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Dios es mujer, tiene 81 años y pone patas arriba a todo Brasil

Elza Soares, durante una actuación

Víctor David López

Para enterarse de los temas que más preocupan a los brasileños, no hay que presenciar los debates que se suceden en la televisión con los candidatos a presidente: hay que escuchar los últimos trabajos de la octogenaria más reverenciada de todo el país, Elza Soares. Carreras indestructibles como la suya, desde sus inicios en los años dorados de la samba hasta su reciente romance con la música electrónica, no hay muchas. Símbolos del tamaño de lo que ella representa, no hay ninguno. Escucharla es inexcusable en estos días inciertos que vive Brasil.

La cantante del milenio en la música brasileña –así la consagró la BBC en 1999– fue regando de éxitos la segunda mitad del siglo XX –'Se acaso você chegasse', 'Primeiro eu', 'Tenha pena de mim', 'Malandro' o 'Enredo de pirraça'– pero lo que tenía preparado para el siglo XXI nadie se lo esperaba. Comenzó por el álbum 'Do cóccix até o pescoço' en 2002 –en él cantaba aquello de que la carne más barata del mercado es la carne negra–; y ha continuado en la posmodernidad con la gira 'A voz e a máquina', con los djs Ricardo Muralha y Bruno Queiroz a los platos, y sobre todo con los discos 'A mulher do fim do mundo' (2015) y 'Deus é mulher'–que ha llevado de gira por Brasil en 2018.

A lo largo de estos dos últimos trabajos –organizados por el productor Guilherme Kastrup con un fabuloso equipo de compositores de São Paulo a su servicio, Elza Soares va encadenando problemáticas que los candidatos a presidente suelen esquivar: “Trabajo con las mujeres, con el mundo gay, con la raza negra, que es mi raza. Hay que hablar de todos esos movimientos en este Brasil tan malo en el que vivimos”.

Los nuevos temas de Elza Soares, envueltos en sintetizadores, samplers y una suerte de prototipo de punk latino, hablan también sin tapujos de libertad sexual o de la interferencia de la religión. “Mi creencia te la cuento de carrerilla, no necesito que nadie me la enseñe”, canta en 'Credo'. “Mezclo sólidos con líquidos, disuelvo el llanto con mi baba, cuando está seco lo humedezco, no obedezco porque soy mojada”, entona en “Banho” –autoría de Tulipa Ruiz, uno de los mejores momentos del nuevo disco, 'Deus é mulher'.

Hablar con conocimiento de causa

“Lo vengo buscando desde siempre, siempre he querido publicar un trabajo revolucionario donde pudiera hablar de todas las cosas que la gente no dice”, cuenta Elza Soares para eldiario.es. Tras la operación de columna vertebral que tuvo que afrontar hace cuatro años, encontró junto a su productor el esquema perfecto para poner patas arriba el mercado musical, después de más de treinta álbumes a sus espaldas. El equipo de compositores le presenta una colección de canciones que hablan de unos temas que ella previamente ha declarado que quiere atacar, y luego elige las mejores y lanza alguna sugerencia. “Tengo bastantes cosas de las que hablar, pero solo hablo de lo que conozco. No hablo de nada que no conozca”, subraya.

Advertencia: conoce bastantes cosas. El pasado mes de abril, cuando el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva entró en prisión, Elza Soares se desahogó en uno de sus conciertos: “Quieren matar nuestros sueños, frenar nuestras libertades, y no lo van a conseguir”. La cantante carioca, votante declarada también de Dilma Rousseff, aprovechaba su inconfundible voz para lanzar vivas a la democracia. Como siempre que se coloca frente a un micrófono, sabe de lo que habla.

A mediados de 1969, durante la época más cruda de la dictadura militar en Brasil, Elza y Garrincha –el futbolista bicampeón mundial fue su esposo durante “diecisiete años de amor y dolor”, comenzaron a recibir amenazas mediante llamadas telefónicas y cartas anónimas. La red de contactos de la artista incluía a Geraldo Vandré, una de las figuras de la canción protesta en esos años. Los episodios de terror desembocaron en la invasión de su casa, que fue ametrallada. El matrimonio se vio obligado a abandonar Brasil –igual que Vandré y muchos otros, eligiendo Roma como destino.

A pocos días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el líder en las encuestas de intención de voto es un excapitán del ejército nostálgico de ese régimen militar que controló Brasil durante veintiún años. El ultraderechista Jair Bolsonaro guarda también entre sus múltiples polémicas una condena en segunda instancia por parte del tribunal Superior de Justicia por decirle a la diputada Maria do Rosário: “Jamás te violaría porque no te lo mereces”. A lo cual después de la condena añadió que lo que único que quería era llamarla fea. Ante este escenario, el movimiento feminista se antoja fundamental en las votaciones. Los colectivos de mujeres le tienen como enemigo público número uno. “Formo parte del movimiento”, admite Soares con orgullo. “Me gusta mucho, y creo que hay que ser más activas y estar más presentes todavía”.

Animando a las mujeres a que denunciaran la violencia machista, Elza Soares grabó 'Maria da Vila Matilde', uno de los grandes éxitos del disco anterior. “¿Dónde está mi móvil? Voy a llamar al 180. Daré tu nombre y la dirección. Aquí no entras más, y si lo vas a intentar digo que no te conozco y te lanzo agua hirviendo”. Luego llega lo de soltar al perro: “Quiero verte correr delante de los vecinos, te vas a arrepentir de levantarme la mano”.

Entre las proclamas clave del feminismo brasileño vuelve a ganar fuerza la despenalización del aborto: “Estoy dentro, participo, estoy a favor”, responde Elza Soares rápidamente cuando se le pregunta por el tema. Conoce los detalles de los avances y es una cuestión que le toca muy de cerca. Ha sido madre nueve veces, y ya ha enterrado a cuatro hijos. Uno por enfermedad, otro por accidente y dos de ellos por desnutrición. La desigualdad social brasileña mata desde siempre.

Llegada directamente del planeta hambre

Debido a esa injusticia y al clasismo dominante, la mujer del fin del mundo sigue buscando negras y negros en las primeras filas de sus conciertos, es una costumbre que mantiene desde sus primeras actuaciones. No suele encontrar muchos. Y todavía hay dirigentes que se preguntan por qué son necesarios los sistemas de cuotas raciales en Brasil, y todavía hay quien no presta atención al hecho de que la mayoría de los asesinatos tienen como víctimas a jóvenes negros y pobres. El mensaje de Elza Soares para los gobernantes es tajante: “Basta. Basta. El negro hoy ya está bien formado, sabe perfectamente lo que está sucediendo”, proclama la artista nacida en la favela de Moça Bonita –barrio de Padre Miguel– pero criada en el barrio de Agua Santa.

Han pasado casi setenta años desde que la niña de la zona norte de Río de Janeiro se presentó en el programa “Calouros em Desfile”, presentado por el compositor Ary Barroso en Radio Tupi. Habían organizado un concurso de cantantes amateurs y ella necesitaba urgentemente dinero para dar de comer a su primer hijo –fue madre a los trece años. Barroso se quedó petrificado al verla entrar escuálida y atrapada en unas cuantas ropas prestadas y recompuestas con alfileres e imperdibles. “¿Pero de qué planeta vienes tú?”, le preguntó. Ella contestó que venía “del planeta hambre”, y enmudeció al público del plató, que hasta entonces se lo estaba tomando a broma.

No está claro si la clase política brasileña que tantos dolores de cabeza le provoca a Elza Soares está capacitada para enderezar el rumbo de este planeta del que la artista proviene, cada vez más habitado: “Claro que existe solución, si ellos quieren”, asegura con firmeza. “Pero creo que el pueblo puede hablar mucho más y exigir mucho más. Todo está en la boca del pueblo. No sé si para acabar, pero sí para disminuir ese planeta”.

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