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ANÁLISIS

La brutalidad policial es la punta del iceberg de las protestas de Nigeria

Nigeria
Una manifestante sostiene un cartel durante una protesta por la brutalidad policial en Lagos, Nigeria., Nigeria, el 17 de octubre de 2020. Foto tomada el 17 de octubre de 2020.

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Las pancartas que sostienen los manifestantes hablan claro. “No tenemos líderes”, se lee en una de ellas. “El poder de la juventud es más fuerte que quienes estáis en el poder”, se lee en otra. Una tercera reza: “Nigeria sangra”.

Esta última frase es un hecho en las últimas 24 horas. Según Amnistía Internacional (AI), al menos 38 personas murieron cuando el Ejército disparó contra una protesta en una zona de clase alta de Lagos, el centro comercial y cultural del país más poblado de África.

Acusado de guardar silencio ante la muerte de sus ciudadanos, el presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, lamentó finalmente este jueves la pérdida de “vidas inocentes”. En Lagos y otras ciudades se impuso el martes por la noche un toque de queda de 24 horas. 56 personas, según AI, han muerto en sucesos violentos relacionados con las manifestaciones de los últimos días.

Enfado y frustración generalizados

Las protestas comenzaron este mes pero no es la primera vez que el país vive días de furia. El motivo resulta familiar para los nigerianos: los continuos abusos perpetrados por la Brigada Especial Antirrobo (SARS, en inglés), una unidad policial famosa por su corrupción y sus torturas.

Pero las protestas se convirtieron pronto en expresión del enfado y la frustración que se extienden por el país.

“Hemos entrado en un nuevo capítulo. Estamos siendo testigos de cómo el nigeriano medio pierde cualquier respeto por el Estado y el Gobierno. Se protesta contra la brutalidad policial pero eso es solo la punta del iceberg”, dice Matthew Page, experto en Nigeria del think-tank con sede en Londres Chatham House.

Las causas del descontento son diversas: el Gobierno está estancado, el desempleo aumenta, las infraestructuras están obsoletas, la desigualdad es profunda y la sensación generalizada es la de que nada va a cambiar. Uno de los lemas de las protestas ha sido “dejen de matar a los líderes del mañana”.

Manifestantes jóvenes y urbanos

En Nigeria están algunas de las ciudades más grandes y globalizadas de África. La media de edad de la población es de 18 años. Como sucede en otras partes del continente, los manifestantes proceden en gran medida de la juventud urbana, con iconos populares del mundo de la música y el cine de perfil alto.

“La estructura demográfica del país no es la misma que hace 10 o 20 años y es sobre todo en las ciudades donde hay menos paciencia con el modo tradicional de hacer las cosas”, dice Nnamdi Obasi, analista del International Crisis Group, localizado en Lagos.

El presidente Buhari, en entredicho

A eso hay que sumarle una profunda decepción con el presidente, Muhammadu Buhari, que llegó al poder en 2015 y cuyo mandato termina en 2023. Buhari, que afronta el reto de gestionar una crisis económica agravada por la pandemia del coronavirus, apenas ha hablado desde que comenzaron las protestas hace más de dos semanas. En un discurso nacional a última hora del jueves, instó a los jóvenes a “interrumpir las protestas callejeras e implicarse constructivamente con el Gobierno en la búsqueda de soluciones”.

Al principio las autoridades hicieron concesiones: prometiendo disolver el cuerpo policial contra el que se protesta y reformar la policía. Pero no convencieron a los manifestantes, quienes dicen que no es la primera vez y que tras otros episodios de protesta ya se habían formulado promesas similares. Entonces, las autoridades dieron orden de reprimir.

El papel de las redes sociales

Los manifestantes han innovado mucho en sus tácticas, lo que les permite llevar la delantera a las fuerzas de seguridad. Cuando dos bancos cerraron las cuentas de uno de los grupos de activistas, estos pasaron el dinero a bitcoins y comenzaron a recaudar fondos en criptomoneda.

Las redes sociales también han desempeñado un papel importante. Han permitido a los activistas recaudar dinero para organizar las protestas y acceder a los recursos de la diáspora nigeriana. Muchos de quienes han abandonado el país simpatizan con sus reivindicaciones.

Las donaciones se dispararon cuando el director ejecutivo de Twitter, Jack Dorsey, publicó un tuit en el que animaba a sus casi cinco millones de seguidores a contribuir. Un grupo recaudó cerca de 160.000 euros y los utilizaron para contratar guardias de seguridad privados, pagar ambulancias y cubrir los gastos legales de los manifestantes detenidos por todo el país.

El país está a la espera. No se sabe si la violencia de los últimos días es el momento álgido de este ciclo de protestas o el comienzo de una escalada.

“El Gobierno tiene que ser más comunicativo”, dice Obasi. “Las protestas lo son contra un sistema en el que los legisladores no atienden a lo que los electores reclaman, contra un sistema que no permite expresarse. Muchos creen que las autoridades solo se preocupan de sí mismos y de sus familias. Este movimiento es una crítica contra la democracia nigeriana”.

Traducido por Alberto Arce

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Este artículo ha sido actualizado por la redacción de elDiario.es.

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