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De Níger a Valencia: el golpe de Estado sacude el mercado de la chufa

Miles de personas se concentran en la capital pocos días después del golpe de Estado del 26 de julio para mostrar su apoyo a la junta militar.

José Manuel Rambla

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Geopolítica, yihadismo, expansión rusa, control de las materias primas, desmoronamiento de la Françafrique... Analistas y cancillerías de todo el mundo han analizado el golpe de Estado en Níger del pasado 26 de julio desde múltiples aristas. Existe, sin embargo, una conexión con España que ha pasado más desapercibida. Níger es uno de los principales exportadores de chufa del mundo y la inestabilidad y la amenaza de una intervención militar regional preocupan mucho en la Comunitat Valenciana, cuna de la horchata y destino fundamental de esas exportaciones.

Si bien las características del sector hacen difícil disponer de estadísticas fiables, según los datos del Ministerio de Agricultura de Níger, la producción del tubérculo en 2021 fue de unas 52.000 toneladas. Sin tradición de consumo interno, la chufa llegó a Níger hace menos de un siglo tras una ruinosa cosecha de cacahuete en algunas regiones del país. Maradi y en menor medida Dosso son las grandes zonas productoras. En total, el país dedica a su cultivo más de 19.000 hectáreas que son trabajadas por pequeños agricultores con métodos arcaicos de quema de terrenos que implican un fuerte desgaste del suelo y un uso abusivo de fertilizantes.

Decenas de comerciantes recorren zonas como Aguié, Madarounfa, Mayahi o Guidan Romdiji para comprar la chufa a los campesinos. Después concentran la mercancía en grandes mercados de Maradi, como el de Katako. Allí, según datos oficiales, un saco de cien kilos alcanzaba en 2022 un precio medio de 28.542 francos africanos, unos 43,5 euros. En el mismo periodo, la chufa de Valencia se pagaba a 80 euros.

Aunque el precio que reciben los pequeños agricultores es muy inferior, su importancia para la supervivencia de estas comunidades es clave, como destaca a elDiario.es desde Niamey el ingeniero agrónomo Bori Haoua.

El grueso de su producción tiene como destino el mercado internacional. Daniel Carrión, directivo de Tigernuts Traders, una de las mayores importadoras españolas de chufa, con sede en el municipio valenciano de L’Eliana, considera exagerados los datos de producción ofrecidos por el Ministerio de Agricultura y estima que la capacidad exportadora del país está entre las 6.000 y 10.000 toneladas anuales. La empresa importó en 2022 1.800 toneladas de chufa nigerina.

En 2018, la empresa se vio envuelta en la polémica tras ser señalada por el documental 'Tigernut: la patria de las mujeres íntegras', por supuestos abusos laborales contra las comunidades agrícolas africanas, lo que le llevó a perder el certificado de comercio justo. El directivo dice que, pese a la repercusión que tuvieron aquellas acusaciones, no fueron probadas y defiende el “respeto a las buenas prácticas de producción que exige la empresa a sus proveedores, en línea con su compromiso ético, social y medioambiental”. “Yo mismo me encargo de supervisarlo”, asegura.

El 60% de esas exportaciones se dirigen a Nigeria, el país que hoy lidera la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) y defiende la línea más dura contra la nueva junta militar que lidera el general Abdourahamane Tchiani, incluida la opción militar. El otro gran destino de la chufa nigerina es España.

En 2022, según los datos provisionales de comercio exterior de la Secretaría de Estado de Comercio, España importó unas 4.742 toneladas de chufa, prácticamente todo del continente africano, y cerca del 75% llegó a través de los puertos valencianos. Casi la mitad de esa chufa ―2.296 toneladas― llegó de Níger. Las primeros datos de este año reflejan un incremento del 24% de la importación desde aquel país: solo hasta el pasado junio desembarcaron en la Comunitat Valenciana unas 2.861 toneladas de chufa nigerina.

Con una producción propia de unas 8.000 toneladas anuales, las presencia de chufa africana levanta ampollas entre los agricultores valencianos, que la consideran competencia desleal y dumping social. Desde la organización de agricultores valencianos AVA-Asaja se reclama “reciprocidad a las importaciones procedentes de países terceros, es decir, que cumplan las mismas exigencias que la Unión Europea impone a sus agricultores”. De hecho, el sector lleva años protegiendo su cultivo ―y su producto estrella, la horchata tradicional valenciana― con el sello oficial de denominación de origen.

Los importadores, por su parte, consideran que si bien la cosecha valenciana permite abastecer la producción de horchata tradicional, resulta insuficiente para cubrir la demanda de un mercado en expansión. En este sentido, consideran que los fabricantes de lácteos de chufa para su distribución industrial precisan mucha más materia prima y márgenes de coste más ajustados. Además destacan que el tubérculo va más allá de la horchata para abarcar una amplia gama alimentaria, ampliada hoy con el impulso de productos veganos, así como otros usos que van del cosmético al biocombustible. El gran consumidor mundial de productos de chufa es Estados Unidos.

La precaria estructura de producción y distribución y la realidad socioeconómica de Níger, además de favorecer los abusos contra los agricultores, impide el desarrollo de una industria transformadora que aumente el valor añadido de la producción. “El procesamiento de la chufa no está muy bien desarrollado en Níger. A pesar de su contribución, es uno de los cultivos olvidados, por lo que sería necesario promoverlo a través de estudios y acciones concretas a nivel sectorial”, afirma Haoua.

Importaciones alteradas

Todo ello hace que preocupe la escalada de tensión que vive Níger y el conjunto de África Occidental. De hecho, su incidencia ya está alterando el día a día de las importadoras valencianas que trabajan en el país. Carrión recuerda que viajó por última vez a Niamey el pasado enero con total normalidad. “Hoy ni siquiera puedo enviar documentación por mensajería a mis agentes en la zona porque el espacio aéreo nigerino está cerrado”, dice.

Pese a que el empresario sigue sin poder sacar de Níger ningún cargamento, Carrión se muestra moderadamente confiado en que la situación termine normalizándose, aunque reconoce que la firmeza con la que países como Nigeria o Costa de Marfil se han posicionado frente a la junta militar no se vivió en los anteriores golpes de Estado en Mali o Burkina Faso, países con mayor grado de desarrollo que Níger.

De hecho, las importaciones españolas de chufa ya se vieron alteradas por la inestabilidad y los pronunciamientos militares en aquellos países, dos de los grandes productores de la región: en 2022, Burkina Faso redujo sus exportaciones de tubérculos a España un 17,4%, mientras que las de Mali se desplomaron un 91%.

Los primeros datos de este año, pese a una anecdótica mejora en el caso maliense, se mantienen muy alejados de lo que había sido históricamente habitual. Para compensar esas caídas, el pasado año las empresas importadoras incrementaron sus compras en Togo y Níger. Ahora la situación se presenta más compleja y difícil, especialmente si la actual crisis se prolonga en el tiempo y se materializa el peor escenario: un conflicto bélico que involucre a varios países del principal granero de chufa del mundo, África Occidental.

Mientras el conflicto en la región se mantenga, Carrión considera inevitable una tendencia al alza de los precios. “De hecho, los precios ya venían registrando un incremento como consecuencia de otra guerra, la de Ucrania, que ha disparado el coste de los fertilizantes”, comenta. Un encarecimiento de la materia prima que indirectamente podría repercutir a los productores valencianos. La amenaza de una intervención militar no solo provocaría un aumento de precios, sino que tendría un elevado coste humano para el pueblo de Níger, tercer país del mundo con el peor Índice de Desarrollo Humano del planeta.

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