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The Guardian en español

Los venezolanos se ven atrapados entre el desabastecimiento y el mercado negro

Una mujer compra productos básicos en Caracas mientras otras hacen cola.

The Guardian

Carmen Fishwick —

Las zonas de fiesta de Las Mercedes y San Ignacio, en Caracas, están tan llenas como siempre, a pesar de la crisis económica de Venezuela. Pero hay una diferencia notable: la falta de cerveza Polar. Empresas Polar SA, la mayor empresa de alimentación del país, ha paralizado la producción de cerveza porque, según dice en un comunicado difundido en su web, no puede conseguir las divisas que necesita para comprar cebada malteada.

“La vida nocturna sigue existiendo en la ciudad porque algunas personas están saliendo para encontrar una distracción, una escapatoria, del drama habitual en que está envuelto el país. Caracas está frenética, como siempre, pero hay un ambiente de miedo que impregna la ciudad”, describe Luis, programador veinteañero de la capital venezolana.

El cierre de la mayor fábrica de cerveza del país es solo una pequeña muestra de la crisis cada vez más profunda que está asediando al país, y una indicación del caos económico y político que sufre Venezuela.

“Allá donde voy, incluso en los mejores barrios de Caracas, casi todos los supermercados o tiendas de alimentación tienen todo el día, todos los días, a cientos de personas haciendo cola en la puerta. Es ya imposible obtener de forma legal cualquier producto que tenga el precio controlado por el Gobierno”, explica Luis.

El presidente, Nicolás Maduro, declaró este viernes 60 días de estado de emergencia, y ha amenazado con incautarse de las fábricas cerradas para revertir los problemas económicos. El propietario de Empresas Polar SA, Lorenzo Mendoza, muy crítico con Maduro y uno de los empresarios que han interrumpido la producción en el país, achaca la crisis a la mala gestión del Gobierno.

Según los venezolanos que han respondido a una consulta de the Guardian, la situación está empeorando. Tienen que elegir entre largas colas bajo el sol abrasador para comprar suministros básicos, sabiendo que pueden salir con las manos vacías, o recurrir a los traficantes del mercado negro –denominados bachaqueros–, que venden productos básicos a precios inauditos.

“Se supone que tenemos acceso a alimentos básicos un día concreto de la semana, en función del último número de nuestro carné de identidad, pero normalmente los productos que necesito no están disponibles”, cuenta Cristina, traductora y productora de conferencias de 60 años, de Caracas. “No he podido conseguir ni leche, ni azúcar ni harina en unos cuatro o cinco meses. El papel higiénico es un problema, al igual que el jabón y el desodorante. Me niego a comprar estos productos a los bachaqueros porque los considero estafadores”, explica.

Los precios se multiplican en el mercado negro

Para aquellos cuyo número de identidad no les proporciona abastecimiento, la única opción es comprar a los traficantes ilegales, que esperan en la calle por la noche para comprar productos tan pronto como abren las tiendas.

“Hay una mujer que vende pañales a un precio 11 veces superior a su valor: de 171 bolívares venezolanos (15 euros) a 2.000 (180 euros), y otra que vende arroz por el triple de lo que vale”, indica la gestora de redes sociales Andrea Ramírez, de 24 años y de Caracas. “Salvo que te quedes por la noche, rezando por que los bachaqueros no rompan la cola con amenazas violentas, no se puede encontrar desodorante, champú, jabón, harina, arroz, pasta, margarina, leche, leche en polvo para bebés, pañales, aceite, judías, compresas, papel higiénico, etc. Las conversaciones siempre giran en torno a la comida: lo que la gente no ha encontrado y lo que le hace falta. La única forma de conseguirlo es en el mercado negro”.

Cientos de personas saquearon el jueves pasado un camión que llevaba papel de cocina y champú después de que se estrellara en el Estado de Tachira, en el oeste de Venezuela. En Mérida, una ciudad de los Andes al noroeste del país, los saqueadores robaron pollo de un supermercado estatal el miércoles pasado, y un día después un grupo de motociclistas encapuchados intentó robar 650 sacos de harina durante su traslado a un almacén de la ciudad.

Asdrúbal, ingeniero informático de 25 años que vive en Mérida, ha visto cómo la situación está cada vez más militarizada bajo el estado de emergencia de 60 días. “Lo más sorprendente de este estado de emergencia es que ves a los militares patrullando en los supermercados todo el tiempo. Vivo en una zona dominada por los tupamaros, un grupo paramilitar que apoya al Gobierno. A veces es muy inquietante”, afirma. “La tienda estatal de alimentación Mercal de mi barrio solo vende comida a los que son chavistas declarados y demostrados. Esto ha complicado mucho la vida para los que no están de acuerdo con el partido que gobierna”, añade.

“La gente te asalta por una bolsa de harina”

Se han registrado saqueos por todo el país. En los cuatro primeros meses de 2016, se han conocido 107 episodios de saqueo o intento de saqueo. “La gente te asalta por una bolsa de harina, se pegan puñetazos unos a otros en las colas y en los supermercados, siembran el caos. Yo vivo en Caracas pero no salgo porque me matarían”, cuenta Rey, estudiante de 18 años. “Ya no como como antes, como mucho menos por la falta de alimentos. Solo me dejan comprar una canilla (la barra de pan venezolana), ese es mi cupo”.

Maduro ha culpado de la crisis a la caída global de los precios del petróleo, la sequía que está afectando a la principal fuente de energía del país y una guerra económica agitada por los opositores de derechas. La oposición afirma que las políticas económicas de Maduro y su predecesor, Hugo Chávez, son los responsables.

“Si comparo mi situación con la de la mayoría del resto de ciudadanos puedo sentirme privilegiado, pero muy lejos del nivel de vida que solía tener no hace tantos años”, dice Federico, periodista, escritor y profesor de universidad de 55 años y de Caracas. “Ya no como pan, ni siquiera arepas, nuestro pan de maíz nacional. Los supermercados están totalmente vacíos y se pueden ver las largas colas frente a ellos. Nunca hay suficiente para todos. Hay miles de personas que solo tienen tiempo para abastecer sus casas. ¿Qué hay de sus trabajos?”, plantea.

Según la Constitución del país, se puede convocar un referéndum para destituir a un presidente una vez ha cumplido la mitad de su mandato. Los opositores aseguran que 600.000 personas han firmado una petición que demanda el referéndum, más del triple del número necesario para iniciar el proceso. Pero el presidente, cuyo nivel de aprobación es bajo, ha prometido completar su mandato, que debe acabar en 2019.

“Después del trabajo, recorro todos los días los supermercados en busca de comida. Intento comprar para mí y para mi familia, que vive en el campo, donde la situación es peor. No tengo tiempo para descansar. Estoy muy cansada y enfadada”, expresa Isabel, de 53 años, que trabaja en una tienda de productos para el hogar. “El estado de emergencia no está mejorando nada. No está haciendo que comamos mejor. Solo está el mercado negro y es demasiado caro. Este modelo económico de regulaciones solo nos hace más pobres, sin tiendas de alimentación y con hambre”, lamenta.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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