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Reino Unido dice adiós de forma definitiva a la UE tras 47 años de convivencia y un acuerdo al límite

Boris Johnson firma el acuerdo comercial con la UE tras el Brexit.

Javier Biosca Azcoiti

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Han pasado cuatro años y medio desde que la opción del Brexit ganó con un 51,9% en el referéndum de 2016. Durante este periodo, el Brexit se había convertido en una inmensa bola informativa incomestible que ha dejado decenas de dimisiones –incluidos dos primeros ministros–, tensas sesiones de negociación, tres prórrogas de la fecha de salida, un periodo de transición para amortiguar el impacto e infinidad de sesiones históricas a gritos en el Parlamento británico donde las llamadas al orden del expresidente de la Cámara, John Bercow, dieron la vuelta al mundo. 

Reino Unido salió oficialmente de la UE el 31 de enero de 2020, pero entonces entró en vigor un periodo de transición que eliminó prácticamente todas sus consecuencias mientras ambas partes negociaban la futura relación comercial. Ese periodo de adaptación ha terminado y a partir de este viernes, Reino Unido y la UE empezarán a vivir las consecuencias reales de la ruptura de una relación que duró 47 años.

El fantasma del Brexit duro y desordenado ha estado presente hasta el último segundo, pero se disipó finalmente con el acuerdo comercial y de cooperación alcanzado en Nochebuena. A partir de ahora, entra en vigor un acuerdo de libre comercio que permitirá el intercambio de mercancías sin aranceles. En materia de servicios, sin embargo, el texto no es igual de ambicioso. Acaba también la libre circulación de personas entre la UE y Reino Unido y todos los ciudadanos europeos que quieran asentarse en el país tendrán que conseguir un visado en igualdad de condiciones que los ciudadanos de cualquier otro. Las visitas de hasta seis meses se podrán realizar sin necesidad de visado.

Uno de los mayores quebraderos de cabeza, si no el principal, ha sido evitar levantar una frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte (Reino Unido) e impedir al mismo tiempo que Irlanda del Norte se convirtiese en una especie de agujero negro a través del cual introducir libremente en Irlanda, y por tanto en la UE, productos sin el control ni el arancel necesario. Para resolver la cuestión, Irlanda del Norte permanecerá en la práctica en el mercado común europeo para mercancías de tal forma que se evitan los controles en la isla del Irlanda. Esos controles se trasladarán, sin embargo, al flujo entre Irlanda del Norte y el resto de Reino Unido –por eso los unionistas norirlandeses rechazan el acuerdo a pesar de haber apoyado la salida de la UE, ya que creen que pone en peligro el futuro de la unión de Reino Unido–.

De la misma forma, “un principio de acuerdo” alcanzado entre España y el Reino Unido este mismo día 31, permitirá “levantar la verja” y aplicar desde el primer minuto de 2021 el acuerdo de Schengen en Gibraltar. Tal y como ha adelantado la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, España será el Estado miembro de la UE “responsable” de la aplicación de Schengen en Gibraltar y durante un período transitorio contará con la asistencia de Frontex durante 4 años. Además, el acuerdo permite también incorporar medidas de competencia leal en fiscalidad, medioambiente y cuestiones laborales.

La rebelión contra May

La historia de este drama comenzó con la victoria del Brexit el 23 de junio de 2016 en el referéndum convocado por David Cameron –que hizo campaña por la permanencia–. Un día después, Cameron dimite y le sustituye Theresa May, que había votado contra la salida. El 29 de marzo de 2017, cumpliendo el mandato popular, la primera ministra activa el Artículo 50, dando inicio a un periodo de dos años de negociaciones hasta la primera fecha oficial de salida: 29 de marzo de 2019.

Unas semanas después, May convoca elecciones anticipadas para intentar reforzar su posición negociadora. “Con un Parlamento dividido no podemos afrontar las negociaciones con la UE”, señaló. “Los laboristas han amenazado con votar contra el acuerdo final que alcancemos”, añadió sin saber que sería su propio partido el que bloquearía el acuerdo de salida negociado por ella. Lejos de ampliar su mayoría parlamentaria, Theresa May pierde la mayoría absoluta.

En julio de 2018 May se encierra con todos los ministros en su residencia de verano y presenta su estrategia al resto del gabinete, lo que provoca inmediatamente la dimisión del ministro para el Brexit, David Davis, y del ministro de Exteriores, Boris Johnson. “Nos dirigimos a la condición de colonia”, denunció Johnson. “El sueño del Brexit está muriendo”, añadió.

Meses después, en noviembre, May llega a un principio de acuerdo para el Brexit con Bruselas, el cual provoca una nueva ola de dimisiones, incluida la del nuevo ministro para el Brexit, Dominc Raab, que solo llevaba cuatro meses en el cargo. Todavía quedaba lo más difícil, que el Parlamento británico aprobase el texto que traía May bajo el brazo.

Tan solo un día antes de la votación, el 10 de diciembre, May decidió aplazarla ante la inminente derrota estrepitosa a la que se enfrentaba. Necesitaba 320 votos, pero solo contaba con 315 diputados conservadores y muchos de ellos ya habían anunciado que votarían en contra. El objetivo de la primera ministra era arrancar más concesiones a la UE para hacer cambiar de opinión a sus colegas de partido y socios de coalición. Mientras tanto, la UE advertía de que no iba a renegociar el acuerdo: “Es el único acuerdo. Es el mejor acuerdo. No vamos a renegociar y trabajamos con la idea de que Reino Unido se va de la UE el 29 de marzo”.

Finalmente, el 15 de enero de 2019 el Parlamento rechaza el acuerdo en una derrota humillante para Theresa May: 432 votos en contra y 202 a favor, la peor derrota de un Gobierno británico desde los años 20. Al día siguiente May supera una moción de censura por 19 votos –días antes había superado también una moción de confianza a nivel interno del partido planteada por sus propios colegas–.

El 12 de marzo, a apenas dos semanas de la fecha de salida, la Cámara de los Comunes rechaza por segunda vez el acuerdo y pide una nueva prórroga. A la desesperada, May ofrece su dimisión a sus compañeros si estos votan a favor del acuerdo de salida. Tampoco lo consigue y la Cámara rechaza por tercera vez el texto. La primera ministra pide una nueva prórroga –hasta el 31 de octubre– y poco después anuncia su dimisión: “He hecho todo lo que he podido para convencer a los miembros del Parlamento”.

La estrategia de Johnson: “Preferiría estar muerto en una zanja”

Boris Johnson se convirtió en primer ministro el 24 de julio de 2019. Solo tenía tres meses para formalizar el Brexit y una de sus primeras medidas fue suspender las sesiones en el Parlamento durante cinco semanas (posteriormente declarado ilegal por el Tribunal Supremo), lo que se interpretó entonces como una medida para impedir que la Cámara aprobase una ley para frenar la salida sin acuerdo el 31 de octubre.

En un mecanismo de emergencia antes del cierre parlamentario, la Cámara de los Comunes aprobó una ley que obligaba a Johnson a pedir una nueva prórroga a la UE hasta el 31 de enero de 2020 si no se llegaba a un acuerdo antes del 31 de octubre. 21 diputados conservadores votaron en contra de Johnson y fueron expulsados del grupo parlamentario conservador. A pesar de todo, el primer ministro seguía intentando evitar la prórroga, por lo que solicitó convocar elecciones anticipadas hasta en dos ocasiones, pero no alcanzó los dos tercios exigidos en la Cámara de los Comunes.

A dos semanas de la fecha de salida, Reino Unido y la UE llegan a un nuevo acuerdo para el Brexit cuya principal diferencia con el de May era la cuestión de Irlanda del Norte –el anterior contemplaba la permanencia de todo Reino Unido en la unión aduanera si no se alcanzaba un acuerdo comercial con el objetivo de evitar el levantamiento de una frontera en la isla de Irlanda–.

Johnson intenta imponer un procedimiento exprés para aprobar el texto y no tener que pedir la extensión, pero los parlamentarios lo rechazan y el primer ministro se ve obligado a pedir la tercera y última prórroga a la UE. “Preferiría estar muerto en una zanja”, había dicho un mes antes. La nueva fecha de salida se fijó para el 31 de enero de 2020.

El primer ministro consiguió finalmente convocar elecciones anticipadas, en las que logró una amplia mayoría y vía libre para ejecutar el Brexit. El Partido Conservador obtuvo 365 escaños, muy por encima de los 326 necesarios para tener mayoría absoluta. Con esta mayoría, Johnson obtuvo el apoyo necesario para su acuerdo de salida negociado con Bruselas y Reino Unido salió de la UE el 31 de enero de 2020.

Desde entonces ha estado en vigor un periodo de transición en el que, en la práctica, Reino Unido ha seguido formando parte del bloque comunitario. Mientras tanto, se ha estado negociando el acuerdo comercial y de cooperación entre ambas partes, alcanzado en Nochebuena.

David Cameron convocó el referéndum para intentar unir el Partido Conservador pensando que eso tranquilizaría al sector más euroescéptico y el resultado es que casi acaba reventándolo. Cuatro años y medio después, la odisea ha terminado.

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