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Milei pasea su motosierra en la Casa Blanca y el FMI en una visita exprés a Washington

El presidente electo de Argentina, Javier Milei, sale de la Casa Blanca tras reunirse con el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan.

Javier de la Sotilla

Washington —

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El presidente electo de Argentina, el ultraderechista Javier Milei, ha presentado este martes en Washington sus promesas electorales insignia: la eliminación del Banco Central, la dolarización de la economía argentina y la privatización en masa de servicios públicos. En una visita exprés a la capital estadounidense y a dos semanas de su toma de posesión, el dirigente se ha reunido con el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan y el responsable de la política estadounidense en América Latina, Juan González. En paralelo, su futuro jefe de gabinete, Nicolás Posse, y su probable ministro de Economía, Luis Caputo, se han encontrado con representantes del Fondo Monetario Internacional (FMI).

No los ha recibido el presidente Joe Biden, que se encontraba en Atlanta (Georgia) por el funeral de la primera dama Rosalynn Carter. El mandatario llamó a Milei la semana pasada para felicitarlo y “continuar construyendo sólidas relaciones bilaterales”, según confirmó la Casa Blanca, y horas más tarde Milei recibió otra felicitación: la del expresidente Donald Trump, de quien bebe políticamente y se declara admirador, y con quien tampoco ha coincidido en su visita exprés a Estados Unidos.

Este es el primer viaje al exterior de Milei desde que arrasó en las urnas al peronista Sergio Massa el pasado 19 de noviembre. Llegó este lunes a Nueva York, donde visitó y rezó en el Ohel, la tumba de un influyente rabino y sitio de peregrinación para los judíos jasídicos.

Milei ya visitó hace meses este lugar, que se considera sagrado, para “pedirle su bendición” para ganar las elecciones. A pesar de que se reconoce católico, ha asegurado en varias ocasiones que piensa en convertirse al judaísmo y ha declarado que un rabino ortodoxo, Axel Wahnish, es su consejero y “guía espiritual”.

Reunión con el FMI

En la Casa Blanca, el economista y líder de la coalición La Libertad Avanza (LLA) ha expuesto sus radicales planes para sacar al país de la grave crisis inflacionaria: el adelgazamiento del Estado mediante el ajuste fiscal y la privatización de servicios públicos, el cierre del Banco Central de la República Argentina (BCRA) y la dolarización de la economía. 

Argentina arrastra una inflación anual de más del 140%, la tercera más alta del mundo, y unos índices de pobreza por encima del 40%, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). La gran mayoría depende de los servicios públicos y los subsidios estatales, a los que el presidente electo ha reiterado que pasará “la motosierra”. “Todo lo que pueda estar en las manos del sector privado, va a estarlo”, aseguró el ultraderechista poco después de su victoria en los comicios.

Entre los servicios públicos y empresas que busca privatizar, se incluyen algunas estratégicas, como Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Aguas y Saneamientos y los ferrocarriles; y otras de alto peso simbólico, como la radiotelevisión y la agencia estatal de noticias. Argentina tiene un precedente en este tipo de políticas: en 1990, el peronista conservador Carlos Menem emprendió una masiva ola de privatizaciones de la que participaron tanto capital privado como el Estado español, a través de la SEPI. Varias de esas privatizaciones, muy cuestionadas por la calidad de los servicios y sospechas de corrupción, terminaron en litigios a comienzos de los 2000.

Mientras Milei estaba en la Casa Blanca, sus futuros miembros de gobierno se reunían con miembros del FMI. En 2018, el organismo concedió a Argentina, entonces liderada por el conservador Mauricio Macri, el mayor préstamo de la historia del FMI, de 44.000 millones de dólares. Una deuda que se acabó convirtiendo en una losa para su presidencia y que el país todavía no ha logrado devolver, a pesar de que su sucesor, Alberto Fernández, renegoció sus condiciones. Previo a su visita a Washington, la Casa Rosada aseguró que el objetivo de estas reuniones “no es la búsqueda de financiamiento”, sino “explicar el plan económico”.

Este lunes, la jefa del FMI, Kristalina Georgieva, que el viernes mantuvo un encuentro virtual con Milei, aseguró que el organismo está “muy interesado en apoyar a Argentina, abordar el profundo problema de la inflación y crear un entorno para el crecimiento impulsado por el sector privado que pueda animar el empleo y la economía en general” y dijo que el país podría ser candidato a recibir financiación adicional a través de su Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad.

Al primer viaje internacional tras ser elegido, Milei ha ido acompañado de su hermana, Karina Milei; su futuro jefe de gabinete, Nicolás Posse; el exsecretario de finanzas del Gobierno de Macri, Luis Caputo, quien está en las quinielas como próximo ministro de economía; el embajador de EEUU en Argentina, Mark Stanley; y el empresario Gerardo Werthein, que podría ser el elegido por Milei para embajador en Washington. 

Werthein –bonaerense que se fue a EEUU durante el Gobierno de Alberto Fernández, junto con muchos otros millonarios, para evitar el aumento del impuesto de bienes personales durante la pandemia– es muy cercano al expresidente Bill Clinton, con quien Milei mantuvo este lunes una breve reunión y comida en Nueva York.

Prioridad a EEUU e Israel y marcha atrás con Brasil, China y el papa

“Mis aliados son Estados Unidos e Israel, con todo lo que eso implica”. Así de contundente se mostró Milei durante la campaña electoral en una entrevista con el medio argentino La Nación. Acto seguido propuso una medida similar a la que ya tomó Donald Trump en 2017: “Considero tan aliado a Israel que voy a mudar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén”.

A pesar de sus marcadas diferencias ideológicas con la Administración Biden, la visita al país del dólar era obligada. “Queremos seguir buscando formas de cooperar con Argentina”, dijo este lunes el portavoz de Seguridad Nacional, John Kirby, quien se expresó con mayor frialdad que ante otras visitas de líderes extranjeros. “El presidente electo viene a Washington, sobre todo, a reunirse con el FMI y el Banco Mundial por cuestiones monetarias y fiscales”, aseguró. “Esperamos escuchar sus ideas y dónde quiere ir con sus políticas”.

Después de este, se prevé que el próximo viaje sea a Israel, donde podría reunirse con el primer ministro, Benjamin Netanyahu. De este modo, seguiría los pasos de otro expresidente ultraderechista de la región, el brasileño Jair Bolsonaro, cuyo primer viaje fuera del continente americano fue a Jerusalén. Ahí, también prometió que movería la embajada de Tel Aviv, aunque finalmente no lo hizo en sus cuatro años de mandato.

Milei, que congenia ideológicamente con Bolsonaro, criticó duramente a su sucesor, Lula Da Silva, durante la campaña electoral. Después de llamarlo “comunista corrupto” y asegurar que rompería relaciones con el país vecino (y principal socio comercial), el ultraderechista envió el domingo pasado a su futura canciller a Brasilia, donde entregó a su homólogo una carta. En ella se leía una invitación formal a Lula para que acuda a su toma de posesión, el próximo 10 de diciembre. “Deseo que el tiempo común como presidentes y jefes de Gobierno sea una etapa de trabajo fructífero y construcción de lazos”, rezaba la carta, en un giro radical de su discurso.

Algo parecido ocurrió con el papa Francisco, a quien Milei había tachado de “representante del maligno en la tierra” y lo había acusado de “estar del lado de dictaduras sangrientas”. Tras el triunfo del dirigente ultra, el papa lo llamó para felicitarlo y le envió un rosario, y Milei relajó su tono y lo invitó a visitar Argentina próximamente. 

El presidente electo también suavizó su aproximación a China, el segundo socio comercial de Argentina, después de haber afirmado que rompería relaciones con el gigante asiático. “No pactamos con comunistas. No promoveré relaciones con países comunistas: ya sea Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Nicaragua o China”, aseguró en una entrevista con Bloomberg. Sin embargo, tras ser felicitado públicamente por Xi Jinping, dio marcha atrás y envió sus “más sinceros deseos de bienestar para el pueblo de China”.

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