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La crisis en Afganistán pone en evidencia la debilidad de la política exterior europea y su dependencia de EEUU

Civiles afganos esperan para subir a un avión durante el proceso de evacuación en el aeropuerto internacional Hamid Karzai de Kabul.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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La Unión Europea aspira a ganar peso geopolítico. Pero ni siquiera tiene una voz única ante los desafíos internacionales. Las instituciones comunitarias dicen que Europa no debe ser un campo de juego, sino un jugador de primera. Pero cuando Estados Unidos dice que se va de Afganistán –decisión unilateral de Donald Trump ejecutada por Joe Biden–, ningún país alza la voz ni presenta una alternativa. Eso sí, firman en abril una declaración con gran ceremoniosidad: “La OTAN armó una de las coaliciones más grandes de la historia para servir en Afganistán. Nuestras tropas fueron juntas a Afganistán, hemos trabajado juntos y ahora nos vamos todos juntos. Agradecemos a todos los que participaron en esta misión y la apoyaron, incluidas las fuerzas de seguridad del Afganistán. Honramos los sacrificios de aquellos que pagaron el precio más alto por su servicio”.

Ahora bien, cuando se llega al último tramo de la retirada de Afganistán y los talibanes se hacen con el país en menos de una semana, los líderes europeos comienzan a llevarse las manos a la cabeza. Pero todos evitan las críticas públicas y ninguno se anima a ofrecer un plan B, ni mucho menos a plantear un despliegue que sustituya al estadounidense, sabedores de lo que eso puede suponer en la opinión pública europea.

Es más, cuando Joe Biden hace caso omiso de las plegarias europeas para que extienda el plazo del 31 de agosto como fecha límite para salir de Afganistán y así mantener vías seguras hasta el aeropuerto de Kabul, ninguno tampoco se ofrece a desplegar sus tropas para ayudar o reemplazar a las estadounidenses para intentar ampliar los tiempos para las evacuaciones. Y, además, aunque se hubieran desplegado esas tropas, los expertos señalan que les faltaría uno de los elementos fundamentales: la información de que disponía Estados Unidos sobre el terreno, aunque esa información no les hizo prever en ningún momento el colapso del país en tiempo récord.

En efecto, la retirada estadounidense de Afganistán está desnudando la política exterior europea y evidenciando su dependencia de Estados Unidos. Hasta el punto de que escasos minutos después de que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, pidiera más margen al presidente estadounidense, Joe Biden anunció públicamente que no pospondría la retirada más allá del 31 de agosto.

Pero también está evidenciando la dependencia de la OTAN con respecto a Estados Unidos. En una entrevista con medios europeos, entre ellos El País, el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, se defendía: “Es muy importante señalar que la OTAN continúa siendo una alianza muy fuerte. Cierto, invocamos el artículo 5 en 2001. Pero no lo invocamos para proteger a Afganistán. Lo invocamos para proteger a EE UU, que es miembro de la OTAN. El motivo para ir a Afganistán era impedir ataques contra Estados Unidos y otros aliados, y durante 20 años hemos impedido que Afganistán fuera el santuario de grupos terroristas que pudieran planear y organizar atentados contra los países de la OTAN. Eso ha sido un logro significativo. El plan no era estar allí para siempre. Afganistán es una tragedia para el pueblo afgano, el final de la misión fue una decisión dura y difícil, pero no cambia nada en el compromiso de los aliados de protegerse unos a otros. Y no cambia nada en la credibilidad del artículo 5, porque era para defender a Estados Unidos de ataques terroristas y eso es lo que hemos hecho. No era para proteger a Afganistán”.

El discurso de May

Hace unos días, la ex primera ministra británica Theresa May lamentaba en el Parlamento británico el “mensaje que envía a aquellos que quieren hacer daño a Occidente” la retirada de Afganistán y, también, preguntaba al primer ministro, Boris Johnson, si había hecho todo lo posible para buscar una alternativa a la salida de las tropas estadounidenses. “¿Qué dice sobre nosotros como país, qué dice sobre la OTAN si dependemos por completo de una decisión unilateral tomada por Estados Unidos?”, se preguntaba May.

Johnson no respondió a la pregunta, pero la cuestión permanece en todas las capitales europeas: la dependencia por completo de Europa de una decisión unilateral tomada por Estados Unidos. La ausencia de autonomía propia en el exterior.

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha señalado recientemente en El Confidencial y AFP las carencias de la UE a raíz de la crisis afgana: “Los europeos no tienen otra opción. Debemos organizarnos para tratar con el mundo tal y como es, y no con el mundo con el que soñamos. Hay que analizar cómo puede desplegarse la UE e influir en las relaciones internacionales para defender sus intereses. Nuestra autonomía estratégica sigue siendo una de las prioridades de nuestra agenda”. Y esto, para Borrell, supone una fuerza de reacción militar conjunta desplegable: “Propondremos dotar a la Unión de una fuerza de 50.000 efectivos, capaz de actuar en circunstancias como las que estamos viendo en Afganistán”.

Es decir, un ejército europeo propio para situaciones como las actuales, en las que los líderes europeos piden a Biden más tiempo para sacar a los suyos de Afganistán, pero Biden no les da el tiempo y los líderes europeos tampoco llevan a sus soldados allí.

El propio Borrell, a mediados de junio en el Parlamento Europeo, vislumbraba un horizonte sombrío: “Una vez que se retiren las tropas occidentales, será una situación difícil para el pueblo afgano. Los talibanes controlan más de la mitad del territorio del país y cada vez tienen menos incentivos para negociar, por lo que las perspectivas a corto plazo de un acuerdo de paz parecen sombrías”.

Falta de consultas

Jeremy Shapiro, investigador del think tank ECFR, afirma: “Varios aliados europeos de Estados Unidos se han quejado enérgicamente por la retirada de Joe Biden de Afganistán, por cómo se ha llevado a cabo y por la falta de consultas con los aliados de la OTAN que también tenían tropas en Afganistán. Pero desde el comienzo de la operación de la OTAN en Afganistán, los países europeos voluntariamente, incluso con entusiasmo, se subordinaron a la estrategia de Estados Unidos, sin importar si tenía sentido. Quejarse ahora, cuando todo se ha derrumbado, parece, en el mejor de los casos, petulante y, en el peor, irresponsable”. Y añade: “La lección fundamental del colapso en Afganistán es que, para proteger sus intereses, los europeos deberán desarrollar la voluntad y la capacidad de ejercer su propia soberanía estratégica, incluida la capacidad de intervención militar con poco o ningún apoyo estadounidense”.

En este sentido, un artículo de The New York Times reflexionaba este martes: “El fiasco de Afganistán ha dejado a muchos europeos más convencidos que nunca de que no pueden confiar en Estados Unidos para velar por su seguridad, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca”.

¿Puede o debe Europa dejar descansar la defensa de sus intereses geoestratégicos en la Casa Blanca? ¿Hasta qué punto el “America is back” pronunciado por Joe Biden significa lo mismo en Washington que en las capitales europeas? La ministra de Defensa alemana, Annegret Kramp-Karrenbauer, ha pedido, por su parte, no criticar a EEUU por la retirada de las tropas, en tanto que tampoco había apoyo en Europa para prolongar la operación en Afganistán.

“A principios de este año”, se ha preguntado la ministra en el Parlamento alemán, “¿la mayoría de los miembros del Bundestag habría estado a favor de extender la operación en Afganistán indefinidamente, con una alta intensidad militar y con el riesgo de que los soldados alemanes murieran en combate? ¿Se habría recibido tal decisión con un amplio apoyo público? ¿Se habría producido un amplio debate en apoyo a la operación en los medios de comunicación, el público y las redes sociales? ¿Todos aquellos que están tan comprometidos con Afganistán ahora habrían estado dispuestos a apoyar una operación tan larga y dura, probablemente con muchas bajas? Si no podemos responder a estas preguntas con un claro, debemos abstenernos de señalar con el dedo a otras naciones, y en particular a Estados Unidos”.

Mientras tanto, la fecha límite del 31 de agosto cada vez se acorta más, en tanto que las fuerzas estadounidenses necesitan de dos a tres días para cerrar sus operaciones en Kabul. Así, Reino Unido quiere que su ejército salga al menos 24 horas antes de eso, lo que significa que es probable que se vayan el viernes o sábado, mientras que la operación de evacuación francesa del aeropuerto de Kabul probablemente terminará el jueves, según ha anunciado este miércoles el ministro de Asuntos Europeos, Clément Beaune.

La Unión Europea aspira a ganar peso geopolítico. Pero ni siquiera es dueña de su tiempo para gestionar las evacuaciones en Kabul. Habrá que ver en qué queda el anuncio de la canciller alemana, Angela Merkel, de este miércoles, cuando ha afirmado que la operación tiene que seguir más allá del 31 de agosto, en una señal de que Alemania va a intentar buscar alternativas al aeropuerto de Kabul.

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