacían lo mejor que podían y les atendían con diligencia. Eran docenas de... ¿inmigrantes?
Una vez en el recinto, rápidamente se reparten en las distintas tiendas y comienzan a probarse todo tipo de ropa. Tienen poco tiempo y quieren visitar las boutiques de todas las marcas.
Supongo que lo que se narra en el primer párrafo les resultará de cierta forma conocido. Y he sido un tramposo, sí. Pero algo parecido sucede todos los días en otras vallas. Personas extranjeras, intentan ejercer los derechos que les otorga su condición de seres humanos. No tienen visado, claro, no se lo damos. Pero sobre todo lo que no tienen, lo que sí que les abriría cualquier verja del mundo es una VISA, la tarjeta, digo (y después hablaremos de ello, que en España te abre todas la puertas, por espurios que sean los fondos que alimenten tu crédito).
Cualquier ser humano que consigue como sea entrar en un país europeo tiene derecho a solicitar asilo político en dicho país. Decenas de normas, leyes y reglamentos internacionales, nacionales, convenios ratificados por nuestro país y la mera razón, oiga, obligan a que ese derecho se cumpla y esa persona no sea devuelta más que cuando se compruebe su país de origen y que no cumple los requisitos para la concesión del asilo solicitado. Es la ley. Es lo que nos hace humanos.
Captura del vídeo difundido por HRW que demuestra agresiones de la Guardia Civil a los inmigrantes encaramados en la valla de Melilla
Pues diariamente estamos viendo cómo se violan los más fundamentales derechos de cientos de esas personas, muchos de los cuales devolvemos a sufrimientos indescriptibles y algunos a una muerte prácticamente segura. A la vez que hacemos esto (y está relacionado, claro, es todo parte del mismo sistema), permitimos que exista una libre circulación de bienes y dinero sin demasiado control. Para ellos, claro, no hay fronteras, no hay vallas, no hay policías.
La ecuación es sencilla: “Si tienes VISA, tienes visado”.
Volviendo a mi historia inicial.
Un par de horas después, el grupo de extranjeros árabes fueron consiguiendo su objetivo y se retiraban sonrientes. Se reunieron a la entrada y mientras esperaban al resto de compañeros e iban subiendo a su autobús, se enseñaban sonrientes las compras que habían realizado en el horrendo centro comercial, fundamentalmente ropa y calzado. O camisetas del FC Barcelona. No habían tenido problemas en circular por territorio español y realizar sus gestiones. No había ahogados ni desaparecidos. Ninguno tenía una magulladura. Claro, todos ellos eran portadores de una VISA bien provista de fondos, documento que sustituye al más complejo de los procesos de inmigración. Cuando ya estuvieron todos se alejaron rápidamente en el bus, felices y en libertad.
Centro Comercial La Roca Village, Barcelona.
Otros no tienen esa suerte. Cuando acaban el proceso administrativo que han venido a hacer a España, bueno, en realidad no lo pueden ni empezar porque unos policías (a palos muchas veces) se lo impiden y son violentamente conducidos de vuelta a Marruecos en un ritual ilegal que se repite periódicamente con una sorprendente publicidad.
Yo no tengo la solución. No sé como habría que hacer con las fronteras, los flujos migratorios, etc. Pero una cosa sí tengo claro, el Estado es el primero que tiene que cumplir las leyes -SUS leyes- y aquí se las está pasando por el forro de..... día sí y día también. Hace pocos días conocimos como el Gobierno no tiene ni la poca vergüenza de atender la petición de comparecencia del Ministro del interior en el Congreso después de que viéramos unas no menos vergonzosas imágenes de Guardias Civiles golpeando a personas en territorio español y devolviéndolos ilegalmente Marruecos. Y otra cosa tengo clara, pero esta es innegociable: los Derechos Humanos se cumplen siempre, SIEMPRE. No sólo cuando te conviene. Y en todas partes, no sólo en los centros comerciales. Actualmente vivimos en un país donde se respetan los Derechos Humanos en el Centro Comercial La Roca Village, provincia de Barcelona y de lunes a sábado y de 9 a 21 horas, pero hay otros sitios en los que no, y eso, sencillamente, no puede ser.
Estos días hay en twitter una interesante discusión sobre feminismo y bandos. Recomiendo este corto artículo de Marta García Franco sobre ello y este otro más largo de Barbijaputa. En este caso es así igualmente: tú y yo con un pasaporte comunitario pertenecemos al bando opresor. Es nuestra obligación, forzar a nuestro Gobierno a cumplir sus propias leyes y obligarle a tratar a los seres humanos como seres humanos.
¿Cómo hacerlo? Pues ni idea. Supongo que protegiendo a las personas oprimidas, lo primero. Divulgando. Haciéndolo tema. Incordiando a los gobernantes, ejerciendo la presión que puedas en tu partido, sindicato, asociación, grupo de amigos, familia... Visibilizando los actuales desmanes de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Apoyando a las ONGs y gentes en el terreno que lo hacen todos los días, inventando nuevas formas, no sé...
Es urgente. ¿Nos ponemos a ello?
Sobre este blog
Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.