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The Guardian en español

Las 10 edades de Boris Johnson: un viaje hacia el poder

Boris Johnson, nuevo primer ministro británico.

Sonia Purnell

1. La ambición rubia

Alexander Boris de Pfeffel Johnson nació el 19 de junio de 1964 en Nueva York, pero su familia todavía le llama 'Al'. Boris Johnson vivió sus primeros 14 años cambiando de casa: 32 mudanzas en dos continentes siguiendo la ambiciosa carrera de su padre, Stanley. Su madre, Charlotte, apenas tenía 22 años cuando dio a luz a Boris y ya había renunciado a sus estudios de inglés en Oxford para viajar con su marido a Estados Unidos.

Boris fue un niño apagado. Hasta los ocho años apenas oía nada por una otitis. Su madre le animaba a ser artista pero su padre había metido en la familia el afán de la competencia extrema. Ya fuera correr más rápido, saltar más alto o tener el pelo más rubio, ganar era la prioridad que llevó al joven Al a fijarse el objetivo de convertirse en el “rey del mundo”.

Charlotte entró en crisis cuando la familia se mudó a Bruselas, incapaz de seguir soportando las mudanzas y las constantes infidelidades de Stanley. Con su madre en el hospital, los niños Johnson tuvieron que aprender a valerse por sí mismos.

2. Al se convierte en Boris

Al y Rachel, los dos hermanos mayores, fueron enviados a Inglaterra para empezar la escuela preparatoria. Los amigos de la familia recuerdan las burlas a Al por tener ascendencia turca y haber vivido en Bruselas. Como método de autodefensa Johnson empezó a cultivar una excéntrica personalidad inglesa, la de una persona aparentemente torpe que detrás de sus ropas desaliñadas escondía una mente refinada y empeñada en sobrevivir.

Cuando llegó al colegio Eton [escuela privada de secundaria], el personaje público de Al se había hecho aún más extravagante, una transformación a la que él contribuyó cambiando su nombre por otro más peculiar, Boris. Con un desempeño escolar cada vez peor, su “lastimosa actitud displicente” sorprendía y enfurecía a los profesores a partes iguales.

3. El camaleón de Oxford

Johnson entró en Oxford en 1983. Allí, y pese a las reticencias de sus profesores, consiguió una beca para estudiar Humanidades en el Balliol College. Parecía que los mejores premios iban a parar a él, incluido el de pertenecer al Bullingdon Club, un grupo de clase alta que se juntaba para beber y era conocido por sus acciones de vandalismo.

Un trofeo que, sin embargo, no logró a la primera fue la presidencia de la sociedad de debate Oxford Union. Apenas se molestó en hacer campaña más allá de los antiguos alumnos de las escuelas públicas y perdió contra un hábil joven de orientación progresista que venía de una Grammar School, otro tipo de institución de educación secundaria prestigiosa en Inglaterra. Aquella derrota fue casi como un duelo para Johnson, pero aprendió de ella.

El Boris 2.0 aclaró su azul conservador para parecer más indefinido políticamente, usó el humor para que no se le notara tanto eso de creerse con derecho a todo y reclutó a una banda de ayudantes a los que había deslumbrado para que hicieran el trabajo duro. La segunda vez que lo intentó, ganó, y descubrió que otra de las ventajas del poder era tener éxito con las mujeres. El Boris camaleón político y el Boris seductor acababan de nacer.

4. El mundo en su agenda

En cuanto se graduó en 1987 (con una calificación media de entre seis y siete) celebró su boda con la hermosa y adinerada Allegra Mostyn Owen, acompañados de un dúo de violines encargado para la ocasión. En seguida consiguió trabajo como periodista, ayudado por formidables conexiones familiares como las de su madrina, la escritora Rachel Billington (hija de Lord Longford y hermana de Lady Antonia Fraser). El periódico Times lo contrató como becario pero su caótico personaje no impresionó a los directores. Atascado en un trabajo precario y desesperado por la gloria, la estrella de Eton y de Oxford quiso hacer más atractiva una crónica inventándose un testimonio que decidió atribuir a su padrino, el académico Colin Lucas. El joven becario fue despedido en cuanto Lucas llamó al director, Charlie Wilson, para quejarse.

5. Los años de Bruselas

Max Hastings lo recogió en seguida. El director de The Daily Telegraph al que Johnson había invitado a participar en Oxford Union mientras era presidente fue más complaciente y en 1989, cuando Johnson apenas tenía 25 años, lo ascendió a corresponsal en Bruselas. En los siguientes cinco años, Johnson se hizo un nombre al crear, casi sin ayuda, un convincente relato según el que todo lo que salía de la Unión Europa era una locura siniestra. Al término de su etapa belga, sus compañeros en Europa habían dejado de creer en él, pero en Reino Unido su nombre se había convertido en una marca. Un primer escarceo con el poder que fascinó a Johnson.

6. El personaje de televisión

De vuelta en Londres en 1994, The Telegraph ascendió a Johnson a director adjunto y columnista jefe de Política, aunque en privado confesara a un compañero que no tenía “ninguna opinión política”. También le dieron una columna en The Spectator, donde vertió términos racistas en inglés como “picaninny” o “puffing coolies” [expresiones equivalentes aunque incluso más fuertes que “negrito” o “chinos maricas”]. Por no hablar de la escalofriante grabación de una charla con Darius Guppy, estafador convicto y amigo personal, durante la cual Johnson accede a ayudar en un plan para agredir a un periodista. Pero como entonces estaba de moda quejarse de la llamada corrección política, había quien consideraba a Johnson como un soplo de aire fresco.

En 1998, invitado al programa de la BBC 'Have I Got News for You' (¿Tengo malas noticias para ti?) y pusieron la cinta de Guppy, Johnson se las arregló para hacer reírse con el público, pasándose la mano por el pelo y poniendo los ojos en blanco. Ganó un buen número de seguidores. Lo que debería haberlo hundido terminó por hacerlo intocable.

7. El 'Sextator'

Johnson estaba decidido a sacar provecho a su fama y comenzar una carrera política cuando en 1999, justo después de su 35 cumpleaños, le nombraron director de The Spectator con el compromiso de abandonar sus ambiciones parlamentarias. Aceptó pero aquello no fue obstáculo para que en dos años se saliera elegido como diputado por Henley, un escaño casi asegurado para los tories.

Prometió a sus votantes que renunciaría a The Spectator pero se mantuvo en el cargo durante cuatro años. Mintió a su empleador, a sus votantes y a Marina, la mujer con la que se había casado por segunda vez cuando aún vivía en Bruselas. Durante sus seis años como director, The Spectator pasó a ser sinónimo de lujuria y escándalos sexuales. Lo llamaban el 'Sextator'.

Una de las relaciones más largas que mantuvo Johnson en ese período fue con su columnista Petronella Wyatt. Cuando Guy Black, responsable de comunicación del líder tory Michael Howard le preguntó sobre el tema, Johnson mintió. Después fue despedido por el engaño, pero ni siquiera entonces dio marcha atrás. Mentir no solo era algo aceptable, llegó a decir, sino que hasta podía ser la mejor opción posible.

8. Señor alcalde

Esa primera etapa de Johnson como diputado no fue un éxito rotundo y lo que se fue sabiendo sobre sus nuevas aventuras amorosas tampoco ayudó. Para empeorar las cosas, un compañero de Eton dos años menor que él, David Cameron, se convirtió en el líder conservador y no lo llamó para su gabinete en la sombra, el término británico con el que se acuña al grupo en la oposición. Las posibilidades de ascenso de Johnson parecían desvanecerse por momentos. Por eso a nadie le sorprendió que aceptase la candidatura conservadora a la alcaldía de Londres.

Tras una disciplinada campaña, Johnson se hizo con el ayuntamiento en 2008. El valor de la novedad se esfumó casi al instante, en cuanto se hizo evidente que no tenía un plan. Se apresuró a dar cargos a personas pero rápidamente llegaron despidos, renuncias, acusaciones de mentiras, racismo y hasta una condena penal. Sin embargo llegó 2012 y Johnson volvió a ganar, exhibiendo su imagen en todo el mundo durante los Juegos Olímpicos, cuando se dio el gusto de quedarse atascado en una tirolina y enfrente de las cámaras.

9. La campaña del Brexit

En Londres había ganado el Boris rojo pro ciclismo, pro Europa, pro inmigración y anti Trump. Pero su antigua versión azul conservador volvió a aparecer cuando terminaba su segunda alcaldía de Londres. Hablándole a la nueva tribuna de la derecha del Partido Conservador, Johnson se puso en posición de ataque y repitió como candidato al Parlamento un año antes de acabar el mandato en el Ayuntamiento.

En 2016 escribió dos célebres columnas, una con argumentos a favor del Brexit y otra con razones para quedarse en la Unión Europea. Estaba claro que apoyando el Brexit le resultaría más fácil sacar de Downing Street a Cameron, su rival en el bando partidario de la Unión Europea. Así que a eso se dedicó, con su característico estilo de campaña, de desprecio a los hechos y las normas.

Ganó su bando y parecía que se convertiría en primer ministro, pero sus esperanzas se desvanecieron cuando su compañero de campaña, Michael Gove, lo declaró incapaz de dirigir el país durante el procesp de Brexit y hasta cuestionó su compromiso de abandonar la Unión Europea. En vez de él fue Theresa May la que llegó al poder.

10. Última vuelta

Para asombro de todos (incluyendo, probablemente, al propio Johnson), y a pesar de la obvia antipatía que había entre los dos, May lo nombró ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo, la frustración que le provocaba la dejadez de Johnson, que no se tomaba la molestia de leer los informes, en seguida se transformaría en furia, cuando empezó a dedicarse a ofender gratuitamente a los extranjeros.

Tal vez su peor delito haya sido el descuido con el que pronunció las palabras que provocaron la ampliación en Irán de la sentencia de cárcel para la joven británica iraní Nazanin Zhagari Ratcliffe.

Considerado como uno de los peores ministros de Asuntos Exteriores de la historia, Johnson terminó renunciando en 2018 como una forma de protesta por el acuerdo de Brexit negociado entre May y la Unión Europea. Aunque después él también votaría por ese acuerdo, “zurullo” fue la palabra que eligió entonces para describirlo.

Todos esos detalles, sin embargo, han sido pasados por alto por el presidente Donald Trump, que en numerosas ocasiones ha dicho de él que es el mejor candidato para convertirse en el próximo primer ministro de Reino Unido. Ahora que Johnson ha tomado posesión en el 10 de Downing Street no pasará mucho tiempo antes de que descubramos cuánto tienen en común los dos, más allá de un pelo extraordinario.

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