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Mauricio Macri, el amigo del PP que amenaza al peronismo en Argentina

José María Aznar y Mauricio Macri en el Campus FAES 2014 en Buenos Aires. / FAES

Natalia Chientaroli

Buenos Aires —

“Si hay alguien que va a saber recorrer el camino duro de la recuperación, si hay alguien que va a saber cómo de esta crisis generar una oportunidad para el pueblo español, estos son los dirigentes del Partido Popular”, asegura Mauricio Macri en un mitin frente a cientos de personas. Es 2011, y en la primera fila del Centro Cultural Español en Buenos Aires está Alberto Núñez Feijóo, en plena campaña para captar el voto emigrante en Argentina. En su breve discurso, el alcalde de la capital habla del PP y el Pro, su partido: “Nos sentimos claramente unidos en la misma cultura y en el mismo destino, y a la espera de lo que nos manden y lo que podamos ayudar”.

Cuatro años después de aquello, los vínculos entre el Partido Popular y la formación que encabeza el candidato a la presidencia por la alianza Cambiemos no han desaparecido, aunque su discurso político actual no se parezca en absoluto al de entonces. Ahora, ante a la complicada encrucijada económica a la que se enfrentará el próximo Gobierno, Macri defiende la justicia social, los subsidios para los pobres e incluso las nacionalizaciones de empresas que realizó el kirchnerismo.

A Macri ahora no le interesa ese perfil de derecha, pero desde la creación del Pro, en 2002, el PP de Aznar, al que admiraba, siempre fue un modelo a seguir. Por entonces el candidato defendía la reducción del papel del Estado y el liberalismo que propugnaba el PP. Y los vínculos crecieron. Macri no sólo hizo campaña por Rajoy en 2011 entre los españoles que viven en Argentina. También nombró a José María Aznar ciudadano ilustre de Buenos Aires y es amigo cercano del exministro Alberto Ruiz-Gallardón, con quien suele verse en Buenos Aires o Madrid. Incluso se hizo la foto de rigor con Ana Botella para mostrar su apoyo a la candidatura madrileña de 2020 y compró viejos coches del Metro de Madrid que iban para chatarra para que circularan por el Subte porteño.

Federico Pinedo, diputado del Pro, reconoce “una muy buena relación con el PP” y explica que su fuerza forma parte de la red de partidos demócratacristianos en el mundo. Pero traza distancias: “El PP nace con una concepción ideológica de la política y nosotros, no”, afirma. Sostiene que en su gestión de gobierno el Pro siempre ha tenido posiciones y acciones que podrían ser de centroderecha o de centroizquierda.

Si le dan a elegir, se ve más cerca de Ciudadanos y de una nueva forma de hacer política. “Con la crisis, Argentina destruyó su sistema de partidos, y las fuerzas emergentes como la nuestra son mucho más plurales y centristas”, afirma Pinedo. Pese a que ahora les interese una imagen más centrada, las relaciones con el PP son tan estrechas que el propio Pinedo participó en la convención del PP en Valladolid en 2014.

Macri ahora se cuida más pero sí dice cosas que los kirchneristas identifican con la derecha: habla de apertura de los mercados (quitando el control de divisas) y de promover las inversiones extranjeras. Curiosamente, son propuestas muy parecidas a las del candidato oficial, Daniel Scioli. Solo difieren en sutileza y horizonte temporal. En un país en el que la derecha neoliberal murió a cacerolazos en la crisis de 2001 y cuyo máximo representante fue el peronista Carlos Menem, el centro político es difuso y amplio.

“Matar al padre”

En aquellos agitados años noventa, Mauricio era un joven empresario nacido en una de las familias argentinas más poderosas. Su padre, Franco, de origen italiano, dirigía una compañía muy cercana al Gobierno menemista, que se hizo con grandes contratos de obras y servicios públicos.

Los romances de los Macri llenaban por entonces las páginas de las revistas del corazón, y padre e hijo aparecían en programas de televisión como hombres exitosos que cantaban loas al libre mercado. Pero se fueron distanciando.

En 1995 Mauricio dejó el Grupo Macri para convertirse en presidente de Boca Juniors. El club de fútbol le sirvió de trampolín a la política, y estuvo a punto de ser alcalde de la capital en 2003. Perdió en segunda vuelta. Lo consiguió en 2007 y lleva en el puesto desde entonces. Pero ni siquiera esos logros deslumbraron al implacable Franco, que afirmó hace un año que no creía que su hijo pudiera ser presidente y llegó a decir que prefería a alguien cercano a Cristina Kirchner en la Casa Rosada.

En un país en el que el psicoanálisis es objeto de tertulia en los bares, la candidatura presidencial de Mauricio Macri fue calificada por muchos como una forma, en términos freudianos, de “matar al padre”. Lo cierto es que, convertido en el favorito para el ballottage tras los sorprendentes resultados de la elección del domingo, Mauricio ha llegado mucho más lejos de lo que su progenitor había previsto.

Un apellido que marca

Ese apellido que le marcó la vida también es su principal problema político. Muchos argentinos, sobre todo los más pobres, temen que Macri, como miembro de la aristocracia empresarial, vaya a eliminar las políticas de inclusión social del kirchnerismo que han sacado a millones de ciudadanos de la pobreza. Por eso el candidato y su partido se encargan de negarlo cada día. Ahora defienden medidas como la Asignación Universal por Hijo e incluso han prometido ampliarlas. Es difícil explicar cómo encajarían estos conceptos en FAES, el think tank en el que se forman muchos cuadros del Pro. La Fundación macrista Pensar es una de las entidades colaboradoras de FAES, y ha organizado incluso campus presididos por Aznar.

A Macri le recuerdan constantemente desde la izquierda sus posiciones polémicas en cuestiones clave como la ley de matrimonio igualitario y la ley de reproducción asistida, que rechazó. También votó en contra de la nacionalización de Aerolíneas Argentinas (que era propiedad del Grupo Marsans) y la de YPF (de Repsol). Precisamente el conflicto con España por la petrolera en 2012 desató las críticas a Macri por su relación con el Partido Popular español.

Hoy el candidato, como la mayoría de los argentinos, defiende estas nacionalizaciones. Cambiemos, la alianza con la que el Pro se ha presentado a las elecciones, explica también el viraje al centro del partido. A ellos se han sumado los radicales y la Coalición Cívica, que podrían identificarse como de centroizquierda. “El Pro trabaja desde 2008 buscando acuerdos con el resto de la oposición, con el peronismo no kirchnerista, el socialismo, los progresistas... No nos cuesta ponernos de acuerdo, porque somos un grupo de personas que creen que la democracia no es división sino búsqueda de consenso”, sostiene Pinedo.

Nunca un partido de derechas ha ganado las elecciones en Argentina y Mauricio Macri lo sabe. Y aunque los vínculos entre Pro y el PP sigan intactos, de momento manda la distancia. Sería impensable que en esta campaña Rajoy le devolviera al alcalde la gentileza de 2011 y subiera al escenario a pedir que voten presidente a Macri.

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